miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi corazón polifacético… Por Anónimo.


(O también podría llamarse “la perra de los dos baguettes, jajaja.)

Cuando conocí a Alex no tenía idea del amor, después de conocer a Braulio tampoco sabía nada sobre las relaciones sentimentales.  Y así estaba yo como si nada, como esperando a que el amor tocara a mi puerta. Lo que nunca imaginé es que tocarían dos amores al mismo tiempo.



Creo que nunca olvidaré esa noche... yo sentada en el sofá  esperándolos mientras se cambiaban y arreglaban, ahí estaban mis dos chicos, enamorados, felices, emocionados porque la noche era joven e íbamos a salir por unos tragos y nos la pasaríamos increíble como siempre. Recuerdo que mientras Alex se lavaba los dientes me volteaba a ver y me guiñaba el ojo y cuando se volteaba para enjuagarse Braulio me mandaba un beso en el aire. No te imaginas el ambiente que se respiraba en esa casa donde vivíamos los tres, inundada de deseo, alegría y amor…  Después todos muy guapos y arreglados salíamos a buscar aventuras por la noche, ummm ¡si que era feliz en esos días!

Resulta que Alex era un tipo de 1.90 con ojos aceitunados, cabello negro, piel blanca, labios carnosos, delgado pero atlético, hombros anchos, suave pelo en pecho y cara de ángel, inteligente, Lic. en Derecho, sarcástico, risueño, ¡un caramelo!, mientras tanto Braulio; Artista plástico, casi de la estatura de Alex (nunca supe quien era más alto, de todas formas yo les llegaba apenas un poco más abajo del hombro), hermosos ojos azules, cabello castaño claro, voz ronca y varonil, guapísimo, con un humor infantil que de solo acordarme de su cara sonriente contándome un chiste se me erizan los vellitos de la piel.  Estábamos en nuestros veintitantos, nada nos perturbaba, si buscabas en el diccionario la palabra feliz seguro aparecerían nuestras fotos.

¿El sexo?
El sexo era delicioso, Alex podía durar horas y horas sin cansarse, con el hacías el amor, punto. Primero me llenaba de besos todo el cuerpo, me tocaba cada parte, me besaba mucho  ¡ahh que rico es cuando te besan mucho! No se detenía hasta que yo terminara de la forma más gloriosa posible, hacía todo lo que yo le pedía y se dejaba hacer lo que se me antojara, su pene era tan hermoso que podría aparecer en las mejores revistas de arte, derechito, bien formado, yo lo amaba.

Braulio lo tena un poquito más grande, el era más ardiente, decía “cosas sucias” en la cama, el si cogía, recio, a veces me hacía llorar de placer, siempre terminábamos completamente mojados de sudor y de otras cosas. También lo amaba infinitamente…

PERO…
¿Por qué tiene que haber un pero? Así es mis estimadas amigas, hay un maldito pero en esta linda historia, un “pero” que he odiado todos estos años, el innombrable “pero”, tratábamos de omitirlo y jamás mencionarlo pero estaba ahí, en nuestras cabezas, cuando comíamos y crujía la comida entre las muelas nos lo decía al oído el destino, mientras estábamos en silencio lo escuchábamos susurrar en el aire, mientras dormíamos, estaba el maldito “pero”, pero, pero… Pero no podíamos seguir por mucho tiempo, ese era el problema, además Alex no sabía que Braulio se metía en mi cama mientras él no estaba. Así es, soy mala, Alex me amaba. Era mi novio y yo lo traicionaba con su mejor amigo que vivía con nosotros, ¿soy mala? Juzguen ustedes mismas al final de la historia.



¿A caso no somos racionales? ¿No se puede querer de igual manera a dos personas a la vez?, créanme amigas yo lo hice y si se puede. Una vez alguien me dijo algo que cambió el rumbo de mi vida y la alteró completamente, me dijo: “Arrepiéntete de lo que NO hagas” y bueno, lo apliqué.

La cosa es que mi novio tenía planes sin mí, sabíamos que cuando en su trabajo lo cambiaran de plaza terminaríamos sin remedio y habíamos decidido continuar así, que una estúpida empresa decidiera nuestra relación. Mientras Braulio se había enamorado de mí y yo de él. Tuve que sacrificarme y seguir con los dos hasta que el destino tomara su rumbo. El plan era que cuando Alex se fuera Braulio y yo continuaríamos nuestra historia de amor juntos.

Después de dos años lo inevitable llegó. Alex se fue.  Cuando lo despedimos los tres lloramos y nos abrazamos. Alex le dijo a Braulio que me cuidara, que no me dejara de querer (creemos que Alex siempre supo de lo nuestro pero nunca lo hemos mencionado). Recuerdo que salí corriendo en mi bicicleta y mis lágrimas volaban por el aire por la velocidad que llevaba. Sufrí.
Luego Braulio y yo pasamos unos meses juntos pero ya no era lo mismo, faltaba algo.



Al poco tiempo decidí dejar a Braulio y continuar sola con mi vida.
Y aquí sigo regándola, yéndome de hocico, componiéndola, sobrellevándola… haciendo las cosas como mejor me parece, continuando con mi vida sin dejar de sonreír.

Pero nunca olvidaré a mis dos amores que una vez vivieron en mi corazón polifacético. 


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lunes, 29 de agosto de 2011

Cuando el cambio te sorprende... Por Elena Savalza

En mi experiencia como Consultor e Instructor y en mi vida, muchas veces he escuchado y dicho la frase “la única constante es el cambio”. Es más, les puedo decir que normalmente, cuando comenzamos con la etapa de planeación estratégica en una organización, lo primero a lo que recurrimos es a esta frasecita, que aunque un tanto trillada, encierra mucho de verdad: explica de qué forma la vida no se detiene (por mucho que a veces quisiéramos) y que en la medida que tengamos la capacidad de adaptar nuestros objetivos y planes (empresariales o personales) en función a las nuevas situaciones, seremos más “competitivos”, tanto en el mercado como en la vida misma… incluso si nuestro principal “competidor” somos nosotros mismos.
Pues bien, hoy quiero hablar un poquito del cambio. Digo que solamente “un poquito”, porque el tema podría ser tan extenso que no nos alcanzarían las 141 entradas que este blog ya tiene, para abordarlo de la forma en que el tema se merece, en función del impacto que puede generar en nuestras vidas.

Pero aun así, me aventuro a abordarlo…

Hace unos meses, como todos pudieron darse cuenta, tuve una “regresión al pasado”, en la cual comienzo por primera vez un proceso de duelo para superar la ruptura (de la cual hace ya casi 3 años… ¡gracias!) con el amor de mi vida. Esto sucedió, al comenzar el mes de junio de este año. ¿Tarde? Sí, bastante. Pero quizá mi corazón y mi mente tenían entonces demasiados cambios qué asimilar y dejaron de lado este, por demás importante.

Haciendo un pequeño resumen de lo que ha sido mi vida en ese lapso, casi 3 meses, puedo decir que he tenido durante este proceso, los siguientes avances:


·         Llorar a mares: No es bonito, para nada. Sobre todo, cuando la mayoría de las personas a tu alrededor interpretan el acto de “llorar” como una muestra de debilidad e incluso, puede llegar a molestarles. Creo que de todo, lo más básico, resultó lo más complicado. Aunque por suerte, las lágrimas no duran mucho y les puedo decir, que después de esos “primeros días”, no han venido de nuevo a mis preciosos ojos.

·         Aceptar: A veces, cuando se pierde se gana. Fue muy difícil entender que, esta no era una pelea cualquiera, sino la última. Aceptar que ya no volveré a verle, ni tendré el derecho de llamarlo o escribirle “sólo para ver cómo está”, no ha sido fácil e incluso, a veces me siento de nuevo tentada a hacerlo, pero en este caso, la razón sí ha podido más que el corazón y me he mantenido a raya. Cada día, la ansiedad por saber de él, ha sido mucho menor, sin embargo, en los próximos días (que será su cumpleaños) con seguridad, será mi prueba de fuego, por lo cual no puedo cantar la victoria aún.

·         Re enfocar mis prioridades: En esta parte, ha habido dos aspectos fundamentales. El primero, fue el preocuparme un poco más por mí y traducido a términos prácticos, se resumió en hacer cambios en mi alimentación y volver a ejercitarme, con lo cual, realmente me ha ido bastante bien. El otro cambio, fue retomar mi carrera como Consultor, que era otra de mis pasiones, con lo que, realmente me he sentido muy satisfecha y ha ocupado gran parte de mi tiempo y mi cerebro. Así que, aunque el  corazón reniegue, el cerebro ni se ha enterado.

Se preguntarán por qué hago esta rápida “revisión de resultados”. Pues bueno, les explicaré:

En estos 3 meses, la sola idea de pensar en un “hombre” en mi vida, me producía una tremenda apatía. De hecho, comencé a entrar en una etapa en la que ya había adoptado la resignada etiqueta de “solterona” que convertí en “chingonería”.

Sin embargo, aunque sigo coincidiendo en que la “chingonería” es mi estado ideal y sigo excluyendo de mis planes inmediatos cualquier actividad que involucre un compromiso formal a largo plazo con una pareja, por estar fuera de mis prioridades inmediatas, había un aspecto que no había considerado dentro de la “justificación de exclusiones”: SEXO.

Así es: a mí perfecto plan de vida, en el cual la pareja no se vuelve como una “materia obligatoria” para obtener el grado, sino más bien forma parte de las “optativas”, se le olvidó considerar, ni como “taller”, el que pasada la tristeza inicial, mis hormonas iban de nuevo a recordarme que si bien soy una persona pensante, objetiva, equilibrada, inteligente, con múltiples actividades, que apenas si tiene tiempo para pensar en otra cosa que no sea trabajo entre semana sin olvidarse de su vida y un poco (bueno, a veces mucho) de vida social el fin de semana; también soy, en su esencia más natural y rudimentaria… una MUJER.

Y entonces, cuando ni siquiera pensaba en sexo, cuando ni consideraba la posibilidad (y que conste que no por falta de “ofertas” pues eso siempre abunda), la oportunidad llegó a mí, pero esta vez acompañada de otro factor: atracción y reciprocidad.

¡Adivinaron! Conocí a alguien…

El sábado nos fuimos al Bora’s Ámbar y yo, debido a que nadie más se quiso unir a la convocatoria. Llegamos solitas, pero, como siempre, terminamos la noche en “multitud”. Resulta que me encontré a un amigo, que a su vez, llevaba a otro amigo y los invité a sentar a mi mesa. Al rato, llegaron nuestras amigas de todos los sábados, después los “guaruras” y así, comenzó a extenderse nuestra red.

Estaba en lo más divertido de la noche, cuando de pronto lo vi. Alto, delgado, blanco tirando a rubio. Cosa curiosa, porque normalmente, a mí me atraen más los morenos. Pero algo vi en él que me gustó. Se acercó a mí (después de un par de miradas coquetas por parte mía mientras bailaba, obvio) y nos presentamos.

Como la música estaba casi terminando, salimos del bar y nos quedamos platicando en la entrada. Fue un momento agradable, la verdad. Resultó que, por cuestión trabajo, teníamos algunas cosas en común y de pronto nos enfrascamos en una agradable (aunque un tanto superficial) conversación.

En eso, salió Ámbar con el resto de nuestros amigos y seguimos la fiesta en la playa. Fue entonces cuando volví a sentir ese “no sé qué” que jamás me he explicado, pero que hace la diferencia entre “sólo amigos” y “algo más que amigos”…


Tengo que reconocer, que me la pasé muy bien con él. El niño fue lindo, atento, divertido y me reí muchísimo. De hecho, es la primera vez que conozco a alguien “soltero y sin compromisos” (es decir, ningún hijo o ningún divorcio a cuestas, ni ex molestosas) que me gustara lo suficiente como para que me despertara “pensamientos pecaminosos” a pesar de mi estricta determinación por no incluir hombres en mi vida.

¿Qué va a pasar ahora? No tengo ni la menor idea. Pero de esto, hay algo que me gusta: la completa y total falta de expectativas ante este hecho. Por curioso que parezca, no espero nada ni de la situación ni de la persona.

Vive a unas calles de mi casa, sé dónde vive, donde trabaja, en qué horario va, quién es su jefe, sabe dónde vivo, tiene mi número y sabe que el Bora’s es algo así como mi “nave nodriza”, además de que sabe que escribiré sobre él hoy; así que, supongo que el destino no necesita demasiada ayuda con toda esa información.

Lo que sí sé, es que en algunas ocasiones la vida también pone a prueba tu capacidad de disfrutarla (con responsabilidad, claro está) y las complicaciones suelen pasar a segundo plano, cuando solamente se trata de vivir y de recibir las cosas buenas y las lecciones que tenga para ti.

Muchas veces, creemos que el cielo está tan nublado que no dejará de llover. Como buenos seres humanos, nuestro instinto de supervivencia nos hace que nos adaptemos a una situación y busquemos la mejor forma de salir adelante con los recursos que tenemos, llegando incluso a disfrutar verdaderamente de nuestra nueva adaptación. Es decir, aprendemos a seguir nuestra vida, con todo y el aguacero.

Pero, por más que planifiquemos, siempre habrá factores externos que de pronto harán que nuestros planes se alteren. Esto no debe asustarnos, al contrario: debemos aprender que, el cambio siempre será constante en nuestras vidas y de nuestra capacidad de respuesta y de cómo afrontemos cada situación, dependerá la calidad con la que vivamos nuestras vidas y la felicidad de cada uno de esos momentos.

Así que, ya veremos en los próximos días, si es que este blog tiene un nuevo personaje del cual platicar…

P.D.: ¡Te dije que escribiría sobre esto!

Para finalizar, les dejo el enlace del video que Ámbar mencionó en su entrada más reciente y que es un resumen del libro de Spencer Johnson “¿Quién se ha llevado mi queso?", cuyo tema principal es la adaptación al cambio.

Gracias por seguirnos leyendo y hasta la próxima…

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viernes, 26 de agosto de 2011

"¿Hasta cuándo México?": Nuestros verdaderos Monstruos... Por Elena Savalza

Quizá haya a quienes sorprenda o hasta decepcione el leerme en temas que nada tienen que ver con Príncipes, Princesas, Sapos y demás Monstruos. Sin embargo, no creo que se pueda vivir en un “mundo de caramelo” o en un “castillo de azúcar” y ser indiferente a nuestra realidad: nos estamos acabando unos a otros y creemos que está bien.

Cuando comencé a ver el noticiero de López Dóriga anoche, pensé en apagar la televisión para no contaminarme con el horror que vi en las noticias, pero eso sería tan inútil como querer tapar el sol con un dedo. Además, tendría que desconectarme del Facebook o del Twitter y, realmente, no imagino nuestros días sin estos medios de comunicación.

Hoy México me tiene triste…

Sí. Porque amo a mi país y estoy orgullosa de mi tierra. Reconozco sus bellezas naturales, la creatividad de nuestra gente, el espíritu de lucha, el ingenio y la unidad que mostramos cuando nos enfrentamos a situaciones adversas. Si tuviera la oportunidad de elegir dónde nacer, elegiría de nuevo México.

Sin embargo, esta semana mi querido México me ha decepcionado en varias ocasiones:

Desde pequeña he tenido el amor por el futbol metido en el ADN. Me lo inculcaron mis hermanos mayores y crecí enamorada del portero de la selección italiana en el mundial de Italia 1990, que desde mis 8 años, me parecía guapísimo. Aunque a esa edad no entendí muy bien los antecedentes del por qué México no estuvo en el mundial, disfruté el partido de la final Alemania – Argentina, al lado de mis hermanos que desde entonces, me explicaron una de las cosas más complicadas de entender para mí a esa edad: lo que era un “fuera de lugar”.

Comencé a apreciar ese deporte y me jacto de saber sobre él, mucho más que varios hombres que conozco. Soy una fiel seguidora de las Chivas Rayadas del Guadalajara, pero realmente, veo casi todos los partidos de fútbol del fin de semana.

Es por eso que el sábado pasado me indignó la noticia que escuché: balacera en las afueras del Estadio Corona de Torreón, Coahuila, durante el partido entre Santos y Monarcas Morelia.

Familias enteras presenciando un espectáculo que para la mayoría de los mexicanos es, además de cotidiano y popular, un motivo de orgullo y esparcimiento, tuvieron que correr asustadas para agacharse entre las gradas, bajar a la cancha y resguardarse como pudieran.

Hace apenas unos años, nos preciábamos de que en nuestro país, no sucedían los actos de barbarie que ocurrían en los estadios de América del Sur. Pero hoy, la delincuencia, la inseguridad y la impunidad penetró una de las pocas cosas que recientemente a los mexicanos nos generaba alegría colectiva, después de ver el buen desempeño de nuestras distintas selecciones nacionales (exceptuando, por obvias razones, a la que participó en la Copa América de Argentina, llevada a cabo recientemente): el fútbol.

Después, sucedió algo que, como mujer, me llenó de vergüenza: un par de chicas, que al calor del alcohol y con aires de superioridad venidos de no sé dónde, insultaron y agredieron física y verbalmente a los policías que las detuvieron, haciendo gala de un lenguaje tan vulgar y florido que debió ser la envidia de cualquier camionero que las haya escuchado, sin que los flamantes agentes del orden hicieran absolutamente nada para impedirlo.

Me dio vergüenza. Siempre hablamos en este espacio sobre dignidad, sobre amor propio, sobre el respeto… y realmente, ese vídeo, es la antítesis de cualquier cosa que como mujeres nos podríamos permitir. Sentí verdadero horror de imaginar que ese video le daba la vuelta al mundo mientras todos en el exterior creían quizá, en esa falsa imagen de la mujer mexicana.

Sí. Porque podemos ser muy mujeres, muy autosuficientes, muy famosas, muy ricas… pero eso no nos da el derecho de pasar por encima de los demás, perdiendo los más esenciales modales y faltando a las más imprescindibles normas de convivencia. Ante todo: también debemos saber cómo y cuándo ser damas.

Pero todavía no pasaba el furor del tema de las “Ladies de Polanco” en las redes sociales y en los noticieros, cuando se anuncia la noticia del secuestro de otro periodista en Culiacán, Sinaloa, quien a la postre, también habría aparecido asesinado… Y su único delito conocido, fue el de cumplir con la labor tan importante de informar a la población, esa realidad que por todos es conocida: la de nuestro México invadido por ese cáncer que representa la delincuencia organizada.

Lo más triste, es que ni siquiera se le había “invertido” el tiempo aire suficiente a la noticia del periodista muerto, cuando la tarde de ayer, sucede uno de los actos terroristas (sí, terroristas, dije) más crueles y nefastos de los que mi memoria reciente me dan para recordar.

Desde que vi esa noticia, me entristecí profundamente: hasta el momento que me quedé, eran 52 las personas muertas de una manera horrible, calcinadas o asfixiadas en un incendio provocado por el crimen organizado, en una de las ciudades que más quiero: Monterrey, Nuevo León.

Esa ciudad donde tan feliz fui, la que tantos recuerdos hermosos guarda entre sus calles para mí; es también la ciudad que ahora no reconozco y no quisiera reconocer.

Ya en años anteriores, me había tocado ver actos de terror relacionados con el crimen organizado, durante mi estancia en Lázaro Cárdenas, Michoacán hace 3 años, o en un viaje a Reynosa, Tamaulipas, a finales del año pasado, cuando desafortunadamente mi estancia coincidió con la muerte de Antonio Cárdenas Guillén en Matamoros y todos los acontecimientos violentos desencadenados en la frontera norte, relacionados con ese hecho.  Pero sin duda, lo que sucedió en Monterrey, no tiene comparación con nada. Tanto, que de pronto quiero creer que esto no está pasando en mi México querido.


Porque en el México con el que sueño, aún se puede pretender ser policía o ser periodista, sin que el ejercer esas profesiones ponga en riesgo la vida misma.

Y en el México con el que sueño, aún puedo salir a divertirme y disfrutar de un partido de futbol o de una tarde en un casino, sin que eso represente un suicidio masivo.

No tengo banderas ni colores políticos. Pero tampoco soy de la idea de que tengamos que vivir ni con apatía ni con miedo. Porque el miedo, les da el poder a todos aquellos que viven de él. Somos más los que queremos un México libre de violencia, de terror y un México productivo, competitivo, hospitalario y trabajador.

Creo que es, precisamente el miedo a cambiar, el miedo a opinar, el miedo a ser un país distinto, un país exitoso, lo que hace que como sociedad, sigamos viendo este tipo de cosas y pensando que mañana todo seguirá igual y que nada podemos hacer para cambiar nuestro destino como país.

Somos nosotros. Esta es nuestra sociedad y nuestra vida. Nosotros elegimos a nuestros gobernantes y es nuestra responsabilidad informarnos de lo que hacen para poder exigir resultados distintos.

Es nuestra responsabilidad, no marcar una boleta electoral por los colores de un partido, sino por la trayectoria, los logros y las propuestas de nuestros candidatos, independientemente de sus banderas.

Es nuestra responsabilidad educar a nuestros niños de tal forma que prevalezca en ellos la consciencia por el respeto, por la honestidad, por el estudio, por el trabajo duro, por las buenas propuestas y por la participación en los temas que nos involucran a todos.

Te invito a ti, que como a mí, te indigna nuestra realidad, a que no te quedes con las manos cruzadas ante lo que estamos viviendo.

Sé que como yo, quieres también un México mejor… Yo te pregunto: ¿estás haciendo lo suficiente para conseguirlo?

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miércoles, 24 de agosto de 2011

Felizmente "chingona"... Por Elena Savalza

Hace unos días, cumplí 29 años…

Independientemente de que lo anuncié todo el mes de agosto y de que a nadie en absoluto podía pasarle desapercibido mi cumpleaños, puesto que, según me dijo un amigo “hice más publicidad que para los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011”, me dio muchísimo gusto recibir todos los mensajes positivos en mi muro, en mi twitter, por Messenger, por celular y hasta una que otra llamada; sin contar, por supuesto, con lo genial que estuvo mi festejo que duró 3 días…

Pero, no es del maratón de cumpleaños (que por cierto fue bastante divertido)  de lo que quiero platicarles hoy.

En una de tantas “felicitaciones”, hubo en particular un comentario que me llamó la atención: haciendo alusión a mis “casi 30” y a la frescura con la cual todavía digo mi edad sin pudor alguno (¡Ah! Porque deben saber, que hay quienes consideran que debería comenzar a quitarme los años o a “des-cumplirlos”, como si no me hubiera costado trabajo llegar aquí…), alguien me preguntó, al felicitarme, que si me pensaba quedar “solterona”.

Con mi habitual cinismo (que es una de las cosas que, con los años, si no desaparece, se acentúa), contesté que nunca había escuchado a nadie llamar a las casadas “casadonas”, a las divorciadas “divorciadonas” y a las viudas “viudonas”.

Intrigada con el tema, el mismo día de mi cumpleaños, hice una “consulta ciudadana” (muy de moda en épocas pre-electorales) sobre estos términos.

De inmediato, muchas mujeres inteligentes que, Gracias a Dios, han estado en mi vida recientemente, comenzaron a comentar sobre este tema y concluimos que estábamos en la “mejor edad”.

El fin de semana llegó y con él, la fiesta el viernes en el “Santo Mezcal”, donde tuve el honor de compartir grandes momentos con Ricardo, además de varias “mujeres chingonas” como Yecko, Zahamara, Colima, Edit y Ámbar.

Y después vino el sábado, en mi querido y favorito “Bora’s Bar”, donde me hicieron el favor de acompañarme también Ricardo, Ámbar, Gustavo, Edgar, Gerardo, Olga y Guillermo, además de recibir la visita de varios amigos a felicitarme, aunque no se quedaran en mi mesa.

Como “cerecita del pastel”, contamos también con la presencia en el lugar (ni modo, es público) de cierto personaje camaleónico, del cual no había vuelto a saber nada desde el día del cumpleaños de Ámbar, con la historia de “terror” por todos ustedes conocida…

¿Y saben qué? Lejos de lo que pude haber pensado, lejos de importarme, lejos de molestarme o de dolerme, lo disfruté…

¡Sí! Disfruté su mirada, un tanto incrédula, de verme enfundada en unos mini shorts y una blusa blanca con escote sexy, unos tacones altos y un sombrerito cool que la verdad, me hacía sentir como reina. Además, bailé y canté como nunca, me tomé varios tequilas (¡hasta me subí a brincotear a una silla!) y me divertí horrores; por lo que no creo que ni una pizca de arrepentimiento, nostalgia o las dos, haya asomado a mi rostro que jamás perdió su sonrisa enorme, ni por equivocación.

Creo que con nada pagaría, su cara de idiota arrepentido, que me veía con ojos de “la tuve y la dejé ir”… o por lo menos, eso quise pensar. Lo que sí sé, es que si algo opinó de mí ese día, al verme a tan sólo unos pasos de él,  seguramente no fue algo como “Pobrecita: ¡cuánta falta le hago!”

Me sentía más que genial. Una verdadera chingona

Como ya es costumbre, tomamos muchas fotografías y en cuanto pude, las subí a mi perfil de Facebook.

Como caídos del cielo y más que en ningún álbum que haya publicado antes, me empezaron a “llover” piropos y comentarios favorables y hasta un tanto atrevidos, sobre mi look cumpleañero y sobre lo bien que me veía en las fotos, según la opinión pública, lo cual agradezco bastante, pues nunca están de más las “muestras públicas de admiración”, sobre todo para una leona vanidosa y adicta a los reflectores, como su servidora…

Pero entonces, al ver de nuevo yo misma las fotografías publicadas, lo entendí:

No fue mi notoria disminución de peso (que si bien ya se percibe, aún falta), no fue mi semana en el spinning, no fue mi reciente corte de cabello o mi retoque en el tinte, negro como siempre.

Tampoco fue la falda de mezclilla, la blusa negra… o el micro short y blusa blanca, el sombrerito o el maquillaje.

Lo que vi en esas fotografías, no fue el exterior de Elena: por primera vez, en mucho tiempo, reconocí en su interior a una mujer “chingona”.

¿Cómo la reconocí? Muy sencillo y al mismo tiempo, difícil; porque no basta con que la “opinión pública” lo diga y mucho menos, con verte diariamente al espejo.

La reconocí, porque he vivido en ese cuerpo 29 años y nunca le vi más celulitis, ni más estrías. Nunca me preocupé tanto como hoy por la crema para el contorno de ojos, el gel reafirmante nocturno, la crema con colágeno de día, el bloqueador solar, el aceite de almendras para la piel, las mancuernas para la flacidez inevitable que algún día tendrán mis brazos, o los beneficios del ejercicio y dieta sana; y, a pesar de eso, tener la plena consciencia de que no engañaré al paso del tiempo…

Reconocí en mí a la mujer “chingona”, viendo su expresión; que es la de una mujer que ahora, escucha la experiencia de las que le antecedieron y reconoce lo mucho que tiene que aprenderles.

La reconocí, porque recordé todos los frentazos que me di en todos los aspectos: laboral, familiar y personal, cuando creía que podía comerme al mundo sin consecuencias y actué irresponsablemente.

La reconocí, en la cantidad de veces que lloré por estupideces y me enojé por cosas que no valían la pena y que tampoco, podía cambiar.

La reconocí, en todos los errores cometidos, en los besos no dados, en los “te quiero” no dichos, en las disculpas no ofrecidas… en todo lo que nunca dije o nunca hice.

La reconocí en mis miedos, en mis angustias y en mis preocupaciones por cosas insignificantes.

Entonces entendí, que muchas veces gastamos la mayor parte de los 20’s  pensando que nos veremos eternamente como muñecas y creyendo que el cómo nos veamos físicamente es lo más importante, por lo cual nos perdemos de la grandiosa dicha de envejecer con dignidad, convirtiéndonos al final de los años en una triste caricatura de lo que algún día fuimos en años mejores.

Pero la edad, además de las primeras arrugas, de la inevitable celulitis y estrías, del aumento de la grasa corporal, de la piel manchada y las carnes “fuera de lugar”, también te da algo más: la invaluable oportunidad de aprender de tus errores y de cultivar tu mente y tu espíritu.

Ahora, a mis casi 30, ya me equivoqué mucho… pero sé que tengo una larga vida para no repetir los mismos errores.

Ya soñé con imposibles y los perseguí sin éxito, en algunos casos. Sé que quizá me vuelva a pasar, pero ya no me asusta, porque el tiempo no ha pasado en vano en mi cuerpo, pero tampoco por mi corazón.

Hoy, puedo no saber del todo lo que quiero, pero me queda bastante claro lo que no quiero. Valoro lo más importante que tengo y no me preocupo por lo demás, porque sé que Dios quita de mi camino todo aquello que no aporta nada para mi crecimiento y bienestar, ya sean cosas, personas o situaciones.

Aun así, no he llegado: me falta mucho camino por recorrer y muchas cosas buenas por hacer, pero definitivamente, creo que he tenido una muy buena vida y tengo muchos motivos para estar agradecida con Dios.

No soy “Felizmente casada”, como se supone, según muchos, debería ser. De hecho, me cuesta mucho trabajo imaginar ese final para mí. En mi futuro veo viajes, veo estudio, veo libros, veo muchos amigos: pero me cuesta mucho trabajo imaginarme con un marido… (¡Ups!). No lo descarto, solamente que no pasa por mi mente… Y dicen por allí que “lo que pasa por tu mente, pasa por tu vida.”

Lo que sí sé, es que hoy soy “felizmente yo”, “felizmente soltera” o “felizmente solterona”, si algunos quieren llamarlo así…

Y esa felicidad viene, de la tranquilidad de estar en el lugar y en el momento correcto, haciendo lo que me gusta y disfrutando cada cosa que hago sin importar si está o no, dentro de los “cánones” socialmente aceptados.

Creo que, a estas alturas, teniendo la oportunidad de conocer y compartir vivencias con tantas chicas como yo, gracias a este espacio, me doy cuenta que deberíamos inventar un nuevo estado civil: ni divorcio, ni matrimonio, ni viudez, ni soltería…

Estado Civil: “Chingonería”…

Sí, esa chingonería que define a la mujer que está contenta con lo que hace, con lo que tiene y con su forma de vivir. Que ambiciona, que sueña, que siente, que vive intensamente y que aporta a su entorno cosas positivas… sin importar si hay o no, una pareja a su lado, porque ella es…

Sólo por ser mujer…

Por lo tanto, hoy me declaro, en estos términos y con el derecho que mi autonomía me asiste…

… Felizmente “chingona”…

Dedicado a todas las mujeres chingonas que abundan (¡Gracias a Dios!) en mi vida…
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lunes, 15 de agosto de 2011

Cumpleaños... Por Elena Savalza

Alguna vez alguien me preguntó, cual era el cumpleaños que más recordaba: sin dudarlo, contesté que mi cumpleaños número 6, el cual, siempre consideraré como uno de los mejores…
Ese día, estaba en casa festejando con mi familia. Fue un jueves 18 de agosto de 1988. Mis hermanas mayores, Marina y Silvia, estaban haciendo y decorando un pastel para mi. Era de color rosa, tenía lunetas de colores por todos lados y con palillos, sujetaron un letrero que decía “Felicidades Gorda” (bueno, el letrero no me hizo de lo más feliz, lo confieso).
No hay nada que a una niña de 6 años, le cause mayor ilusión que tener a su familia y amiguitos juntos y completos. Sin embargo, esa tarde Dios tendría reservada para mí, una grandiosa sorpresa:
De pronto mi mamá desapareció de la escena y mi papá también. Desde que recuerdo, mi mamá fue rellenita, por lo cual, yo no me percaté meses anteriores, de nada extraño, y supongo que mi hermana Isabel, de entonces 4 años, tampoco.
Cuando Isa y yo notamos la desaparición de mis papás, comenzamos a preguntar por ellos a mis hermanas mayores. “Mi mamá se fue al Seguro”, contestó alguna de ellas.
Entre el alboroto por la fiesta y el pastel, ninguno notamos la ausencia de Isabel. Más tarde, nos dimos cuenta y comenzamos a buscarla. La encontramos afuera de la clínica del IMSS, buscando a mi mamá, pero ella ya no estaba.
Ni Isa ni yo, entendimos por qué mi mamá no estaba y supongo que mis hermanas mayores tuvieron que hacer grandes esfuerzos por controlar nuestra ansiedad esa noche.
Al día siguiente, regresó mi papá. Cuando le pregunté por mi mamá, me contestó:
-          Está en Guadalajara, pero te traerá un gran regalo…
Me emocioné. ¿A cuál niño no le gustan los regalos? Pensé que sería algún juguete novedoso y no dejé de hablar de ello todo el fin de semana, hasta que una de mis hermanas dijo: “el regalo es un bebé”.
Isa y yo, primero no lo creímos. Nunca intuimos que mi mamá estaba embarazada de nuevo, porque como les comento, ella siempre fue llenita, así que no lo notamos. Después, nos pusimos celosas y planeamos toda clase de “atrocidades” para ese bebé que no conocíamos y no queríamos que invadiera nuestro espacio. Imaginamos desde tirarlo a la basura hasta dejarlo en el patio trasero, por decir lo menos.
El domingo por la mañana, Isabel y yo nos fuimos a jugar a casa de una vecina, a la vuelta de la casa en la que entonces vivíamos en Tecolotlán, Jalisco.
Antes de medio día, uno de mis hermanos fue por nosotros, diciéndonos que mi mamá y mi papá habían llegado ya.
Corrimos a la casa para verlos. Entonces lo vi: era el bebé más hermoso que en mi corta vida yo había conocido y sigue siendo el bebé más hermoso que recuerdo a mis casi 29 años. Se llama David y es mi hermano.

Hoy, después de 23 años de ser “mi regalo de cumpleaños”, sé que no hay absolutamente nada en este mundo que yo no haría por él y por siempre, me he considerado la persona más afortunada del mundo, por haber sido parte de esa coincidencia. Desde entonces, sé que mis cumpleaños siempre tienen algo de magia…
Sin embargo, a 3 días de cumplir 29, considero que este, también será un cumpleaños trascendente.
Los últimos  362 días de mi vida, han sido particularmente raros, pero no me cambiaría por nadie ahora…
En este último año, gané un ángel en el cielo (ya tengo 2). Gané amigos, gané experiencia, gané y perdí un trabajo, descubrí una nueva pasión, conocí muchos lugares, muchas personas…
Nunca como en ningún otro año, había dormido bajo tantos cielos distintos. Sacando cuentas, este año he despertado en 9 ciudades diferentes, he recorrido muchas más distancias que en los últimos 10, tanto por tierra como por aire.
He besado algunos sapos y príncipes, he llorado varias veces y me he reído muchas más.
Me reencontré con el amor de mi vida, para perderlo de nuevo y darme cuenta de que algunas cosas nunca serán como las espero, pero que ningún camino andado puede ser en vano.
Hace meses, en su cumpleaños, Ámbar escribió sobre “La crisis de los 30”. http://mujeresymonstruos.blogspot.com/2011/06/la-crisis-de-los-30-por-ambar-s.html
Hoy, al cerrar el último año de mis 20’s, me considero verdaderamente afortunada y feliz, por llegar aquí y por las cosas que he hecho, pero sobre todo, porque sé que no soy todavía “producto terminado”.
Estoy orgullosa de romper prototipos, de hablar sin censura, de participar en proyectos importantes, de la buena y la mala fama, de los kilos ganados y perdidos, de la independencia ganada, de los sueños por cumplir y de las nuevas metas, porque aún hay muchas.
Soy más consciente de las sillas vacías a mí alrededor, de la gente que estuvo en mi vida y ya no está, de los que son insustituibles y siempre llevaré en mi corazón, así como de quienes solamente pasaron sin dejar huella profunda. Soy consciente de lo que he aportado, de lo que me falta aportar a este mundo, del que no me quiero marchar sin haberle regresado un poquito de lo mucho que me dio.
Hoy sé lo que verdaderamente importa y, aunque he convocado a medio mundo a festejar conmigo, la realidad es que mi corazón está de fiesta desde el primer día de este mes y desde siempre, porque simplemente sé que cada día que Dios me da la oportunidad de vivir, es un maravilloso regalo que el jueves, se coronará con 29 velitas, que espero que no incendien mi pastel de zanahoria (¡es mi favorito!).

También me enorgullecen las lágrimas derramadas, los sueños frustrados, las veces que se me rompió el corazón, los errores cometidos y las batallas perdidas, porque han sido esos, los momentos que mayor enseñanza han dejado en mi vida.
Sé que el nuevo año, viene con muchas sorpresas más para mí y entre las muchas de las bendiciones que tengo (salud, familia, amigos, trabajo), cuento también con la bendición de NO CONFORMARME.
No envejeces al cumplir años, envejeces cada que tu corazón y tu mente te dicen “no puedo”…
Les agradezco muchísimo el haber formado parte de mi vida en estos meses y les agradezco infinitamente, el seguirnos leyendo…
¡Que Dios los bendiga!

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