martes, 19 de abril de 2011

La noche en que morir no fue una opción... Colaboración anónima

Amanecí en una cama distinta a la mía. No hay nada de extraño en eso, ya que después de haber perdido al último hombre del cual me enamoré verdaderamente, el amanecer en brazos distintos, ha sido una constante en mi vida, una compulsión casi imparable…
 Sin embargo, el día de hoy no es como una mañana cualquiera después de una de tantas noches. Hoy mi cuerpo tuvo un precio… y se pagó con billetes de alta denominación, que conservo hoy en mi cartera.
 Ayer, mi “amiga” me invitó como tantas veces a una fiesta, pero esta fiesta no era como tantas otras.
 Había champagne del mejor, comida, bebida y todo tipo de excesos en la lujosa casa a la orilla de la playa.
 No era la única chica de mi edad que estaba allí… Era extraño: había hombres mayores y mujeres jóvenes (incluso más que yo) tan “complacientes” que hasta parecía que lo disfrutaban. De pronto, mi amiga me presenta a uno de ellos, el más feo y viejo de todos… pero también, al que todos, sin excepción, trataban con servilismo excesivo y llamándolo “Señor”…
 Definitivamente, él era el jefe
 Tardé bastante en reaccionar, cuando mi “amiga” me pidió mi bolsa, la cual no volví a ver hasta hoy en la mañana, incluyendo entre mis pertenencias mi celular y mis llaves.
 De pronto, todo me pareció demasiado claro. Las bolsas cruzadas en el pecho en los hombres que estaban allí, las extrañas llamadas por nextel que todos hacían, las caras de expectación y los paquetes misteriosamente envueltos, no dejaban lugar a duda: había por lo menos 6 narcotraficantes a mi alrededor y por obvias razones, estaban armados y estaban escondiéndose…
 Sin celular, sin mis llaves, sin dinero, sin poderme acercar a mi “amiga” porque el jefe me había elegido a mí para acompañarlo, era muy poco lo que podía hacer…
 Podía gritar, podía tratar de salir corriendo, pero ¿cuánto tiempo pasaría para ser alcanzada por esos hombres que lo menos que querían era un escándalo que los pusiera en la mira de sus tantos enemigos o de la policía?... No, huir no era una opción; negarme a “acompañar” al jefe, tampoco lo era…
 Y fue así, como sus labios comenzaron a besarme, mientras yo trataba de no respirar por la repulsión que su aliento me provocaba, aunado al asqueroso  resoplido de su nariz…
Sentí con asco su lengua dentro de mi boca y traté de pensar en otra cosa. Después casi lo consigo, cuando comenzó a tocar mis pechos y desabrochar mi blusa en la sala de la casa…
Me llevó a su habitación, me recostó en su cama. Me quitó la ropa y se subió en mí, entrando una y otra vez, pidiéndome que me moviera como si lo estuviera disfrutando
No lo disfrutaba propiamente, pero por alguna razón fisiológica mi cuerpo lubricaba y el sentirlo adentro no era tan desagradable como podría imaginarlo… o quizá si, pero tampoco tenía opción de hacer nada distinto a lo que estaba haciendo en ese momento. 
De cualquier manera, esa tortura que iniciaba y terminaba en ese momento, se repetiría una vez más solamente en el resto de la noche…
Y entonces vino “la mañana siguiente”… y al comprobar la asquerosidad de su cuerpo desnudo que estuvo encima del mío y dentro del mío, solamente pude sentir ganas de volver el estómago y restregarme el cuerpo con jabón en la regadera con agua caliente, esperando que quitaran cualquier rastro de lo que fue la peor noche de mi vida.
Me vestí y él ya estaba despierto… “Te volveré a llamar, no lo dudes. Has sido fantástica…” Sonrío fingidamente cuando me abraza y entonces, viene de mis labios la frase que no olvidaré:

-          “Necesito dinero, ¿cuánto vas a darme?”.
-          “Estaba listo para eso” – contestó al tiempo que abría su cartera y sacaba una cantidad de dinero equivalente a lo que yo ganaba en una quincena.

Salí de la habitación y mi bolsa estaba en la sala. La tomé y huí, lo más rápido posible, sin voltear atrás, consolándome con la idea de que el sacarle unos billetes era mucho mejor que haberle permitido abusar de mí como lo hizo. Y también, mucho mejor que haber terminado muerta, en una noche de fiesta…
Era una decisión de supervivencia, de la cual no estoy orgullosa. Pero como tantos otros errores en mi vida, la asumo con valentía, sabiendo que morir tampoco era una opción…

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