Hace unos días, anoté en mi status en Facebook, una frase de una de mis escritoras favoritas, Isabel Allende, con la cual me identifiqué plenamente:
“Escribir es como hacer el amor: no te preocupes por el orgasmo, preocúpate por el proceso”.
Cuando la leí, de inmediato pensé en mi propio concepto de hacer el amor y en las veces que he dicho, que yo siempre me enamoro un poco, cuando estoy con alguien, porque para mí es la única forma de disfrutar todo el preámbulo amoroso que me llevará al orgasmo… aunque muchas veces se me haya terminado el amor en cuanto me pongo de nuevo la ropa. Sin embargo, no son mis ideas sobre el sexo, el tema central de esta nota (¡aunque quizá en algún momento las aborde!).
Tenía varios días sin poder escribir. Tomaba mi computadora y de pronto, tenía tantas ganas de alcanzar el orgasmo en la escritura, que me asaltaba la frigidez. Tenía demasiadas ideas, demasiados temas, demasiadas cosas en qué pensar, demasiados sentimientos encontrados… ¡tenía demasiado! No es novedad, porque sé que a veces pienso demasiado…
Así que, haciéndole caso a querida Isabel Allende, que tantos buenos momentos me ha regalado con sus historias a lo largo de muchos años, decidí hoy simplemente comenzar a teclear y disfrutar tanto como disfruto, el preámbulo amoroso que experimento cuando escribo...
Descubrí en este blog mi pasión por la escritura. A través de las historias contadas en este espacio, no solamente he desenterrado algunos monstruos del exterior, si no que les he puesto nombre: Don Sapo, El Sapo Ingrato, El Sapo Sin Nombre, El Príncipe Fugitivo, El Príncipe que no Fue, El Sapo Camaleón…
También me he encontrado con mis monstruos internos: el egocentrismo, la soberbia, la presión por ser delgada y perfecta, el orgullo desmedido, la manipulación, la apatía, mi afición a la fiesta, entre otros defectos de mi carácter que por lo menos, ya reconocí; siendo este el primer paso para luchar contra ellos.
He sido la mayoría de las veces la Princesa Elena; aunque también, he mostrado mi faceta de poeta deseando no pensar en él y mi careta de Bruja Malvada. He sido una Guerrera Fénix y hasta Luciérnaga y Hada Loca, según la concepción de Ámbar. De alguna forma, creo que el escribir sobre Sapos, me contagió su metamorfosis.
Pero hoy, quiero reescribir a un personaje que no les he presentado antes; una mujer de carne y hueso, que muy pronto terminarán de conocer: su nombre es Carolina.
A través del paso de los años, Carolina me ha enseñado muchas cosas sobre la vida, pero principalmente, sobre el profundo e intenso amor que se puede sentir por un ser humano. Ha hecho que, en toda su extensión, comprenda qué es lo que pasa por la cabeza y el corazón de los que dicen “sólo se ama así una sola vez en la vida”…
En 2004, me enseñó el poder de la energía y de la atracción entre dos personas que están destinadas para ser almas gemelas. Cuando escuchó por primera vez la voz del que sería el amor de su vida, sin conocerlo siquiera, sin haberlo visto ni saber más que su nombre y primer apellido, en una llamada de no más de 15 minutos; descubrió en su voz toda la fuerza y la pasión que llegó a sentir por él en años venideros. Fue impresionante la forma en que el solo hecho de escucharlo, le removió las fibras más sensibles de su ser, para desear con toda la intensidad de la que es capaz una persona, conocerlo y amarlo como lo amó.
En 2005, me enseñó la forma en que el destino te puede llevar por distintos caminos, orillándote a tomar decisiones que pudieron cambiar el curso de tu vida y también que cuando Dios escribe un capítulo en tu libro, no importa cuanto trates de borrarlo: siempre aparecerá de nuevo allí. Me contagió sus ganas de crecer y su sed de triunfo.
En 2006, aprendí con ella que cuando el miedo a perder, a sufrir y a ceder influye en tus decisiones, bloquea la energía generada por el verdadero amor, y muchas veces, te lleva a recorrer caminos que te desvían de él.
En 2007, me enseñó que el cerebro puede influir en el control de cualquier aspecto de tu vida. Solamente pensando, planeando y analizando puedes conseguir algún objetivo, porque vivir tu vida es como dirigir una empresa. Sin embargo, también aprendimos que el amor no tiene parámetros y carece de toda lógica; por lo tanto, no es medible ni controlable, por más que quieras analizar los riesgos. Así que, lo único que puedes hacer al respecto, es decidir entre vivir el amor o quedarte para siempre con la incógnita del ¿qué hubiera pasado si...?
En 2008, viví con ella uno de los duelos más extenuantes entre la razón y el corazón. En ese momento, la razón parecía contar con todas las ventajas para ganar la batalla, pero el corazón se impuso sobre ella, descubriendo entonces el mayor anhelo que como mujer se puede tener: el de ser madre. Sin embargo, junto con toda la felicidad que pudo haber experimentado, también conoció el mayor de los miedos y de los dolores; siendo ese, el momento más difícil de su vida. No fue fácil, pero definitivamente, nunca podría haber sido sencillo aprender tanto de ella, en el mismo año.
En 2009, me enseñó la capacidad del ser humano de sobreponerse a las adversidades, aferrándose a sus sueños, a pesar de que muchas veces le parecieron imposibles de alcanzar. También aprendimos a buscar siempre lo bueno dentro de lo malo, e incluso, pasamos muchos buenos momentos, retomando la capacidad de experimentar felicidad.
En 2010, aprendí con ella que el amor te puede sonreír de nuevo a pesar de haber sufrido una fuerte decepción. Que incluso, puedes tener más de un alma gemela y que ésta, puede influir de distinta forma que la primera que encontraste. Sin embargo, cuando identificas a alguien como “el amor de tu vida”, siempre conservará esa etiqueta. También descubrimos que cuando un proyecto te apasiona, la dedicación y el esfuerzo ni siquiera duelen, porque tu energía siempre está enfocada en conseguir tus objetivos.
Y finalmente, en este 2011… me ha enseñado que puedes escapar de todo y de todos, pero nunca de ti misma y de tus verdaderos sentimientos. Que algunas personas en tu vida, pueden desaparecer físicamente, pero hay lazos que se conservan a pesar del tiempo, de la distancia e incluso, de la misma muerte; y que el entrenamiento más importante para cualquier persona es el de aprender a perdonar y a dejar ir… Lo cual aún no consigo del todo bien.
Sin duda, Carolina es y será el mejor personaje que vaya a crear; y sé que aún hay mucho qué contar y qué aprender de ella. Esperen pronto noticias, porque algún día sabrán de Carolina por todo lo que hizo y dijo… pero sobre todo, por lo que no dijo.
¡Gracias por seguirnos leyendo y hasta pronto!
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