lunes, 22 de octubre de 2012

"Fuera de Casa"... Colaboración Anónima


La verdad no sé cómo empezar a platicar mi relación extramarital pero es algo que creo que debo contar para que a alguien más le sirva de experiencia.

Él con 36 años y yo con 34, una edad buena y quizá hasta divertida, ya que es un punto en el que ahora ya consideras las miles de opciones que tienes para decidir lo que realmente harás con tu vida. Sinceramente, es algo magnífico. Pero empezaré por contar que fue lo que sentí al verle otra vez…

Nos reencontramos nuevamente después de casi 15 anos. Él fue un novio excepcional: genial, diría yo. Sólo que un día se fue y no regresó. Año con año continué viendo a un amigo en común, así que un buen día se me ocurrió preguntar por él.


Curiosamente cada que intentaba contactarnos, por medio de nuestro amigo, el teléfono se perdía o alguna eventualidad ocurría, pero esta vez el destino jugó a nuestro favor y el teléfono no se perdió, así que, pasando algunas semanas, recibí la tan esperada llamada. La voz de mi “conciencia” (un poco más fea que la habitual) me sonreía nerviosamente del otro lado de la línea mientras yo me sentía nerviosamente feliz. Después de una charla trivial, acordamos vernos esa misma noche: él, con su esposa e hija; nuestro amigo en común, con sus hijos; y, por supuesto, mi familia y yo.

Estaba nerviosa, debo reconocerlo, aunque no era nada que no pudiera controlar. De pronto, al llegar la hora de la cita, me marcó para decirme que estaba afuera. Mi corazón y mi estómago tuvieron un enorme vuelco al verlo de nuevo. Fue tan inevitable la presentación de su esposa e hija, como mi fingida sonrisa de conformidad. Después del intercambio de saludos y presentaciones, él me abrazó. Sentirlo cerca, de nuevo, hizo que mi estómago confirmara lo que mi cabeza se negaba a admitir… todavía.

Esa noche fue genial: reír y platicar aquellas interminables historias, juntos los tres, mientras nuestros hijos jugaban como si se conocieran desde siempre. En cuestión sentimental, nada me había movido o afectado tanto como volverlo a ver, a pesar de que he tratado de tener una buena vida, pero esa noche supe que, después de 13 años de casada, algo había cambiado para mí.
Nos seguimos hablando y chateando de vez en cuando, hasta que llegó lo inevitable: vernos a solas. Recordamos entonces que jamás terminamos formalmente nuestro noviazgo, por más loco e insulso que esto pareciera así que había una puerta abierta para la continuidad. Al sabor del café, se consolidó lo innegable: nuestra química prevalecía y podíamos charlar horas y horas sin sentir el tiempo. Todas esas cosas que habían pasado en su vida y en la mía en estos años de ausencia salieron a la luz, cuando la noche culminó en Tepozotlán (yo vivo en el DF), en un intento por salir los dos de nuestro mundo habitual. Fue un momento mágico: estuvimos a punto de volvernos a besar, después de tanto tiempo sin hacerlo. Sin embargo, había una delgada línea invisible que ninguno de los dos nos atrevimos a cruzar, pensando quizá en la estabilidad de nuestras familias o simplemente por miedo, pero por alguna razón, no pudimos.


Sin embargo, sólo fue cuestión de algunas semanas para que la delgada línea invisible, se volviera imperceptible. Algunas salidas al teatro, varias cenas, unas cuantas películas y varios litros de café desataron lo que ya era inevitable. Y mi sonrisa al verlo, mis mariposas en el estómago justificadas y ese amor de juventud reencontrado y, hasta ese momento, todavía platónico pasó a ser algo más… digamos, algo físico y también sexual. Así, al reencontrarme con su cuerpo, pude compartir esos pequeños destellos de luz interior y exterior que sólo se entregan para iluminar a las personas indicadas.

La satisfacción implícita de estos nueve meses, fue que nadie vino a contarme cómo se vive la magia, pues la viví porque así lo decidí. Sé también que no es algo de lo que deba sentirme orgullosa, probablemente ni siquiera feliz (aunque parezca inevitable), puesto que hay gente a la que podría haber lastimado por estas pequeñas ligerezas que dos personas pudimos tener, pero nunca he sabido cómo cambiar lo que siento, o dejarlo de lado por el simple hecho de pensar que es incorrecto. Muchas veces me he preguntado desde entonces cómo hacer para dejar de disfrutar y no lastimar a ninguna persona, pero no encontré una respuesta certera.

Sólo sé que, así como decidí vivirlo, también tenía que decidir dejar estar relación extraña y, paradójicamente, la más atrevida y emocionante que me pude imaginar tener alguna vez. Simplemente lo hice y no me arrepiento. Creo que él fue, literalmente, el hombre perfecto y esta la relación perfecta, porque la tuve con un amante y se terminó justo en el momento que sentí que podía tocar la luna y las estrellas; justo en el momento en que me sentí plena y ajena a muchas cosas de la vida real. Quizá un día me pregunte cómo fue que me atreví… pero sé que fue real y que de verdad lo hice.

Y si bien he leído algunas veces a Elena, hoy me tocara limpiar el desván de mi casa donde tenía escondida esta relación que disfruté plenamente en cada segundo transcurrido en estos meses de descubrimiento y goce mutuos. Guardaré los recuerdos para remodelar y cerrar cada una de todas las noches y días que volamos juntos imaginando tantas cosas buenas para nuestras vidas, todas esas cosas que mi mente soñadora de mujer idealizó y que jamás sucederán.

Él decidió terminar lo que tuvimos. Esos 9 meses hermosos y apasionados en que lo tuve en cuerpo y alma, allí junto a nosotros y no en otra parte. Por eso le doy las gracias y me retiro feliz, porque di lo que tenía para dar en esa “relación”, si es que se le pudo haber llamado así. No fallé, pues le di todo mi ser en esencia.

Sé que a pesar de la melancolía que deja el final, esta relación me dio muchas lecciones aprendidas, pero jamás entenderé cómo es que los seres humanos olvidamos de un momento a otro que tenemos a alguien que nos ama y nos valora en casa todos los días, para darle cabida en nuestro corazón y en nuestros pensamientos a ese otro que con solo una mirada, una voz o una caricia llena todo tu mundo. Quizá en algún momento me toque volver a lastimar o ser lastimada, pero hoy sólo me resta darle las gracias a este “sapo” que me enseñó a valorar al hombre que tengo en casa, pero que a pesar de ello, sé que el amor tan grande que sentí por él, allí se quedará. Él tendrá que seguir con su vida y yo con la mía, seguiremos siendo esos amigos que algún día nos permitimos serlo.

Hoy escribo estas líneas como última acción para cerrar este círculo, para empezar de nuevo mi vida y reordenar mis prioridades, con lo que Dios me permitió vivir.
Siempre seré la mujer que se atrevió a tocar la luna y las estrellas… fuera de casa.


Gracias Elena, por dejar ver tu vida y un poco más... para aprender y meditar un poco.




Gracias por leerme:

Ahora, mi columna “Desde mis ojos…”  en www.letrafria.com sale los todos los lunes.
En Facebook, busca la página Mujeres Adictas a los Monstruos y dale “like”.
En Twitter, sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos gustaría conocer tu opinión. ¿Por qué no nos dejas un comentario?