Estoy convencida de que ninguna persona le pertenece a
otra, por lo tanto nadie te quita lo que es tuyo. Dios pone a la gente en el
Camino de la Magia, para que puedas aprender de ella y mientras forme parte de
tu historia y tenga algo que aportar a tu vida, permanecerá allí, encendiendo
la llama en tu interior e irradiando luz y calor.
Creo en los milagros. Sé que éstos existen y que, cuando
se presentan, deben ser vividos y disfrutados sin cuestionar, agradeciéndolos
como una bendición, porque tienen fecha de caducidad. El Amor, y la Magia que éste representa en tu
vida, algunas veces duran muy poco. Es tan inútil resistir su aparición como
prolongar su existencia más allá de lo necesario. El momento de vivirlos nunca
es antes ni después: es cuando es…
Cuando el tiempo de vivir el Amor y la Magia pasa,
cuando la llama se apaga y las brazas no pueden ni deben volver a arder, es el
momento de apagar las brazas, barrer las cenizas y arrojarlas al mar.
Después de
devolver la Magia Robada, la Princesa
estaba tranquila. Sabía que era lo correcto y aunque lo correcto no siempre la hiciera
feliz, a la larga el destino sería sabio y acomodaría de nuevo los caminos. Ella
encontraría la estabilidad y la felicidad que estaba buscando y que
definitivamente estaban en otra parte. Su éxito no tenía que ser robado porque
había luchado mucho por él, como tampoco tenía que robar Magia de nuevo. Desocupaba
sus manos y la dejaba ir, pero las mantenía abiertas para recibir algo nuevo y
mejor. El futuro comenzaba justo en ese momento y había largo camino por
recorrer aún.
Sin embargo, en el intento por devolver la Magia Robada, su portador regresó con
ella una noche y con más fuerza:
- - Nadie te robó la Magia… - decía, mientras la abrazaba-
Estoy aquí…
La Magia tocaba de nuevo a su puerta en esa madrugada tibia, con la misma
mirada de suplicio que antes la Princesa prodigó y que tanto dolor reflejaba,
cuando tuvo que dejarla ir. Ella sabía que no le pertenecía, pero la Magia y él
estaban allí. ¿Qué tenía que hacer entonces? No lo sabía. Sólo entendía que su
corazón quería recibirlo de nuevo, pero su mente y la razón le decían que era
imposible y que ya había jugado demasiado a la heroína, en su intento por
conseguir imposibilidades.
Pasaron
los días y ella esperaba que el tiempo hiciera su parte. Pedía a Dios, al
destino y a la vida que quitaran de su camino esa Magia que le era ajena, si
era que de verdad no fuera para ella. Sabía que había una lección implícita en
aquella experiencia, que quizá su apego, su orgullo o su miedo aún no le
permitían ver, pero que estaba allí. La Princesa tenía mucho que aprender, pero
no sabía aún qué…
De pronto
una noche sueña con la vida perfecta, sueña que la Magia era suya y que no
tendría que devolverla jamás. Fue un sueño hermoso, donde todo era color de
rosa, no había dolor y la felicidad estaba al alcance de sus brazos sin tenerla
que dejar ir. Su sueño era con él.
Pero de
los sueños se despierta y ella despertó, con los brazos y la cama vacía. La Magia
no era real y no estaba allí. Seguía siendo Magia
Robada y no se podía permitir tenerla, ni siquiera en sueños.
La
Princesa se alejó por unos días y se dedicó a trabajar, a divertirse y
disfrutar lo que tenía a su alrededor, siguiendo su camino. Curiosamente,
mientras mayor era la distancia que ponía entre la Magia Robada y ella, mayores eran también los frutos de su trabajo
y el éxito que la acompañaba. Era como si su bienestar y su brillo dependieran
de lo lejos que se mantuviera de la tentación de poseer esa Magia que no le
pertenecía. Llegó un momento en que se sentía tan bien, que creía que había
terminado. Creía firmemente que al final siempre las cosas estaban bien y si no
era así, era porque aún no terminaba. En su caso, parecía que verdaderamente
ese episodio de su vida, tan complicado y tan doloroso, ya había llegado a su
desenlace. Sin embargo, todavía no tenía clara la lección implícita. Sabía que
no había recorrido todo ese camino solamente porque sí, pero no terminaba de
comprender las razones.
Entonces, de súbito,
el portador de la Magia Robada
regresa de nuevo. Aparece otra vez, de la misma forma repentina en la que ella
trató de alejarlo, apenas unas semanas antes. Regresa una madrugada para
preguntarle si hubieran sido felices juntos y para decirle que nunca había
dejado de estar pendiente de ella y de sus logros, para decirle cuánto la
quería y lo mucho que además la admiraba. Había habido fuego y parecía que la
llama no se había extinguido, quizá quedaban aún brazas de algo que, muy a su
pesar, había sido más fuerte de lo que hubiera pensado. Así volvía a comenzar
otra vez el mismo círculo vicioso en el cual se había mantenido atrapada todos
esos meses, sin saber cómo salir.
Volvió a
ceder ante la tentación de tomar prestada esa Magia y la tuvo de nuevo una
noche, en territorio ajeno. Volvió a sentirse viva, a sentirse deseada, a
sentir el amor y la Magia en su corazón y en todo su ser. Volvió a sentirse
mujer y a olvidarse de cualquier complejo o prejuicio, sólo eran ella y él viviendo
la maravillosa Magia Robada: el sueño
se convirtió en realidad por un momento.
Pero el
fuego se apaga por falta de oxígeno, las llamas se convierten en brazas y las
brazas en cenizas. Llega el momento en que las cenizas se esparcen por el
viento, pero siguen siendo cenizas al fin.
Después de
aquella noche, la llama de la Magia
Robada, se convirtió en cenizas cuando un torrente de cordura y razón
apagó aquél fuego intenso. El incendio que parecía no tener final se veía ahora
convertido en cenizas.
Todo
vuelve a su origen. Así como un día, a la orilla de aquella playa surgió el
fuego de la Magia, la llama se apagó y ahora la Princesa desecha las cenizas en
el mar, donde viajarán por siempre, sin tener derecho a resucitar.
La
Princesa aprendió la lección. Sabe ahora que el orgullo y el miedo son los
peores enemigos del amor y que no puedes siempre arrebatar cuando pierdes. La
Princesa entendió entonces, que ella no eligió el Camino de la Magia que tuvo
que transitar, si no que fue el Camino el que eligió a la Princesa que tenía
que protagonizar esa historia. Era ella y era su vida, no las habría cambiado
por nada ni por nadie más, aunque hubiera podido.
Para
obtener algo grande, la vida te impone sacrificios. A veces el precio puede
parecer alto, pero al final valdrá la pena cuando te atreves a dejar ir para
recibir otra vez.
… Y la
Princesa sigue, por el Camino de la Magia, sin intentar que lo imposible
se vuelva posible. Simplemente continúa viviendo la vida que le tocó vivir; cerrando ciclos, librando batallas y arrojando, cada vez que sea necesario, sus mismas cenizas a que se las
lleve el Mar, entendiendo que el desecharlas dará espacio para que nuevas
llamas y nueva Magia revivan de nuevo…
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