miércoles, 7 de septiembre de 2011

Guerrera Fénix II: la lucha contra el miedo y el orgullo... Por Elena Savalza

Hace unos meses, nació una “Guerrera”.

Y no es que las Guerreras se formen siempre de la noche a la mañana, sino que, como en muchos otros casos, la Guerrera Fénix siempre había sido una Guerrera. http://mujeresymonstruos.blogspot.com/2011/06/guerrera-fenix-por-elena-savalza.html

Sin embargo, en ese momento se vio obligada a nacer de nuevo y a reinventarse, porque una parte de ella había muerto, a consecuencia de un duro golpe recibido en su corazón, su alma y en todo su ser.

Desde ese día, la Guerrera Fénix había librado duras y distintas batallas, contra su oponente más importante: ella misma.


Atrapada entre los monstruos del orgullo y del miedo, trataba inútilmente de recuperar la fe, dejando de lado el amor. Incluso, renegando de él y maldiciendo el momento en que éste había entrado en su vida con tal fuerza, que al salir de ella, el efecto fue devastador.

Hoy fue distinto: la Guerrera Fénix decidió enfrentar abiertamente estos Monstruos, tan difíciles de vencer y por lo cual, tantas veces había preferido “sacarles la vuelta” y seguir su vida, con todo y los nefastos efectos de su presencia.

Hace unos días, mi “normalmente sabia” amiga Ámbar, me dijo algo que pocas veces aplico literalmente:

“Haz lo que sientas…”

En el momento en el que hablábamos, le expresaba mi tristeza porque el cumpleaños de “el amor de mi vida” estaba llegando y yo no podía acercarme a él para felicitarlo, ni siquiera por mensaje o una llamada.

Por una parte, el Monstruo del Orgullo, me gritaba (¡alza la voz cada que le place, obvio!) que después de todo lo sucedido, él “no se merecía ni mi amor, ni que yo conservara buenos recuerdos con respecto a él”. De más está decir, que tampoco se merecía ni mis buenos deseos ni mis bendiciones por su cumpleaños.

Pero, como si fuera poca esta sentencia, el Monstruo del Miedo, también hacía su parte: me decía (con voz bajita y temblorosa), que era una tontería intentar buscarlo y que lo más probable era que, si le hablaba o le mandaba un mensaje expresándole mis felicitaciones, él me rechazara y eso me provocaría un dolor insoportable. Por supuesto, el miedo a sentir dolor, me paralizaba para tomar una decisión y, ante la ausencia de ésta, seguía con la cabeza y el corazón hechos un lío.

Sin embargo, la memoria del corazón y el poder del amor, me dieron una lección desde el comienzo del día:

De pronto, en la madrugada de hoy despierto confundida, pensando que se me había hecho tarde para ir a trabajar. Reviso el celular (no uso ningún otro reloj) y veo la hora. Marcaba las 12:01 am del 7 de septiembre de 2011.

¡Jajajaja! ¡Así o más complot! En cuanto veo la hora y la fecha, el primer pensamiento que cruzó por mi cabeza fue “hoy es su cumpleaños”.

Me recosté y cerré los ojos. Hice una pequeña oración en donde le pedía a Dios que le concediera muchos años más de vida, mucha salud y toda la felicidad del mundo. Además, pedí porque todo el amor que le mandaba en ese momento, llegara de alguna forma hasta él.

Volví a dormir como un angelito. Me levanté, tomé café, me arreglé y fui a trabajar. Pero la vocecita de Ámbar no me dejaba en paz:

“Haz lo que sientas…”

¿Qué se supone que tenía qué hacer? ¿Tomar el teléfono y llamarlo solamente para escuchar su voz? ¡No! Seguro que habría colgado o me habría quedado callada en cuanto lo escuchara. ¿Entonces?... ¿Escribir en el blog y sacar mi frustración y miedo reprimidos? ¡Imposible! ¡Tengo mucho trabajo!

Entonces, sin pensarlo mucho más, decidí enviar un corto y frío mensaje de felicitación, donde solamente le mandaba un abrazo y le deseaba “feliz cumpleaños”…

Lo redacté con orgullo. Ni una pizca de lo que de verdad estaba sintiendo asomó por esas cortas líneas. Lo envié con mucho miedo, pensando en que, si acaso me respondía, sería una respuesta fría y dura que me dolería en el alma leer. Pero ya estaba hecho…

Unos minutos más tarde, vi un mensaje entrante: era su respuesta. ¡Qué hago! ¡Sí contestó!... ¿Lo elimino? ¡No! Eso hice hace unos meses y me arrepentí como no tienen idea…

Y haciendo gala de todo el valor que me quedaba, lo abrí. Menuda sorpresa me llevé al leerlo: agradecimiento, disculpa, ganas de hablar y mucho amor.

Por nada, me pongo a llorar en ese momento. Nunca creí que su respuesta fuera a causarme tanta felicidad…


Seguimos hablando, solamente por dos mensajes más, en los cuales nos reiteramos nuestros deseos de que las cosas hubieran sido distintas, el amor y agradecimiento que aún sentíamos el uno por el otro, la nostalgia por el pasado y lo mucho que valorábamos ambos los años que pasamos, juntos y separados.

Fue un final que nunca esperé. Jamás imaginé que, en mi afán por “regalarle” una felicitación de cumpleaños, obtuviera el mejor de los regalos: perdón mutuo y la confirmación de que el amor que nos tuvimos y el profundo lazo que aún nos une es tan fuerte, que ni el tiempo, ni la distancia, ni el orgullo, ni el enojo, ni los malos entendidos, ni el daño causado, ni las cicatrices del pasado, ni ninguna otra fuerza por poderosa que parezca, puede romper.

Hoy entendí, después de mucho tiempo, como es que el amor, por más ilógico e injusto que pueda parecernos, es la fuerza que mueve al mundo.

Sé que quizá no vuelva a verlo ni a abrazarlo. Pero también sé, que hoy él y yo, a kilómetros de distancia uno del otro, somos un poco más felices que el día de ayer, porque este pequeño gesto de dos personas que decidieron, aunque tarde, dar un paso adelante del miedo y del orgullo, hizo la diferencia en nuestras vidas y la hará por mucho tiempo…

Hoy sé que de verdad, algunas personas están de paso en tu vida, pero otras (como él) llegan para quedarse para siempre en tu corazón…

A veces, los cuentos de hadas no terminan como lo deseamos. Pero eso no significa, que no puedan tener un final feliz…

Gracias por compartir conmigo cada una de estas experiencias y aventuras…

Nos leemos pronto y hasta la próxima…

¡Ahora más cerca de ti!

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