Sólo hay
una cosa que a ciencia cierta sabes ahora y esa es que, probablemente, fuiste
más feliz cuando la desfachatez, de hace unos meses apenas, te permitía hablar
sin tapujos, sintiéndote completamente liberada. Hoy, con tu recién adquirida
prudencia, las cosas deben ser distintas. Debes callar, maquillar el dolor, la
culpa, la tristeza, el enojo y la frustración, simplemente porque eso es lo que
se espera de ti…
Sabes que
lo primero que vivirás después del “día cero”, será que no puedas creer que de
verdad pasó y no sepas qué nombre ponerle. Entre la incredulidad y la
confusión, querrás dormir y permanecer así todo el día, evitando sentir y
pensar…
Pero
despertarás, porque también de las pesadillas se despierta. Entonces recordarás
cada minuto de lo ocurrido tratando de ser objetiva y de analizar cada hilo
suelto para encontrar una verdad. Finalmente tu trabajo te ha convertido en
eso, en casi una detective a la que ningún detalle puede escapársele. Quizá
quieras quedarte en esta etapa poco o mucho tiempo, pues no creer es el
territorio más seguro y menos doloroso. Si, lo último que escuchaste de él fue
un “te amo”, pero ¿quién puede amarte y lastimarte así? ¿Quién puede amarte y
denigrar tu intimidad de esa forma? ¿Quién puede amarte y exponerte al peligro
sin importarle lo que tú sentías, sin importarle tu miedo y tu desesperación?
Después
recordarás que tienes una vida, que debes trabajar, ir a clases, escribir, ver
a tu familia, a tus amigos. Recordarás que debes preocuparte por ti y dar
vuelta a esta última página de tu vida que expresa en sus líneas uno de los
episodios más crudos y dolorosos que nunca creíste vivir. Pero deberás seguir,
a pesar del enojo. Sí, porque sientes mucho coraje, porque ya viste el vestido, negro y con rayas
horizontales, que usabas esa noche, 48 horas después aún en el piso de tu
habitación, y recordaste cómo lo sacaste de tu cuerpo con rabia, para poder
ducharte y dormir. El vestido tirado te da una bofetada; el vestido te dice
“¡Despierta, todo fue verdad!”.
Sentirás mucho
enojo contigo, por no haber visto las señales de alerta, por no haber escuchado
a quienes antes te lo advirtieron, por haber creído que de verdad no era como
la gente te lo pintó, por haber confiado en él hasta el punto de no medir los
riesgos, por haberte expuesto a ti misma, por no haber sido capaz de cuidarte
de él, por ser demasiado tonta a pesar de creerte tan lista, por depositar tu
amor y tu confianza donde nunca fueron valorados.
Sentirás
coraje con él, porque ni siquiera puedes encontrar una explicación lógica a lo
sucedido y porque sabes que a partir de ahora habrá muchos “¿Por qué?” en el
aire. Escucharás en tu mente una y otra vez todos los “te quiero”, todos los
“te amo”, todos los planes a futuro y no podrás creer que alguien con quien te
sentías tan segura, tan cómoda, tan relajada con tan sólo un abrazo y una
mirada, hubiese sido capaz de provocar tanto dolor en unos minutos; minutos que
fueron eternos, pero afortunadamente, sólo unos minutos al fin.
Te
sentirás triste, muy triste, porque en el fondo tu corazón se estará peleando
con tu razón y querrás hacer como si nada hubiese sucedido para continuar igual,
simplemente pasando por alto tu dolor y negando lo que pasó. Te dará vergüenza
contarlo y no encontrarás qué nombre ponerle a lo sucedido.
Pero
sabrás que, aunque en ese momento te parezca imposible, un día el enojo y la
tristeza mezclados que sientes ahora se irán y ese día lo aceptarás como parte
de una amarga experiencia que la vida tenía para ti. Un día encontrarás las
respuestas a todos los “¿Por qué?”, quizá convertidas en muchos “¿Para qué?”,
porque debe haber existido dentro de los planes de Dios alguna razón para que
tú, precisamente tú, lo hubieses vivido.
Sabrás que
un día, esa sonrisa que se niega a aparecer de corazón ahora, volverá a tu
rostro sin mayor esfuerzo: natural y genuina, como siempre, como tú eres, como
ha sido siempre la sonrisa que ha alegrado a todos los que te han conocido.
Y
seguirás, porque además no tienes muchas opciones. Seguirás porque no
entregarás más de lo que ya entregaste. Seguirás porque aunque las ganas de
derrumbarte, de esconderte en tu cama y de no volver a salir de allí sean muy
tentadoras, no regalarás lo que con tanto esfuerzo conseguiste porque nadie,
absolutamente nadie, merece que le entregues tu derrota: ni siquiera él.
Entenderás
que el tiempo todo lo cura y te perdonarás a ti misma por haberte expuesto, por
haber amado y por haber confiado: sencillamente, confiar es natural cuando
amamos. Tendrás mayor precaución, a partir de ahora y seguirás. Te agradecerás
a ti misma el haber fomentado siempre muchos intereses y motivos para vivir,
sin permitir que tu vida girase en torno suyo, porque es de esas cosas que
enriquecen tu mundo de las que te tomarás fuerte ahora para superar esto.
Y si,
aunque no lo creas, también lo perdonarás a él. Aunque no encuentres las
razones, lo perdonarás. Quizá él no lo merezca, pero tú si lo mereces. Mereces
ir por la vida sin guardar rencores, mereces liberarte de las ataduras negativas,
porque de sobra sabes que el resentimiento ata a las personas tanto o más que
el mismo amor. Lo perdonarás porque lo quieres y porque el perdón no es
negociable, sobre todo cuando ha existido tanto amor (por lo menos de tu
parte), pero te alejarás porque te quieres a ti misma muchísimo más y tu
seguridad e integridad tampoco estarán en tela de juicio. Entenderás que “la
primera vez, eres víctima; pero la segunda, ya eres voluntaria”, así que
dependerá sólo de ti el permitirle volverte a lastimar. Sólo tú decidirás si le
darás ese poder o te lo quedas contigo.
Un día
escribirás, porque eso es lo que sabes hacer y eso es lo que te define. Escribirás
cómo fue, cómo lo superaste y qué fue lo que aprendiste a raíz de esta
experiencia, porque sabes que siempre hay un aprendizaje detrás del dolor.
Contarás que eres fuerte, contarás que se puede, contarás que siempre hay una
forma de seguir cuando se quiere.
Y la
tranquilidad, la paz de tu alma y la sonrisa de tu rostro que se esfumaron
después del “día cero”, regresarán a tu vida…
Y serás
tan feliz como te lo mereces…
Esta entrada está dedicada a todas las mujeres que han
sufrido alguna vez violencia física, sexual o psicológica, en cualquiera de sus
formas. Estoy convencida de que siempre hay un camino y que nada sucede por
azar. ¡Un fuerte y fraternal abrazo!
Gracias
por seguirme:
Ahora, mi
columna “Desde mis ojos…”, todos los lunes en www.letrafria.com
En Facebook,
da “like” en la página Mujeres Adictas
a los Monstruos
En
Twitter, sigue a mi cuenta personal @elenasavalza
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos gustaría conocer tu opinión. ¿Por qué no nos dejas un comentario?