lunes, 27 de junio de 2011

Monstruo #6: "No me odies por ser bonita"... por Elena Savalza

Para quienes al leer el título de esta entrada, se les haya ocurrido pensar: “¡Ay, Elenita! Bájale a tu vanidad…”, les pido por favor que se relajen y sigan leyendo, porque mi intención con este escrito dista mucho de hacer una descripción elocuente de mis atributos físicos.
Estoy completamente segura de que, prácticamente todos los que nos hacen el favor de leernos, han escuchado la famosa frase:
“Entre mujeres podemos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño”


La teoría popular dice, que por más que las mujeres gocemos hablando mal una de la otra e incluso poniéndonos de pronto y como al descuido una “piedrita en el camino” con la esperanza de que la otra caiga; al final, siempre terminamos saliendo en nuestra propia defensa, para evitar que esa otra, salga lastimada; por el simple principio de solidaridad que nuestro propio género nos exige.
Sin embargo, con tristeza les expreso que me he encontrado en la experiencia diaria, que no siempre ocurre así…
Tengo la fortuna de contar con muy buenas amigas. Gracias a Dios, jamás ha faltado a mi lado una gran mujer en quien confiar y debo confesar que, normalmente, son mis buenas amigas las que con su apoyo, me han hecho salir a flote cuando de pronto creo que el barco se me ha hundido.
Pero también, recientemente he notado una tendencia: mientras más crezco profesionalmente, mientras más tiempo pasa y sigo soltera y sin hijos, mientras más muestro mis capacidades y habilidades en el terreno laboral, mientras más pregono mi libertad de pensamiento y mis ideas, me convierto también en el blanco predilecto de críticas y ataques.
Y adivinen de quiénes…. ¡De mujeres!
Sí, de mujeres que quizá eligieron el matrimonio como forma de vida y que ahora anhelan la libertad que yo sí tengo. De mujeres que eligieron estudiar la Licenciatura en MMC (mientras me caso) y ahora están insatisfechas con su carrera. De mujeres casadas y con hijos que anhelan, quizá, sus más tiernos años de juventud. De mujeres que quizá no se atreven a expresar libremente lo que piensan y sienten por temor a esa crítica y ven con cierto recelo el que yo sí lo haga.
Hablo en primera persona, pero sé que muchas de las que nos leen han pasado en determinada situación por lo mismo. También sé que cada cabeza es un mundo y que hay mujeres que, a pesar de cualquier diferencia, siempre mostrarán mucho respeto y apertura ante ideas que no necesariamente coincidan con las suyas.
Pero, a esas otras mujeres, las que critican y agreden, quiero decirles, con el debido respeto y admiración que me merece cada una de ellas, por el simple hecho de tener la profesión más difícil del mundo: la de ser MUJER…
Sí, me declaro “prófuga del altar”, porque me he escapado algunas veces de él. Ha sido demasiado simple la razón: cada día que pasa, me niego más a la idea de casarme “porque se me va el tren” y agarrar cualquier carcacha de marido. No veo el matrimonio como una puerta de salida de una vida insatisfecha, si no como una opción para que, a través de él y con la elección correcta, pueda contribuir a una sociedad mejor.
Por fortuna, descubrí que tengo más opciones de vida que de la misma forma, me han hecho feliz….
Pero la soltería tampoco es un “camino de rosas”. Como todo en esta vida, tiene sus pros y contras. A veces anhelo un marido con quien pelear o llegar a casa y encontrar quien me dé un beso y un abrazo. A veces quisiera no preocuparme por pagar mis cuentas y solamente dedicarme a decorar mi casa o a tomar el té con mis amigas.
He tenido, sin embargo, la oportunidad de “sacarles” dinero a varios hombres poderosos y ricos con los que, por azares del destino me he relacionado, pero he elegido no hacerlo; sencillamente, porque denigra mi capacidad de autosuficiencia y porque sé que de todas las cosas que un hombre podría aportar a mi vida, el dinero es una de las que, gracias a Dios, puedo proveerme sola.
Elegí una carrera que me apasiona, pero en la que en infinidad de ocasiones, he estado expuesta a tipos que por el simple hecho de ser mujer y estar soltera a mis 28 años, creen que estoy “necesitada de afecto” y me hacen toda clase de propuestas para tener sexo con ellos a cambio de muchas más cosas de las que se pueden imaginar y de las que la sabiduría popular cuenta. Para colmo, muchas veces estos tipos, han sido clientes importantes o mis propios jefes y he tenido que sonreír y decir “no, gracias” con toda la sutileza del mundo, porque no puedo ser "ni tan sangrona ni tan fácil". Me ha tocado hacer  malabares para encontrar el sano punto medio, que ponga a salvo mi integridad física y moral, pero también mi trabajo.
E irónicamente, son tipos que tienen una esposa, que en muchas ocasiones me ve como “una amenaza”, porque secretamente piensa, que por no tener marido quiero quitarle al suyo… sin saber absolutamente nada de mi vida, mis gustos y lo que realmente deseo para mí.
Y bueno… quizá si haces un recorrido por todas las entradas de este blog escritas por mí, vas a corroborar que ha habido más de un hombre en mi vida. ¿Bueno o malo? No lo sé… yo pude hacerlo y así se me han dado las cosas. Si tú elegiste al mismo hombre para siempre y así eres feliz, yo no te juzgo.
Quizá algún día yo encuentre también al hombre que haga que entienda esa perspectiva. Pero también, muchas veces creo que ya lo encontré… y lo dejé pasar, porque sé que la felicidad tiene varios caminos y probablemente, el mío no es el que, por tradición, se le pinta a una Princesa de Cuento de Hadas.
Si, anhelo algunas veces, un Príncipe Azul en mi cuento. Pero con el tiempo aumenta el estándar y me vuelvo más exigente. Así que ya no me conformo con cualquier Sapo para compañero de vida… pero eso no implica que no los disfrute, aunque sepa que “no son el adecuado”. La eterna lucha por encontrar el Príncipe Azul, no se ha vuelto el motor de mi vida, porque afortunadamente, cuento con muchos sueños más.
Digo lo que pienso y lo que siento. Lo escribo cortés y diplomático, pero igual lo digo. No por cinismo, por descaro o por exhibicionismo, si no porque no sería yo, si no compartiera con ustedes algo que me apasiona: comunicar.


Como tú, he tenido miedo, he dudado, me enojado hasta con Dios… Pero también, he reído mucho y vivido mi vida al máximo. Realmente existen muy pocas cosas que haría distinto si tuviera otra oportunidad. He aprendido de todo lo que me ha pasado, bueno y malo; pero eso no implica que de pronto, caiga de nuevo en los mismos errores, sencillamente porque soy un ser humano. No soy perfecta… solamente soy una mujer.
Me entristece ver, cómo de pronto podemos atacar y criticar, sin saber lo que hay detrás. Pero me enoja sobremanera, el presenciar que muchas veces no necesitamos ser maltratadas ni denigradas por ningún hombre, como en nuestro papel de “víctimas” decimos: entre nosotras mismas tenemos a nuestras principales depredadoras.
No es pecado ser soltera ni profesionalmente exitosa. No es pecado ser independiente y autosuficiente. No es pecado vivir sola. No desear tener hijos por el momento, no me convierte en un monstruo contra natura. Tampoco es delito ser guapa y desenvolverse en ambientes de “hombres”… Solamente es una forma de vivir que algunas elegimos…
Por eso, con toda la dignidad y el derecho que me otorga ser una mujer que ha luchado por lo que ha deseado y que sabe que aún le falta mucho por conseguir, pero también por aportarle a este mundo para que sea un lugar mejor, te digo también, mujer: “No me odies por ser bonita”.
El día que dejemos de vernos como nuestras propias enemigas y dejemos de ser nuestras principales depredadoras, ganaremos el respeto y la voz por la que tanto hemos peleado en nuestra sociedad, en todos los aspectos.

Ahora, más cerca de ti:
En Facebook, busca a Mujeres Adictas a los Monstruos  y da click en "Me gusta"
En Twitter, sigue a @princesas_ind y mi cuenta personal @elenasavalza

domingo, 26 de junio de 2011

Soñando... Por Elena Savalza

Lo admito: soy una incansable soñadora…

Quizá no soy del tipo de persona que se la pasa pregonando que la vida es siempre bella; porque sé, que como en todo, la vida tiene altas y bajas y muchas veces no es suficiente el usar unas gafas con cristal rosa, para ver el mundo de ese color.
No. El mundo y la vida, no siempre son rosas. De hecho, en ocasiones he visto tremendas nubes negras en mi cielo y, como todos sabemos, el negro es la total ausencia de color.

A veces, la oscuridad ha sido tan abrumadora, que me ha costado trabajo percibir cualquier indicio de claridad. Pero eso solamente pasa, mientras mis pupilas se acostumbran a ver entre la penumbra. Así que, definitivamente también estoy preparada para no auto engañarme con una falsa claridad cuando la vida se me oscurece.
Algunos llaman a esto “pesimismo”, pero yo le llamo “aceptación de la realidad”. Y son precisamente estas “nubes negras”, las que como seres humanos nos dan la oportunidad de buscar en nuestro interior y encontrar las mejores armas para enfrentarlas, con la convicción de que, después de cualquier tempestad, viene la calma: el cielo vuelve a clarear y el sol nos vuelve a cobijar.
Pero no por estas nubes que a veces encuentro en mi cielo, dejo de creer y de soñar… ¡Al contrario!
Sé que todo lo que dependa de mí, es completamente posible y alcanzable. Sé que cuando me empeño lo suficiente en conseguir lo que quiero, lo logro; porque tengo una determinación y una voluntad que han sido probadas en las peores tempestades y aunque a veces, me ha parecido que me hundo y me ahogo, de alguna forma siempre logro salir a flote.
En cada situación que se nos presenta en la vida, Dios nos manda una lección y nuestra obligación es aprenderla.
¿Los maestros? Pueden tener distintos rostros, pero si estás lo suficientemente receptivo, seguramente podrás reconocerlos. Hasta el refrán lo dice “cuando el alumno está listo, el maestro aparece”.
No envejeces cuando cumples años, envejeces cuando dejas de soñar y de desear. Envejece tu corazón cuando cree que ha llegado a la meta y que en la vida, ya no hay nada más por alcanzar.
Quizá para otros, tu sueño sea ilógico. Pero mientras tenga sentido para ti, no importa cuánto te digan “no puedes” o “no hagas”, no importa cuántos años tengas ni si crees que ya has desperdiciado lo suficiente tu tiempo, no importa cuantas veces caigas y tengas que volver a levantarte: sigue adelante y reinvéntate.
Sigue aunque te duela, sigue aunque te equivoques, sigue aunque pierdas, porque si no lo intentas, de todas formas habrás perdido… La pregunta que más odio en esta vida es “¿qué hubiera pasado si…?”.
No abandones tus sueños, solamente porque alguien más te diga que estás equivocado. Al final del camino, solamente te quedará la satisfacción de saber que intentaste todo, que te arriesgaste lo necesario y a veces hasta lo innecesario, que te equivocaste lo suficiente, que lloraste, que reíste, que amaste, que te amaron y que te rompieron el corazón….
Alégrate… Eso significa… ¡que viviste!

Ahora más cerca de ti...
En Facebook, busca a Mujeres Adictas a los Monstruos y da click en "Me gusta"
En twitter, sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal  @elenasavalza

sábado, 18 de junio de 2011

Reescribiendo a Carolina... Por Elena Savalza

Hace unos días, anoté en mi status en Facebook, una frase de una de mis escritoras favoritas, Isabel Allende, con la cual me identifiqué plenamente:
“Escribir es como hacer el amor: no te preocupes por el orgasmo, preocúpate por el proceso”.


Cuando la leí, de inmediato pensé en mi propio concepto de hacer el amor y en las veces que he dicho, que yo siempre me enamoro un poco, cuando estoy con alguien, porque para mí es la única forma de disfrutar todo el preámbulo amoroso que me llevará al orgasmo… aunque muchas veces se me haya terminado el amor en cuanto me pongo de nuevo la ropa. Sin embargo, no son mis ideas sobre el sexo, el tema central de esta nota (¡aunque quizá en algún momento las aborde!).
Tenía varios días sin poder escribir. Tomaba mi computadora y de pronto, tenía tantas ganas de alcanzar el orgasmo en la escritura, que me asaltaba la frigidez. Tenía demasiadas ideas, demasiados temas, demasiadas cosas en qué pensar, demasiados sentimientos encontrados… ¡tenía demasiado! No es novedad, porque sé que a veces pienso demasiado
Así que, haciéndole caso a querida Isabel Allende, que tantos buenos momentos me ha regalado con sus historias a lo largo de muchos años, decidí hoy simplemente comenzar a teclear y disfrutar tanto como disfruto, el preámbulo amoroso que experimento cuando escribo...
Descubrí en este blog mi pasión por la escritura. A través de las historias contadas en este espacio, no solamente he desenterrado algunos monstruos del exterior, si no que les he puesto nombre: Don Sapo, El Sapo Ingrato, El Sapo Sin Nombre, El Príncipe Fugitivo, El Príncipe que no Fue, El Sapo Camaleón…
También me he encontrado con mis monstruos internos: el egocentrismo, la soberbia, la presión por ser delgada y perfecta, el orgullo desmedido, la manipulación, la apatía, mi afición a la fiesta, entre otros defectos de mi carácter que por lo menos, ya reconocí; siendo este el primer paso para luchar contra ellos.
He sido la mayoría de las veces la Princesa Elena; aunque también, he mostrado mi faceta de poeta deseando no pensar en él y mi careta de Bruja Malvada. He sido una Guerrera Fénix y hasta Luciérnaga y Hada Loca, según la concepción de Ámbar. De alguna forma, creo que el escribir sobre Sapos, me contagió su metamorfosis.
Pero hoy, quiero reescribir a un personaje que no les he presentado antes; una mujer de carne y hueso, que muy pronto terminarán de conocer: su nombre es Carolina.

A través del paso de los años, Carolina me ha enseñado muchas cosas sobre la vida, pero  principalmente, sobre el profundo e intenso amor que se puede sentir por un ser humano.  Ha hecho que, en toda su extensión, comprenda qué es lo que pasa por la cabeza y el corazón de los que dicen “sólo se ama así una sola vez en la vida”…
En 2004, me enseñó el poder de la energía y de la atracción entre dos personas que están destinadas para ser almas gemelas. Cuando escuchó por primera vez la voz del que sería el amor de su vida, sin conocerlo siquiera, sin haberlo visto ni saber más que su nombre y primer apellido, en una llamada de no más de 15 minutos; descubrió en su voz toda la fuerza y la pasión que llegó a sentir por él en años venideros. Fue impresionante la forma en que el solo hecho de escucharlo, le removió las fibras más sensibles de su ser, para desear con toda la intensidad de la que es capaz una persona, conocerlo y amarlo como lo amó.
En 2005, me enseñó la forma en que el destino te puede llevar por distintos caminos, orillándote a tomar decisiones que pudieron cambiar el curso de tu vida y también que cuando Dios escribe un capítulo en tu libro, no importa cuanto trates de borrarlo: siempre aparecerá de nuevo allí. Me contagió sus ganas de crecer y su sed de triunfo.
En 2006, aprendí con ella que cuando el miedo a perder, a sufrir y a ceder influye en tus decisiones, bloquea la energía generada por el verdadero amor, y muchas veces, te lleva a recorrer caminos que te desvían de él.
En 2007, me enseñó que el cerebro puede influir en el control de cualquier aspecto de tu vida. Solamente pensando, planeando y analizando puedes conseguir algún objetivo, porque vivir tu vida es como dirigir una empresa. Sin embargo, también aprendimos que el amor no tiene parámetros y carece de toda lógica; por lo tanto, no es medible ni controlable, por más que quieras analizar los riesgos. Así que, lo único que puedes hacer al respecto, es decidir entre vivir el amor o quedarte para siempre con la incógnita del ¿qué hubiera pasado si...?
En 2008, viví con ella uno de los duelos más extenuantes entre la razón y el corazón. En ese momento, la razón parecía contar con todas las ventajas para ganar la batalla, pero el corazón se impuso sobre ella, descubriendo entonces el mayor anhelo que como mujer se puede tener: el de ser madre. Sin embargo, junto con toda la felicidad que pudo haber experimentado, también conoció el mayor de los miedos y de los dolores; siendo ese, el momento más difícil de su vida. No fue fácil, pero definitivamente, nunca podría haber sido sencillo aprender tanto de ella, en el mismo año.
En 2009, me enseñó la capacidad del ser humano de sobreponerse a las adversidades, aferrándose a sus sueños, a pesar de que muchas veces le parecieron imposibles de alcanzar. También aprendimos a buscar siempre lo bueno dentro de lo malo, e incluso, pasamos muchos buenos momentos, retomando la capacidad de experimentar felicidad.
En 2010, aprendí con ella que el amor te puede sonreír de nuevo a pesar de haber sufrido una fuerte decepción. Que incluso, puedes tener más de un alma gemela y que ésta, puede influir de distinta forma que la primera que encontraste. Sin embargo, cuando identificas a alguien como “el amor de tu vida”, siempre conservará esa etiqueta. También descubrimos que cuando un proyecto te apasiona, la dedicación y el esfuerzo ni siquiera duelen, porque tu energía siempre está enfocada en conseguir tus objetivos.
Y finalmente, en este 2011… me ha enseñado que puedes escapar de todo y de todos, pero nunca de ti misma y de tus verdaderos sentimientos. Que algunas personas en tu vida, pueden desaparecer físicamente, pero hay lazos que se conservan a pesar del tiempo, de la distancia e incluso, de la misma muerte; y que el entrenamiento más importante para cualquier persona es el de aprender a perdonar y a dejar ir… Lo cual aún no consigo del todo bien.
Sin duda, Carolina es y será el mejor personaje que vaya a crear; y sé que aún hay mucho qué contar y qué aprender de ella. Esperen pronto noticias, porque algún día sabrán de Carolina por todo lo que hizo y dijo… pero sobre todo, por lo que no dijo.
¡Gracias por seguirnos leyendo y hasta pronto!

Búscanos en Facebook como Mujeres Adictas a los Monstruos, visita la página y da click en "Me gusta"

También en twitter, sigue a @princesas_ind

jueves, 16 de junio de 2011

Los extremos rompen más el corazón... Por Fernanda Vieyra

Muchas veces me pregunte por qué Jimena, mi amiga - hermana mexicana tenia tan mala suerte con los hombres.  Si bien, me he cruzado con decenas de estúpidos en mi vida, siendo ya una mujer grande las cosas se tornan algo más difíciles y una se pone algo más exigente. Pero ella es perfecta: joven, dulce, hermosísima, cariñosa, atenta y muy inteligente y aun así  siempre se cruza con cabrones mal paridos que la dejan con el corazón roto y lágrimas para regar los jardines del Palacio de Versalles.
Fue en uno de esos momentos de pensamiento vagabundo, cuando empecé casi sin darme cuenta a comparar a los hombres mexicanos (al menos los que yo conozco) con los argentinos y me di cuenta que quizás el efecto de los chicos del norte sea más devastador por la siguiente razón: son más bipolares.
Los argentinos son, en su mayoría, mucho menos demostrativos, efusivos y cariñosos que los del resto de Latinoamérica. He tenido novios chilenos, he coqueteado con colombianos, venezolanos y mexicanos, y definitivamente éstos son mucho más espontáneos en sus demostraciones de afecto, más latinos.
En cambio el argentino es más creído, más soberbio y por lejos, más frío y menos atento. Entonces cuando empiezan a portarse como cabrones, pues no es sorpresa. Todo les "pasa por pelotas", nosotras somos las dramáticas, las que tomamos todo muy a pecho, las que recordamos todos. Ellos son “Buda en la Montaña”.
En cambio los mexicanos (vuelvo a ellos por mi amiga) son absolutamente cariñosos ¡hasta empalagar!... mientras les dura.
Te escriben unos mensajes que a mí me hicieron preguntar más de una vez: "¿estará ebrio?" y parecieran no tener vergüenza de mostrar su sensibilidad en público etc. Perooooo... (SIEMPRE HAY UN PERO) cuando estas espasmódicas muestras de afecto hacen cortocircuito (generalmente cuando ya te tienen en su manita)… ¡Plop! aparece el presumido y frio que al grito de "¡te calmasssssss!" te deja con la palabra en la boca y las glándulas lagrimales al borde del estallido.

Es por eso que duele más, porque la reacción es más extrema, van de un punto al otro… y para colmo las mexicanas no son tan "chinchudas" como nosotras. Al menos en mi humilde opinión, y comparadas con el resto de Latinoamérica también, las argentinas somos más punzantes, abrasivas y definitivamente cabronas. En cambio las mexicanas tienen ese no se que... tan dulce que me dan ganas de decirles: ¡AYYYY CHICAS, YA MANDENLOS A…! Pero claro, cuando yo lo hago los “Señores DF” me llaman: sentida, grosera, sangrona, etc… ¡CUANDO NO HAGO MAS QUE DECIRLES LAS VERDADES EN LA CARA!
Por eso he llegado a la conclusión querida “Sister” y quien me lea, que debes hacerte más fuerte y menos demostrativa. Entiende que los hombres se la pasan tendiendo trampas invisibles pero trampas al fin. Nunca están del todo seguros, nunca saben muy bien lo que quieren y son más imprevisibles que las erupciones volcánicas del universo completo. Todo muy lindo: las canciones de corazones partidos de Maná y los boleros de Luis Miguel, los chicos de Camila y los de Motel, con sus románticas letras. Las flores, los bombones, lo que sea... ¡¡Pero ojo al piojo!! Como decimos aquí: “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.
Parecidas o diferentes, sentidas o sensibles, todas las mujeres merecemos un hombre de verdad, que nos quieras mas allá del envase. Con nuestros defectos y nuestras virtudes, que respete nuestros tiempos, que no se asuste ante nuestras lágrimas y que esté cuando lo necesitamos y cuando no... También. Que nos sea fiel y sincero, que no se escape antes los problemas y que no quiera arreglar los errores con sexo o flores. Eso no sirve amigas ¡de verdad!...
Puede que haya desarrollado un poco de cinismo, pero en lo profundo de mi corazón aún presiento que él está llegando y así también llegará el correcto a tu vida. Como llegó a la de Eva, mi amiga adorable y a la de muchas más...
Solo es cuestión de tiempo... y sobre todo, es cuestión de fe...
Sister y todas las que me leyeron… aquí estoy. Carrie ha vuelto...
A las mexicanas… LAS AMO... son lo más lindo que conocí en la vida…
A Eva... ¿qué puedo decirte?... AMO TU HISTORIA DE AMORRRR... y a vos “Sister” de mi corazón… PUES YA DEJATE DE QUERER SACAR JUGO DE LIMONES SECOS, TIRALE UN FLORERAZO POR LA CABEZA... ¡Y A BAILAR!... QUE LA VIDA TAMBIEN TIENE SU PROPIA COREOGRAFIA Y AUNQUE COMPLICADA, CUANDO SUBAS AL ESCENARIO SERA PERFECTA…
¡Ahora más cerca de ustedes!
En Facebook, busca a Mujeres Adictas a los Monstruos y da click en "Me gusta"
En twitter, sigue a @princesas_ind

viernes, 10 de junio de 2011

Monstruo #5: "Mientras Me Caso"... Por Elena Savalza

Hola a tod@s, me da gusto volver a saludarles y regresar con temas tranquilos y objetivos después de mis últimas entradas de aventuras intensas y locas, que de verdad, dejaron a mi corazoncito un tanto cansado.
Hoy quiero hablarles de uno de los “monstruos” más comunes para las mujeres en edad “de merecer”: estoy hablando del Monstruo MMC (Mientras Me Caso).
Imaginen a una pequeña Princesita, endiosada como todas, con los cuentos de hadas que Walt Disney magistralmente desarrolló para beneplácito de todas las aficionadas a las historias rosas (¡me súper incluyo!).
Esta Princesita, sabe que algún día llegará su Príncipe y que en ese momento es cuando su vida comienza.
Un día, la Princesita crece y se convierte en la Princesa, pero la ilusión por el “gran día” sigue permaneciendo en su cabeza.
La Princesita cumple 15 años y entonces, ya tiene la edad oficial para poder tener novio; es decir, comienza oficialmente la búsqueda por el Príncipe Azul.  Sí, ese ser que sabe que existe, que se lo ha imaginado muchas veces… pero del cual no tiene la menor idea de para qué lo quiere.  Solamente sabe, que mientras no esté con ella, su vida, su cuento de hadas particular, está a medio terminar.
Los años siguen pasando y la Princesa continua besando Sapos, de los cuales no logra romper el encanto para que se conviertan en Príncipe Azul; sin embargo, sabe que el Príncipe existe y que entre tantos Sapos, en algún momento habrá uno que, al darle su beso de amor incondicional, sufra una metamorfosis que lo lleve a convertirse en su tan anhelado Príncipe.
Este cuento de hadas pudiera tener varias historias alternas:
-          La Princesa encuentra a su Príncipe Azul, se casa y viven felices para siempre.
-          La Princesa no encuentra a su Príncipe Azul, por lo que decide entrar a la Universidad a estudiar la Licenciatura en MMC (Mientras Me Caso). Después de eso conoce por fin a su anhelado Príncipe y se olvida de todo lo que estudió para dedicarse a ser la amada esposa del Príncipe.
-          La Princesa decide esperar y dejar pasar su vida, por un Príncipe que nunca llega (seamos realistas, siendo más mujeres que hombres, a alguna nos va a tocar).
Estas historias, aunque con final diferente, tienen un punto en común:
Una Princesa que ESPERA  por un Príncipe




Así es. Desafortunadamente, aún en nuestros días, algunas mujeres se dedican a ser pasivas espectadoras de la vida, a la espera de que llegue alguien a cambiárselas. Y entonces pasa, que al creernos producto terminado, cuando ya tenemos un marido, nuestra vida se detiene: ya no tenemos ningún reto, ninguna necesidad de luchar por nada, porque en teoría, todo lo hemos conseguido.
Pero… de verdad ¿vale la pena posponer tu vida a la espera del “gran día” o detenerla por creer que ya no hay nada más que el matrimonio?              
No me declaro en contra del matrimonio, para nada. Sin embargo, si estás viviendo un “cuento de hadas” con alguna de las tres vertientes sugeridas arriba, quiero invitarte a reflexionar sobre esto:
  1. Define prioridades: Al hablar de definir prioridades, quizá debiera agregar entre estas dos palabras, la palabra “TUS”. Esto quiere decir que lo principal, es que sepas qué es lo  más importante para ti (no para tu mamá o tu papá, ellos ya eligieron en su momento). Piénsalo de esta forma: si tuvieras que ordenar por importancia las palabras “trabajo”, “familia”, “religión”, “amor”, “pareja”, “amigos”, “vida social”, “tener hijos”, “seguir estudiando”, entre otras, ¿cómo las acomodarías?
Cuando defines qué es lo más importante para ti, necesariamente tienes que cuestionarte sobre cada uno de estos aspectos en tu vida y decidir el orden de los mismos,  por TUS razones, no por lo que diga tu familia, la sociedad, la costumbre; si no porque de verdad, en ese orden piensas enfocar tus esfuerzos para conseguir lo que quieres en la vida.
Recuerda que “el que no sabe a dónde ir, cualquier camino es bueno”. La vida en pareja y la posterior integración de tu propia familia, es un proyecto demasiado importante como para considerarlo “cualquier camino”, ¿no crees?
  1. Experimenta la “autosuficiencia”: Evidentemente, uno de los principales aspectos de la autosuficiencia, es el económico y el moral. Sin embargo, no solamente hablo de eso:
Alguna vez cuestioné a una mujer muy cercana a mí, que estaba casada con un ejemplar nefasto de Sapo, sobre las razones por las cuales seguía casada con él. Su respuesta me dejó atónita: “es que si se me descompone el coche o se funde un fusible, él siempre se hace cargo”. ¡Por Dios! ¡Si los mecánicos y los electricistas también comen! Esto solamente me dejó la conclusión de que esta mujer no tenía ni la menor idea de lo que era ser autosuficiente, porque siempre le resolvieron la vida.
Ser una mujer autosuficiente, implica tomar tus propias decisiones y asumir tus propios riesgos. Es tener la convicción plena de que puedes valerte por ti misma.
Una mujer autosuficiente, elige casarse por amor y porque pretende a través del matrimonio y la vida en pareja, trascender contribuyendo a formar una sociedad mejor. Una mujer dependiente, ni siquiera elige, asume que así debe ser y se resigna, aunque ni siquiera sepa las razones por las cuáles tiene que ser así.
  1. Piensa en las razones válidas para casarse: Casarse es una de las decisiones más importantes de la vida. Y es mayor la trascendencia, porque involucra la convivencia con una persona completamente distinta a ti, educada de forma distinta, con otros valores y otros conceptos que pudieran diferir de los tuyos.
Esto puede ser una experiencia enriquecedora, pero al mismo tiempo, hay que tener ciertos aspectos en cuenta. Considero que uno de los principales es el “¿Por qué te quieres casar?”.
Si entre tus respuestas están algunas de las siguientes, piénsalo dos veces antes de dar el paso:
  • Porque sientes que “se te va el tren”, sobre todo si rondas los 30.
  • Para que te mantengan, porque ya no quieres trabajar
  • Porque ya no quieres vivir con tus papás.
  • Porque estás embarazada, aún cuando no estás segura de que lo ames.
  • Por presiones familiares
  • Porque estás aburrida de la soltería
  • Porque te sientes sola
Si encuentras cierta similitud entre las razones anteriormente mencionadas, con las tuyas actuales, puede ser que creas que necesites casarte, pero no que realmente quieras. Esa pequeña diferencia de conceptos, puede determinar todo tu futuro, así que debes discernir cuál es realmente tu caso.
Como dato adicional, te recomiendo la lectura de El Caballero de la Armadura Oxidada (Robert Fisher, Ed. Obelisco), sobre todo, la reflexión que realiza el autor cuando al Caballero se le cuestiona: “¿Habéis confundido la necesidad con el amor?”.
  1. Enriquece tu vida como persona: Independientemente de si eres soltera o casada, tu vida continúa como PERSONA, así que tienes la obligación contigo misma de seguir aprendiendo y seguir superándote, de ser cada día mejor en todos los aspectos.
Solamente reinventándote cada día e imponiéndote nuevos retos, harás de tu vida una aventura digna de vivirse, sin importar si tienes pareja o no. Además, cuando te mantienes ocupada y al pendiente de tus intereses, cultivando además tu parte intelectual y espiritual, logras convivir armónicamente con la persona más importante de tu vida: TU. Y si puedes convivir contigo misma, es mucho más probable que alguien más, hablando de pareja, también pueda hacerlo.
  1. Determina qué es lo que quieres de tu relación COMO PAREJA: Sí, ya sé que quieres ser “feliz para siempre” y que eso pasará en cuanto llegue tu Príncipe Azul. Pero, ¿realmente sabes qué es lo que comprende el concepto de “feliz para siempre”?
¿Has pensado en lo que estás dispuesta a ceder y en lo que esperas recibir? ¿Has pensado si estás dispuesta a dejar de ver a tus amigos, familia, irte a vivir a otra ciudad o país, si quieres postergar tus aspiraciones profesionales, quién va a hacerse cargo de los gastos de la casa, si quieres tener hijos, quién y cómo se harán cargo de su educación, qué va a pasar si les falta el dinero, bajo qué religión van a educar a su familia y tantos otros aspectos que hay que considerar para tener un futuro con el final de “felices para siempre”?
¡Ah verdad! ¡Eso no lo platican en los cuentos de hadas, pero es real! Este tema lo he ahondado en una entrada anterior, llamada El Príncipe Azul. http://mujeresymonstruos.blogspot.com/2011/03/el-principe-azul-por-elena-savalza.html
  1. Puedes ser soltera o casada, pero jamás eres “producto terminado”: El día que consideres que ya no tienes nada qué aprender, nada qué dar, nada qué mejorar, nada más qué hacer; ese día estarás espiritualmente muerta (aún cuando sigas respirando).
Siempre habrá algo bueno qué hacer por ti y por los demás. Es cuestión de abrir tu mente y tu corazón a nuevas posibilidades y experiencias.
No está mal querer casarse y formar una familia. Sin embargo, no te olvides que antes que ESPOSA o MADRE, eres una MUJER, y como tal, tienes mil posibilidades para crecer y trascender y muchas cosas por hacer y por aportar, independientemente de tu estado civil.
Si hoy fuera el último día de tu vida… ¿Lo querrías vivir en compañía del “Monstruo MMC”?
¡Yo creo que no!

Síguenos en Twitter como @princesas_ind También estamos en Facebook, busca Mujeres Adictas a los Monstruos, entra a la página y da click en "Me gusta".

jueves, 9 de junio de 2011

“¡Qué padre es ser un buen padre!”...Por Elena Savalza

Hoy quiero compartirles algo que escribí hace ya unos meses, pero que con motivo del Día del Padre y muy en especial, por el próximo cumpleaños de mi papá, publico en este espacio:


Hace un tiempo estaba platicando con un amigo acerca de trivialidades, cuando él me mencionó en la conversación la frase que da título a esta nota: “¡Qué padre ser un buen padre!”
Al decir esto, comenzamos a profundizar en lo que ser buen padre o madre significa, en el amor de los padres por los hijos y las enseñanzas de algunas de las experiencias más difíciles en nuestras vidas. Supongo que esa conversación me dejó con algo de “papitis”, porque no dejé de pensar en mi papi toda esa mañana...
Siempre he reconocido en mi carácter, sean defectos o virtudes, mayor similitud con mi papá que con mi mamá (incluso mis hermosos ojazos tapatíos los heredé de él). Quizá sea porque mi hermana menor, Isabel, nació cuando yo tenía apenas año y medio de edad (de hecho, fuimos bautizadas el mismo día); lo cual, según me platican, debido al embarazo, mamá ya no podía abrazarme tanto y quien lo hacía era mi papá. Quiero creer que, al nacer ella y enfocar mi mamá la mayor parte de su atención y cuidados hacia mi hermanita, como es lógico; yo me hice más “hija de papi”. No por esto, aclaro, le resto méritos a mi mamá, a quien también adoro y reconozco enormemente sus esfuerzos por darnos una buena vida a mis hermanos y a mí (y actualmente, hasta a algunos de mis sobrinos), es solamente que siempre me he sentido más consentida por mi papá que por mi mamá.
Mis primeros recuerdos sobre la relación con mi papá se remontan a la edad de 3 o 4 años, cuando viviendo todavía en Ixtlán, Nayarit, Isa y yo nos levantábamos temprano todos los domingos a ver el programa de Chabelo, porque a nuestra edad, creíamos que solamente viendo el programa, mi papá, que entonces trabajaba fuera de Ixtlán, llegaría a visitarnos.
Después nos fuimos a vivir a Tecolotlán, Jalisco, donde Don Antonio Zavalza (la correcta ortografía de mi apellido es esa), nos sacaba a pasear de la mano por el pueblo, sin faltar donde se estacionara a platicar con quien se encontrara (medio “pachito” Don Toño, jejeje). Al hacerlo, tanto Isabel como yo, nos sentábamos una en cada una de sus botas de 28 cm, a esperar pacientemente  que mi papá terminara de chismosear y siguiéramos el paseo. Todavía ahora, papá se ríe al acordarse de su “par de greñudas” (como nos llama cariñosamente a Isa y a mí) sentadas en sus pies.
Crecí y con el tiempo me separé de él físicamente. Creo que de alguna forma, me educó diferente al resto de mis hermanas, porque me dio mayor apertura, libertad y confianza que a ellas. No digo que jamás peleamos o nos enojamos, pero si sé que gran parte de la persona que soy ahora se la debo a él. Alguna vez me dijo que esperaba que estudiara porque era quizá la mejor herencia que podría darme; que quería que supiera lo que era valerme por mi misma antes de casarme y, si después decidía hacerlo, ya habría sabido que sí podía sola. Sin duda, una valiosa lección de independencia que actualmente agradezco infinitamente.
Hace pocos años, mientras yo estaba sola un fin de semana en la casa que compartía con mis primas en Tlaquepaque, un grupo de chavos entró a la casa con afán de robar. Por fortuna para mí, no se percataron de que yo estaba adentro y se fueron sin hacerme daño mientras yo me escondía conteniendo la respiración en mi cuarto para no ser descubierta. Pasó el fin de semana y al llegar el lunes yo no había dado ninguna muestra de nerviosismo; pareciera que no estaba ni un poquito asustada por lo sucedido. Sin embargo, al llegar de nuevo a casa por la tarde y ver que mis primas no habían regresado todavía, todo el pánico contenido se desplomó, al grado de que tuve que llamar a casa (sí, la de mis papás en Ixtlán) y, al escuchar la voz de mi mamá, me puse a llorar. No terminaba siquiera de colgar el teléfono cuando comencé a escuchar 3 patrullas de la policía en la calle. Colgué sin entender muy bien lo que pasaba, pero en unos minutos lo sabría: mi papá, en su desesperación por escuchar que, a distancia, su niñita querida (de 22 años entonces) estaba llorando asustada e histérica, no se le ocurrió qué más hacer para ayudarla que llamar a la policía reportando un robo en mi casa. Aclaré la confusión y la policía se fue; pero nunca voy a olvidar la tremenda muestra de amor de mi papi, que, ante la impotencia de no estar conmigo cuando parecía necesitarlo tanto, “activó” de inmediato su instinto de protección por su hija y mandó quien cuidara de mí…
A través de la escritura en este blog he aprendido y concluido que no hay una sola Princesa en este planeta que no haya llorado por un Sapo, que nunca pudo rescatar a su Príncipe interior (porque sigo insistiendo, todos lo tienen). Sin embargo, si algo hay de cierto en toda esta mezcla de personajes y de historias es que “No hay una sola Princesa que no sea hija de un Rey”.
Si bien mi papá pudo haber sido Sapo o Príncipe en distintas etapas de su vida para alguien más (quizá incluso, para mi propia madre); no podría colocarlo en un espacio entre Príncipes y Sapos. La razón es muy sencilla:
Puedo cumplir muchos años, acumular kilos, arrugas, celulitis; finalmente, el tiempo no perdona…
Puedo vestirme al último grito de la moda, con ropa de marca y bolsos de diseñador y al día siguiente, estar completamente fuera de moda…
Puedo cortarme el cabello, pintármelo, alaciármelo, dejármelo crecer…
Puedo engañar, mentir, ser medio buena o medio mala, equivocarme una y otra vez…
Puedo tener dinero y una posición respetable, o no tenerlos…
Puedo ser  princesa, bruja mala o hada loca…
Puedo conocer muchos Príncipes o muchos Sapos que se irán o se quedarán, que me harán reír o llorar. Algunos me dirán “te amo” y quizá pueda ser cierto; otros seguirán siendo Sapos, sin importar la cantidad de besos que quiera gastar en ellos con el afán de romper el hechizo…
Pero, siempre habrá un solo hombre que me ama y me amará incondicionalmente a pesar de lo que yo diga, lo que haga, lo que tenga y cómo me vea. Ese hombre no me dejará por gorda, por vieja o por amargada, ni por alguien menor que yo cuando se enfade de mí (¡estoy segura!). Tampoco se le terminará el amor inexplicablemente, porque me ha amado tal como soy desde hace 29 años: ese hombre es mi papá.
Quizá ya no puedo sentarme en sus pies como cuando tenía 5 años, ni me levanto los domingos a las 7 de la madrugada a ver Chabelo para que llegue, pero sé que aún está allí y aunque no físicamente juntos, siempre está en mi corazón…
Si tienes la fortuna de que al llegar a casa, tu papá te esté esperando, disfrútalo hoy. Pero si (como yo) no puedes, llámalo o por lo menos, piensa en él…
Recuerda que gran parte de lo que eres y lo que tienes ahora, se lo debes a él y que a pesar de que pudo haberse equivocado, hizo lo mejor que pudo con lo que tuvo. Finalmente, nadie nos enseñó cómo ser buenas personas y mucho menos, cómo ser buenos padres…
Y si eres hombre y tienes hijos, espero que en algún momento puedas decir por experiencia propia lo que Daniel comentó ese día: “¡Qué padre ser un buen padre!”.
Dedicado especialmente para mi papi, quien el próximo domingo 12 de junio cumplirá 63 años de vida; pero también, para todos los papás y “papacitos” (¿por qué no?) de mi vida en este Día del Padre…

Recuerda que ya tenemos página en Facebook, para que puedas enterarte de nuestras actualizaciones al momento.  Búscanos como Mujeres Adictas a los Monstruos visita la página y da click en "Me gusta".

miércoles, 8 de junio de 2011

Monstruo #4: La presión por la delgadez extrema... Por Elena Savalza

Hola a tod@s, ¡Qué gusto saludarles de nuevo desde este espacio!
Quiero hablarles de un Monstruo con el que sé que muchas de ustedes, mujeres, se sentirán identificadas; y, del que no está de más que ustedes hombres, que nos hacen favor de leernos, se enteren de qué forma puede afectar la vida de una mujer y, que en lo posible y sin importar lo que Shakira diga, cuando mueve su escultural cuerpo en el nuevo video de Rabiosa (no apto para anoréxicas en recuperación), traten de ser comprensivos con nosotras si de pronto no cumplimos con ese prototipo de perfección.
Estoy hablando del Monstruo de: “La presión por la delgadez extrema”.
Si alguien puede hablarles de este Monstruo con todo conocimiento de causa, soy yo. Crecí en una familia donde, por el lado de mi mamá, la genética bendijo a mi abuela materna (q.e.p.d.) y a mis tíos con un cuerpo delgado. Sin embargo, por el lado de la familia de mi papá, absolutamente todos heredaron la tendencia a la obesidad de mi abuela paterna (q.e.p.d.), junto con una amplia colección de enfermedades relacionadas con la misma (diabetes, hipertensión arterial, problemas cardiacos, etc.).
Con esta mezcla de genes, en mi familia se dio una curiosa “alternancia”. Somos 9 hermanos y mis papás se las ingeniaron para traernos al mundo en parejita: es decir, primero tuve 2 hermanos, después 2 hermanas, después 2 hermanos, después nací yo y me siguió otra hermana y al final, mi hermano menor. Pero lo chistoso de esto, es que en cada una de las “parejitas” había un “gordo” y un “flaco”, como mi mamá decía.
En la parejita formada por Isabel, mi hermana menor, y yo ¿adivinen a quién le tocó cargar toda su vida con la etiqueta de “gorda”?... ¡A mí!
Sabemos, que todo lo que los niños pueden tener de hermosos y maravillosos, también lo pueden tener de crueles, cuando su creatividad está mal enfocada. Así que, desde muy pequeña me tocó padecer las burlas e infinidad de apodos por esta situación. Sí, entre otras “linduras”, nunca me dejaron usar la bicicleta “para que no la fuera a romper” (y hasta la fecha no sé andar en bicicleta, ¡ups!), o por ejemplo, una vez mi hermano se fracturó el hombro jugando en un resbaladero y todos me dijeron que había sido “porque yo le caí encima”. Fue tremendo para mi, que tan solo tenía 4 años, ver llorar de dolor a mi hermano de entonces 10 años por el dolor de la fractura. Me sentía verdaderamente culpable, porque en efecto, accidentalmente yo caí encima de él, pero de ninguna forma podría haber causado la lesión que él tenía en ese momento.
A la edad de 7 u 8 años, era tan consciente de mi “gordura”, que ¡me ponía a dieta yo sola! Imaginen a una niña de esa edad, matándose haciendo ejercicio y suprimiendo a su manera, la tortilla, las grasas y buscando los pocos productos bajos en grasas que en esa época había. Es cruel, pero desafortunadamente, eso les hacemos a nuestras niñas infinidad de veces al ponerles la etiqueta de “gorda”, sin enseñarlas a llevar una vida sana.


Elenita creció y se convirtió en Elena, pero nunca pudo alcanzar el estándar autoimpuesto, no solamente por la estilizada figura de sus hermanas, que comían y comían sin engordar ni un gramo; si no que, ahora, era consciente de que en el mundo existían mujeres como Claudia Schiffer, Naomi Campbell o Cindy Crawford, que eran las top models más famosas de su época de secundaria y que se veían divinas en esos cuerpos delgados.
Si bien, siempre tuve suerte con los chavos, nunca me sentí completamente segura de gustarles de verdad, me costaba mucho trabajo creer que mi cuerpo de verdad les atrajera. Pero lo peor fue, cuando conocí a mi novio de toda la universidad.
Él provenía de una familia donde todos eran muy delgados y físicamente muy agraciados. Y, para colmo, él tenía una hermana hermosísima y súper delgada que era su adoración. Por lo cual, ahora la competencia no era solamente con mis hermanas y con las chicas de la pasarela, sino también con mis cuñadas.
Entonces, la presión sí se volvió insoportable.  Pero agravó cuando salí de la universidad y me di cuenta de que en el ámbito laboral, él tenía que convivir con muchas mujeres muy guapas.
¿La consecuencia?... comenzó una incesante guerra por la delgadez. Me mataba de hambre, me mataba haciendo ejercicio, escogía la ropa cuidadosamente para que ni un solo rollito de grasa corporal asomara por fuera del pantalón o de la blusa, jamás me permití rayas horizontales ni prendas claras en la parte baja.
Llegué al grado de auto medicarme con toda clase de sustancias para quemar grasa o inhibir el apetito. Sustancias que, ahora, sé que están prohibidas por la FDA y que muchas ya hasta las sacaron del mercado mexicano por ser altamente dañinas para la salud.
Me moría de pavor de pensar siquiera en ver a su familia o a la mía y que me dijeran: “¿estás engordando?” (De hecho, aun me sucede a menudo). Todo mi mundo giraba alrededor de verme súper flaca y aún así, no conseguía ser tan flaca como mis hermanas o las top models. Jamás pude ponerme una talla 5 porque mi complexión natural no es para talla 5, pero la talla 7 llegó a lucir verdaderamente horrible en mi cuerpo, porque… no la llenaba; y mejor ni les platico de las veces que me preguntaron si tenía cáncer, SIDA o usaba drogas.
Cuando terminé con él, la costumbre se quedó tan arraigada, que repetí el patrón de comportamiento con el resto de mis galanes: tenían una novia flaca, una Barbie hueca. Incluso, en una ocasión, bajé de peso tan drásticamente que deje de menstruar por 2 periodos seguidos y hasta creí que estaba embarazada.
Hace más de 2 años la historia cambió: tuve un acontecimiento personal muy fuerte, algo que me hizo entender que ser flaca no te abría las puertas, ni del éxito ni del amor: tuve dos pérdidas demasiado fuertes en el terreno sentimental y laboral.
Sin embargo, en ese momento no estaba en condiciones mentales y espirituales de lidiar con el dolor que eso significaba, así que enfoqué de forma negativa el liberarme de la presión por ser delgada. Para colmo, al comenzar un poco de estabilidad en el terreno personal y laboral, me empecé a atiborrar de trabajo;  así que comía mal, descansaba mal y no hacía nada de ejercicio, por lo tanto mi problema se agravó y subí muchísimo de peso.
Hoy las cosas son distintas: sé que el ser extremadamente delgada no te soluciona la vida, sé que hay cosas más importantes que un cuerpo bonito y me he dedicado más a cultivar mi parte intelectual, profesional y espiritual.
También sé que si bien, la apariencia física cuenta, el amor y la amistad verdaderos, van mucho más allá de un cuerpo bonito.  Mi familia me quiere aunque sea “la gorda”, como mi papá sigue diciéndome.
Veo mis fotografías de cuando era súper flaca y no me reconozco.  De hecho, ahora que lo pienso ni siquiera disfrutaba serlo y jamás aprecié mi figura estilizada. Aún ahora mucha gente me pregunta sobre mis épocas de “flaca”, como si hubiera sido un crimen haber engordado (y como si me hicieran un favor al recordármelo), sin saber lo que había detrás de la Barbie.
Pero, como a mis casi 29 años ya tengo la madurez suficiente de “disfrutar” verme bien por MI, por mi salud y por mi autoestima, sin importar el estándar que la moda, mi familia o algún galán impongan; decidí volver a bajar de peso, de una forma racional y consciente. Me puse en manos de una profesional, estoy cambiando de hábitos, volviendo a hacer ejercicio y disfrutando el proceso de volver a ser una Barbie…
Tengo una semana en el programa y me siento muy bien, además, ya perdí casi 4 kilos… ¡y vamos por más!
Puedo perder “peso”, pero ya no pierdo “piso”. Ya sé que ser “flaca” no es lo más importante. Ya sé que si consigo un aumento o un ascenso, no será por mi cuerpo si no por mi preparación y dedicación. Ya sé que si un galán se queda conmigo o no, no será por mi figura de Barbie, si no por muchos otros factores que sorprendentemente, a veces nada tienen que ver con la atracción física. Y también sé, que lo que más importa es que mi mente esté sana y yo me sienta en paz y en armonía con mi interior, porque esa actitud y esas ganas de vivir, las reflejo al exterior y son las que me hacen ser tan atractiva como ya soy, independientemente de los kilos que (todavía) me sobran.
Hoy soy consciente de que tengo tantas cosas buenas qué dar, que no cabrían en un pantalón talla cero y que lo mejor de mí, no está en mis caderas ni en mi cintura.
Es estético y agradable a la vista ver un cuerpo bonito, pero no lo es todo.  Es fantástico verte al espejo y que te devuelva una sonrisa de aprobación, porque a todas nos gusta sentirnos bonitas y que nos volteen a ver. Por lo menos yo, me declaro fanática de la atención.
Con el tiempo, inevitablemente el cuerpo se arruga y se vuelve flácido, la grasa le gana al músculo, nuestro metabolismo se vuelve lento y nuestro cuerpo envejece sin remedio; pero lo que pongas en tu mente y en tu corazón, permanece siempre contigo y es tu mejor carta de presentación.
Así que, chicas: ¡A quererse mucho, sentirse bien consigo mismas y a mantener una actitud positiva, ya que esa es la mejor rutina de belleza!