jueves, 31 de marzo de 2011

EL PRINCIPE AZUL... Por Elena Savalza

Hola chicas, qué gusto que otra vez esté yo escribiendo, porque realmente es una bendición poder compartir las choco- aventuras de mi vida con ustedes.
Les confieso, que he tenido días bastante buenos recientemente. He andado en la loca, de aquí para allá con el trabajo (pero como dijera mi hermana Marina: “así te gusta a ti”), pero estoy muy contenta.
Ayer, Hazel me preguntó en un mensaje en Facebook que por qué ya no había escrito y caí en la cuenta de que era porque, además de tener exceso de ocupaciones recientemente, tenía algo qué decir completamente distinto a lo que se suponía debía escribir (mi tercera y última crónica sobre la infidelidad), por lo cual decido saltarme momentáneamente esa crónica para hablarles de un nuevo personaje que apareció recientemente en el reino de esta Princesa.
Sí, acertaron. Se trata de un nuevo Príncipe (sapo en potencia, como todos, pero príncipe aún). Todavía no puedo bautizarlo, porque realmente tengo muy poca referencia personal acerca de él y apenas ayer, salimos por primera vez “solos” (ya anteriormente lo había visto, acompañada de mis “chaperonas” oficiales).
Debo aclarar que, particularmente, estaba un tanto renuente a pensar en él como un prospecto, debido a que es nada más y nada menos que amigo de El Sapo Ingrato, de hecho, él fue quien nos presentó. Dicha situación ocasionaba en mí cierto prejuicio (e incluso sentimientos de culpa).
En fin, ayer salimos y realmente me divertí mucho. De hecho, creo que hacía mucho que no me la pasaba tan bien en una salida con alguien del sexo opuesto.
Platicamos mucho, pude conocerlo un poco mejor y darme cuenta de que, en el fondo, los hombres y las mujeres podemos ser muy diferentes, pero en cuestión de “cuentos de hadas”, buscamos prácticamente lo mismo: un final feliz que incluya a un príncipe o princesa al lado.
Sin embargo, pasamos gran parte de nuestras vidas buscando a ciegas algo (o “alguien”, en este caso), que ni siquiera nosotros mismos sabemos cómo tiene que ser, porque la mayoría de las veces no nos tomamos ni el tiempo ni la molestia de pensar en lo que es “aceptable” en cuestión de príncipes, pero, por el contrario, nos la pasamos quejándonos de las conductas “inaceptables” de los Sapos.
Es por eso que, debido a los últimos acontecimientos y el buen humor que me cargo recientemente, se me ocurrió que quizá sea buen momento de poner por escrito mis propios estándares de lo que considero, deben ser las “especificaciones” de mi Príncipe Azul:
  1. Inteligencia: De más está describir este aspecto, porque el concepto es ampliamente conocido. Definitivamente estoy segura de que me aburriría con un hombre poco inteligente, por más guapo que estuviera. Sin embargo, no considero completa la inteligencia (por más que los índices de IQ nos digan cualquier cifra) si no incluye también, un sano manejo de las emociones. Es decir, no quiero a un cerebrito descorazonado, quiero un hombre sensato y sensible. ¿Se entiende así?
  2. Ambición: Quiero aclarar que no estoy hablando de dinero. No me interesaría para nada estar con un hombre que sería capaz de hacer cualquier cosa (si, ¡cualquier cosa!) por dinero, incluso pasar por encima de los más básicos preceptos morales, incluidos en el código de todos, incluso de quienes tenemos la moral más… ejem… ¿relajada? Cuando menciono la ambición, me refiero a que quiera siempre ser mejor persona en todos sus aspectos: espiritual, intelectual, familiar, laboral y si, si como resultado de esto, viene el desarrollo económico, pues ¡qué bien! Sin embargo, soy ferviente creyente que de todas las cosas que un hombre puede aportar en una relación de pareja, el dinero es la más fácil de conseguir.
  3. Caballerosidad y trato considerado hacia mí: Esto para mí es insustituible. Por más independiente, autosuficiente, moderna y de más adjetivos pro-feminismo que pudiéramos portar; nunca le restaría méritos a un hombre que me abre la puerta del coche, que va por mi hasta mi casa y me deja en la puerta, que me permite ordenar antes en el restaurante, que me ayuda con la silla y que se abstiene de hacer sus demostraciones (a veces un tanto obscenas) de lo que ellos consideran “hombría”. Amo ser tratada como Princesita ¡finalmente eso es lo que soy!
  4. Soltería (o “disponibilidad” de estado civil): Si, ya les confesé en mi entrada anterior acerca de mis “visitas a los charcos ajenos”. Precisamente, porque he visitado tanto esos lugares sé, que allí no se encuentra el Príncipe Azul. Por lo tanto, requisito indispensable para ostentar ese título, es que sea soltero (o ya mínimo, divorciado).
  5. Responsabilidad en la educación de sus hijos, en caso de tenerlos: En caso de ser divorciado, será muy probable que también tenga hijos. Algo que jamás toleraría es que, no se hiciera responsable económica y moralmente por ellos. Simplemente, eso me daría un indicador de cómo sería como padre de los míos. Además, esto incluye el no permitir chantajes de las Brujas Malvadas (las ex), para manipular su vida y sus relaciones.
  6. Convivencia sana con otras Princesas: Creo que no hay nada que me haya dado mejor indicador de cómo se comportaría el Príncipe en una situación “normal”, que verlo tratar a sus hermanas o a sus amigas. Quien puede tratarlas con consideración y respeto, como a sus “iguales”, definitivamente podrá convivir en situaciones de igualdad al momento del trabajo en equipo, necesario para el buen funcionamiento de una pareja.
  7. Respeto por mis ideas, forma de vida: Ni siquiera los hermanos dentro de una misma familia son exactamente iguales, por lo tanto, no podemos esperar que alguien que se crió y educó de una forma completamente distinta a nosotras, piense de la misma forma. Pero es precisamente esta diferencia la que enriquece la convivencia y no hay nada peor que alguien se sienta con derecho a “cambiarte”. Por lo tanto, el Príncipe Azul, debe abstenerse de sus deseos de hacer “reingeniería” conmigo. Eso no significa que no pueda opinar e incluso aportar sugerencias de forma constructiva, pero siempre seguirá quedando en mí la decisión de tomarlas o no.
  8. Respeto por mi entorno familiar, social y laboral: El Príncipe Azul debe respetar a mi familia y amigos incluso si alguno de ellos no es de su total agrado. Es imposible que todo mundo le caiga bien, pero lo mínimo que espero es consideración y respeto por las diferencias que pudieran existir. Esto incluye también el ámbito laboral, ya que muchas veces me toca convivir con gente y horarios que pudieran no parecer adecuados y que incluso pudieran despertarle celos, pero la comprensión y la confianza deberán prevalecer sobre cualquier situación.
  9. Prudencia: Cuando pido que el Príncipe Azul sea también prudente, quiero decir que debe saber dónde y cómo comportarse y en la medida de lo posible evitar líos y situaciones bochornosas que pudieran poner en peligro no solamente mi integridad física o moral, si no la suya propia. Por lo tanto, no andaría con alguien violento, o afecto a los pleitos, o que se desenvuelva en ambientes que fomenten la violencia como tal.
  10. Que haya compatibilidad física y sexual: Puede no ser el tipo más guapo del mundo, pero tiene que despertarme “pensamientos pecaminosos” que me inviten a llevarlos a cabo con él. El sexo, es una parte fundamental en la comunicación y convivencia entre una pareja… Y el buen sexo ¡hace maravillas con la autoestima, el humor, la salud y hasta la belleza, de una Princesa!
  11. Conversación agradable: El sexo es riquísimo, particularmente, a mí me encanta. Pero, estoy consciente de que la belleza física y la actividad sexual no duran para siempre, de la misma intensidad. Si llego a la vejez acompañada de un Príncipe, me encantaría que fuera alguien con quien pueda pasar las horas charlando de cualquier cosa, profunda o vana, sin aburrirme.
  12. Similitud de valores: Creo que esta parte es por de más importante. No me imagino conviviendo con alguien que no tenga mis mismos conceptos sobre la honestidad, la confianza, el respeto. Sencillamente, no habría forma posible de relacionarnos sanamente.
  13. Seguridad en sí mismo: Como buena Leo, brillo hasta cuando no tengo que brillar… es sencillamente inevitable para mí no llamar la atención. Algunos lo ven como un defecto y reconozco que en ocasiones ha sido problemático. Pero debo agregar, que ha sido especialmente un problema cuando estos “desvíos de atención” han despertado los celos de mis galanes en turno. Por lo tanto, alguien como yo, definitivamente no puede estar con alguien, al que le afecte esta afición mía por los reflectores ¡Así de sencillo!
Muy bien, como en todo estándar, sé perfectamente que es muy complicado que alguien cumpla al 100% estos requisitos. Sin embargo, confío en mi habilidad como Auditor para evaluar y descubrir al Príncipe que se apegue de la mejor forma posible, a la conformidad con los mismos.
Estos son MIS requisitos. Puede ser que tú tengas los mismos que yo, que algunos no sean necesarios e incluso que tengas otros más y completamente distintos. Lo importante es descubrir lo que funciona para ti y no permitirte aceptar menos.
Y bueno, después de hacer este ejercicio, me despido de ustedes con la promesa de platicarles posteriormente si es que el nuevo personaje, es “conforme” o “no conforme” a los estándares establecidos por esta Princesa. De entrada, algunos de estos ya los cumple, sin embargo… aún no termino mi “diagnóstico inicial”.
¡Nos leemos  pronto y gracias por seguirnos!

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