Hace 24 horas una Guerrera estaba hecha polvo porque una herida del pasado volvió sangrar. Ella creyó, como muchas veces creemos irresponsablemente, que la herida había cicatrizado hacía mucho tiempo y que hoy solamente quedaba la marca sobre su piel y los recuerdos de aquella batalla, en la cual, salió sumamente lastimada.
Pero la herida jamás cicatrizó desde el fondo. Y como sucede en estos casos, solamente bastó un rasguño para que sangrara con más fuerza y con más dolor que antes. La Guerrera se dio cuenta de que en realidad, la herida había sido demasiado profunda y la cicatrización no alcanzó más que la capa superficial de la piel.
Y la consecuencia lógica de una herida que no se limpió profundamente en su momento, es que supuró. Hubo que remover las pequeñas capas de piel para quitar todas las células que se habían dañado y que estaban penetrando cada vez más en el cuerpo y en el corazón de la Guerrera, sin que ella pareciera percatarse. La limpieza de la herida provocó un dolor insoportable, pero por desgracia, absolutamente necesario para que ella comenzara su proceso de renovación. Hoy está segura de poder cicatrizar…
Yo soy esa Guerrera para la cual amorosamente Ámbar escribió su nota el día de ayer y que seguramente, no sólo me reconfortó a mi, si no a muchos de los lectores de este blog. Esta Guerrera, hoy está decidida a enfrentar el terrible monstruo que significa el peso del pasado.
El lunes me sentí aterrada y perdida. Me sentí tan confundida y tan vulnerable que estuve a nada de escribir mi última entrada para despedirme de este espacio. Ya no quería escribir, porque justo ayer dos de los personajes de mis historias me reprocharon de muy mala forma lo escrito aquí. Uno (el que menos me interesa, realmente) porque su nueva Princesa al leer este espacio descubrió otra faceta de su recién adquirido Príncipe…
Pero el otro verdaderamente me dolió. Con dos frases, el que he considerado “el amor de mi vida”, cuestionó si de verdad lo quería tanto como había dicho, porque conoció aquí otra cara de lo que fue nuestra historia juntos, el antes y el después…
Al leer eso, tuve que regresar el tiempo varios años y reencontrarme con todo el dolor y el coraje que sentí cuando lo perdí. En tan solo unas horas, mi corazón entró en un grave conflicto de información. Llegaron a mi mente todos los recuerdos malos y dolorosos, recuerdos que volvieron a despertar todo el rencor y el miedo reprimido, el dolor, la frustración, el coraje, la tristeza y la decepción que en su momento sentí y que nunca me atreví a expresar.
Fue incomprensible para mi cabeza entender por qué alguien a quien amé tanto y quien fue y sigue siendo tan importante para mí, me generaba al mismo tiempo esta reacción y esta serie de emociones tan negativas, que desbordaron en un llanto incontrolable y un puñado de palabras carentes del más mínimo sentido de cordialidad, pero cronológicamente estructuradas para ser tan hirientes, que seguramente el destinatario recibiría la puñalada directa que en ese mensaje yo estaba enviando.
Y el mensaje tuvo respuesta… De hecho, tuvo tres mensajes de respuesta. Ayer, después de haberle enviado ese correo donde no dejaba lugar a dudas de lo lastimada que me sentía por él y de cómo las emociones negativas acumuladas por años me habían hecho tanto daño, tuvo mensajes de respuesta que no me atreví a abrir y que eliminé de mi buzón de entrada sin conocer su contenido.
Volví a sentir miedo. No me consideré lo suficientemente fuerte como para soportar otra frase que me lastimara y me hiciera desplomarme. Y sí, cobardemente, decidí terminar con la “conversación” y retirarme de la batalla, porque una buena Guerrera también sabe cuándo retirarse de una batalla perdida y cuando luchar hasta el final.
¿Pudo haber sido una frase de disculpa? Es posible, pero muy poco probable. De todas formas, a estas alturas no cambia nada. Como dijera la canción de Enanitos Verdes: “Un buen Guerrero no vuelve la vista atrás”.
Lo amé mucho, lo amé más que a ninguno. No sé si lo que siento todavía por él es amor o es el apego que genera el resentimiento guardado tantos años por todo lo que en su momento no pude expresarle y que apenas ayer dejé salir como una avalancha de reproches sarcásticos. Lo que sí sé, es que al restregárselo en la cara y al quitarme la máscara de niña buena y condescendiente, de amante complaciente, de mujer sumisa y entregada por completo a él, me liberé de un peso que cargué por años.
Hoy me confunde el amanecer... No sé exactamente que pasará en los próximos días ni en qué momento recobraré la paz perdida.
Pero descubrí que apenas hoy, al dejar fluir todo lo que sentía, al dejar de esconder bajo el amor que le tengo, todo el dolor y la frustración que me generó no solamente su ausencia, sino su aparición misma en mi vida; al dejar de confundir el perdón por lo que pasó con la negación de lo sucedido, pude verdaderamente comenzar el proceso para cerrar el ciclo que he mantenido abierto por años.
Hoy comienzo a elaborar el duelo. Sé que lo amé y que significa y significó mucho para mí, aun cuando se atrevió a cuestionarlo y a dudar de ello. También entiendo que ahora que externé todo el coraje y la frustración que me consumía por dentro, estoy dejando un espacio importante en mí interior.
Lo voy a extrañar, quizá más de lo que lo he extrañado durante estos años. Pero poco a poco el vacío que está dejando se irá llenando de mejores cosas y el ciclo cerrará de nuevo. Sé que muy pronto podré volver a decirle desde el fondo de mi corazón, el amor infinito que en distinta forma, siempre le tendré y lo mucho que deseo que encuentre toda la felicidad que se merece.
Seguramente han escuchado hablar del Ave Fénix. Esta criatura mitológica de la antigua Grecia, del tamaño de un águila real, que se distinguía por su singular apariencia de colores exóticos, pero sobre todo, porque cada 500 años se consumía en su propio fuego y finalmente, resurgía de las cenizas, para brillar con todo su esplendor.
Pues hoy, como el Ave Fénix, me muestro de nuevo dispuesta a resurgir de las cenizas generadas por el fuego interno que me consumía al no enfrentar mi pasado, para resurgir de ellas con mayor fuerza y con nuevos bríos.
Quizá en algún momento, al igual que yo ahora, sentiste que el mundo se te venía encima. Probablemente pensaste que el túnel oscuro que viste no tenía final y que mañana no amanecería de nuevo…
Es completamente normal sentirse de pronto devastada. Lo que no es normal es estacionarse demasiado tiempo en esa devastación, porque el mundo no permanece estático y debemos adaptarnos a eso…
No esta mal llorar, no está mal sentirse vulnerable de vez en cuando. Absolutamente todas las pérdidas, emocionales o físicas, requieren de un proceso de duelo para poder ser superadas. Este proceso se vive en distintas etapas y es diferente para cada uno de nosotros por lo que nadie te puede decir cómo vivirlo, ni criticarte o regañarte por ser “débil”.
Recuerda al Ave Fénix, que para renacer con mayor fuerza, tenía que resurgir de sus propias cenizas…
Quizá hoy sientas que estás convertida en cenizas, pero estoy segura que mañana volarás con todo tu esplendor y tu belleza de nuevo…
Es cuestión de fe… y si algo le sobra a una Guerrera Fénix, es fe…
Dedico esta nota a Edit: otra Guerrera Fénix que estoy segura, pronto encontrará de nuevo el camino para convertir sus cenizas en la criatura esplendorosa y luchadora que yo sé que es…
¡Gracias por todo su apoyo y nos seguimos leyendo!
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