En mi experiencia como Consultor e Instructor y en mi vida, muchas veces he escuchado y dicho la frase “la única constante es el cambio”. Es más, les puedo decir que normalmente, cuando comenzamos con la etapa de planeación estratégica en una organización, lo primero a lo que recurrimos es a esta frasecita, que aunque un tanto trillada, encierra mucho de verdad: explica de qué forma la vida no se detiene (por mucho que a veces quisiéramos) y que en la medida que tengamos la capacidad de adaptar nuestros objetivos y planes (empresariales o personales) en función a las nuevas situaciones, seremos más “competitivos”, tanto en el mercado como en la vida misma… incluso si nuestro principal “competidor” somos nosotros mismos.
Pues bien, hoy quiero hablar un poquito del cambio. Digo que solamente “un poquito”, porque el tema podría ser tan extenso que no nos alcanzarían las 141 entradas que este blog ya tiene, para abordarlo de la forma en que el tema se merece, en función del impacto que puede generar en nuestras vidas.
Pero aun así, me aventuro a abordarlo…
Hace unos meses, como todos pudieron darse cuenta, tuve una “regresión al pasado”, en la cual comienzo por primera vez un proceso de duelo para superar la ruptura (de la cual hace ya casi 3 años… ¡gracias!) con el amor de mi vida. Esto sucedió, al comenzar el mes de junio de este año. ¿Tarde? Sí, bastante. Pero quizá mi corazón y mi mente tenían entonces demasiados cambios qué asimilar y dejaron de lado este, por demás importante.
Haciendo un pequeño resumen de lo que ha sido mi vida en ese lapso, casi 3 meses, puedo decir que he tenido durante este proceso, los siguientes avances:
· Llorar a mares: No es bonito, para nada. Sobre todo, cuando la mayoría de las personas a tu alrededor interpretan el acto de “llorar” como una muestra de debilidad e incluso, puede llegar a molestarles. Creo que de todo, lo más básico, resultó lo más complicado. Aunque por suerte, las lágrimas no duran mucho y les puedo decir, que después de esos “primeros días”, no han venido de nuevo a mis preciosos ojos.
· Aceptar: A veces, cuando se pierde se gana. Fue muy difícil entender que, esta no era una pelea cualquiera, sino la última. Aceptar que ya no volveré a verle, ni tendré el derecho de llamarlo o escribirle “sólo para ver cómo está”, no ha sido fácil e incluso, a veces me siento de nuevo tentada a hacerlo, pero en este caso, la razón sí ha podido más que el corazón y me he mantenido a raya. Cada día, la ansiedad por saber de él, ha sido mucho menor, sin embargo, en los próximos días (que será su cumpleaños) con seguridad, será mi prueba de fuego, por lo cual no puedo cantar la victoria aún.
· Re enfocar mis prioridades: En esta parte, ha habido dos aspectos fundamentales. El primero, fue el preocuparme un poco más por mí y traducido a términos prácticos, se resumió en hacer cambios en mi alimentación y volver a ejercitarme, con lo cual, realmente me ha ido bastante bien. El otro cambio, fue retomar mi carrera como Consultor, que era otra de mis pasiones, con lo que, realmente me he sentido muy satisfecha y ha ocupado gran parte de mi tiempo y mi cerebro. Así que, aunque el corazón reniegue, el cerebro ni se ha enterado.
Se preguntarán por qué hago esta rápida “revisión de resultados”. Pues bueno, les explicaré:
En estos 3 meses, la sola idea de pensar en un “hombre” en mi vida, me producía una tremenda apatía. De hecho, comencé a entrar en una etapa en la que ya había adoptado la resignada etiqueta de “solterona” que convertí en “chingonería”.
Sin embargo, aunque sigo coincidiendo en que la “chingonería” es mi estado ideal y sigo excluyendo de mis planes inmediatos cualquier actividad que involucre un compromiso formal a largo plazo con una pareja, por estar fuera de mis prioridades inmediatas, había un aspecto que no había considerado dentro de la “justificación de exclusiones”: SEXO.
Así es: a mí perfecto plan de vida, en el cual la pareja no se vuelve como una “materia obligatoria” para obtener el grado, sino más bien forma parte de las “optativas”, se le olvidó considerar, ni como “taller”, el que pasada la tristeza inicial, mis hormonas iban de nuevo a recordarme que si bien soy una persona pensante, objetiva, equilibrada, inteligente, con múltiples actividades, que apenas si tiene tiempo para pensar en otra cosa que no sea trabajo entre semana sin olvidarse de su vida y un poco (bueno, a veces mucho) de vida social el fin de semana; también soy, en su esencia más natural y rudimentaria… una MUJER.
Y entonces, cuando ni siquiera pensaba en sexo, cuando ni consideraba la posibilidad (y que conste que no por falta de “ofertas” pues eso siempre abunda), la oportunidad llegó a mí, pero esta vez acompañada de otro factor: atracción y reciprocidad.
¡Adivinaron! Conocí a alguien…
El sábado nos fuimos al Bora’s Ámbar y yo, debido a que nadie más se quiso unir a la convocatoria. Llegamos solitas, pero, como siempre, terminamos la noche en “multitud”. Resulta que me encontré a un amigo, que a su vez, llevaba a otro amigo y los invité a sentar a mi mesa. Al rato, llegaron nuestras amigas de todos los sábados, después los “guaruras” y así, comenzó a extenderse nuestra red.
Estaba en lo más divertido de la noche, cuando de pronto lo vi. Alto, delgado, blanco tirando a rubio. Cosa curiosa, porque normalmente, a mí me atraen más los morenos. Pero algo vi en él que me gustó. Se acercó a mí (después de un par de miradas coquetas por parte mía mientras bailaba, obvio) y nos presentamos.
Como la música estaba casi terminando, salimos del bar y nos quedamos platicando en la entrada. Fue un momento agradable, la verdad. Resultó que, por cuestión trabajo, teníamos algunas cosas en común y de pronto nos enfrascamos en una agradable (aunque un tanto superficial) conversación.
En eso, salió Ámbar con el resto de nuestros amigos y seguimos la fiesta en la playa. Fue entonces cuando volví a sentir ese “no sé qué” que jamás me he explicado, pero que hace la diferencia entre “sólo amigos” y “algo más que amigos”…
Tengo que reconocer, que me la pasé muy bien con él. El niño fue lindo, atento, divertido y me reí muchísimo. De hecho, es la primera vez que conozco a alguien “soltero y sin compromisos” (es decir, ningún hijo o ningún divorcio a cuestas, ni ex molestosas) que me gustara lo suficiente como para que me despertara “pensamientos pecaminosos” a pesar de mi estricta determinación por no incluir hombres en mi vida.
¿Qué va a pasar ahora? No tengo ni la menor idea. Pero de esto, hay algo que me gusta: la completa y total falta de expectativas ante este hecho. Por curioso que parezca, no espero nada ni de la situación ni de la persona.
Vive a unas calles de mi casa, sé dónde vive, donde trabaja, en qué horario va, quién es su jefe, sabe dónde vivo, tiene mi número y sabe que el Bora’s es algo así como mi “nave nodriza”, además de que sabe que escribiré sobre él hoy; así que, supongo que el destino no necesita demasiada ayuda con toda esa información.
Vive a unas calles de mi casa, sé dónde vive, donde trabaja, en qué horario va, quién es su jefe, sabe dónde vivo, tiene mi número y sabe que el Bora’s es algo así como mi “nave nodriza”, además de que sabe que escribiré sobre él hoy; así que, supongo que el destino no necesita demasiada ayuda con toda esa información.
Lo que sí sé, es que en algunas ocasiones la vida también pone a prueba tu capacidad de disfrutarla (con responsabilidad, claro está) y las complicaciones suelen pasar a segundo plano, cuando solamente se trata de vivir y de recibir las cosas buenas y las lecciones que tenga para ti.
Muchas veces, creemos que el cielo está tan nublado que no dejará de llover. Como buenos seres humanos, nuestro instinto de supervivencia nos hace que nos adaptemos a una situación y busquemos la mejor forma de salir adelante con los recursos que tenemos, llegando incluso a disfrutar verdaderamente de nuestra nueva adaptación. Es decir, aprendemos a seguir nuestra vida, con todo y el aguacero.
Pero, por más que planifiquemos, siempre habrá factores externos que de pronto harán que nuestros planes se alteren. Esto no debe asustarnos, al contrario: debemos aprender que, el cambio siempre será constante en nuestras vidas y de nuestra capacidad de respuesta y de cómo afrontemos cada situación, dependerá la calidad con la que vivamos nuestras vidas y la felicidad de cada uno de esos momentos.
Así que, ya veremos en los próximos días, si es que este blog tiene un nuevo personaje del cual platicar…
P.D.: ¡Te dije que escribiría sobre esto!
Para finalizar, les dejo el enlace del video que Ámbar mencionó en su entrada más reciente y que es un resumen del libro de Spencer Johnson “¿Quién se ha llevado mi queso?", cuyo tema principal es la adaptación al cambio.
Gracias por seguirnos leyendo y hasta la próxima…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos gustaría conocer tu opinión. ¿Por qué no nos dejas un comentario?