¿En qué momento me convencí de que ya no debía esperarte?
No lo sé…
Quizá sólo fue que esperé tanto de ti, que un día, a mi misma, me supliqué ya no esperar nada más…
Espero que mis labios nunca más esperen tus besos…
Espero que mis ojos no vuelvan a desear mirarse en los tuyos, ni siquiera para comprobar que en esos ojos ya no hay nada qué esperar…
Espero que mi cuerpo ya no espere a tu cuerpo, en esas madrugadas en las que esperaba tu llamada, para verte una vez más…
Espero que mi corazón entienda cuán cansada estoy de esperarte y no me reproche nunca que te haya dejado de esperar…
Espero que la imagen de tu rostro no irrumpa de nuevo ni en mis sueños, ni en mis recuerdos, ni en mis deseos; y que éstos, no me traicionen nunca más…
Espero que tu ausencia le dé a tu presencia un significado en mi vida y que todos los “¿por qué a mí?” no vuelvan (¡nunca más!), en mi cabeza, a resonar…
Espero no extrañarte cuando ya no te espere…
Espero que, mientras espero en esta sala de espera (cualquier cosa que sea lo que espere), no me canse de esperar…
Espero que tengas lo que necesitas, aunque no sea lo que esperes...
Pero lo que más espero es que, esperar ya no esperarte, sea lo último que, de tí, vuelva a esperar…
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