Comenzaste
preguntando qué título tendría esa noche en el espacio de mis letras…
Te
confesé que hacía tiempo que no podía escribir nada elocuente, quizá porque
simplemente la emoción y la pasión que antes me hacían llenar los muros de
letras, andaría perdida en cualquier lugar al que ningún viaje me había permitido
llegar en mucho tiempo.
Pero
tú sabías que escribiría de nuevo mucho antes de que lo supiera yo…
Me
dijiste que mi vida no podía continuar así. Que algún día tenía que parar y
quedarme quieta en un solo lugar para disfrutar de la vida y de la gente que me
rodea. Me dijiste que si siguiéramos juntos, tú no querrías que viajara más.
Era como si me pidieras, entre líneas, que dejara ya de huir. Te contesté que
lo único que me salvó de volverme loca fue precisamente esa huida y que en ese
constante peregrinar lo conocí a él…
Vi
la sorpresa en tus ojos cuando te dije: “lo último que pude escribir fue cuando
conté sobre el día que lo conocí”. Era como si no pudieras creer que yo ya no
tuviera nada que decir y que el corazón y el entendimiento se me hubiesen
quedado mudos después de ti, e incluso a pesar de su llegada. Mencioné su
nombre y te dije que él ni siquiera conocía lo que escribía antes. Sentenciaste,
antes de bajar del auto: “él no te conoce, ni te va a conocer jamás, como te
conozco yo… y quizá nadie lo haga”.
No
fue “la noche de la resurrección”, porque tú sabías que no estaba muerta,
aunque lo parecí por mucho tiempo. Tú sabías que no morí después de olvidarte,
que en mi memoria y en mis dedos seguían vivas las palabras que antes destinaba
casi por completo a ti. Entendiste a la perfección que tenía muchas ganas de
escribir de nuevo, pero que faltaba esa conexión que pocas veces sentí con
nadie: sólo contigo.
No
fue tampoco “la noche del reencuentro”, aunque tú sabías que verte y hablar
contigo, serían motivos suficientes para que volviera a hacerlo, por todo lo
que provocaste y sigues provocando en mí…
¿Cómo
deshiciste el conjuro y cuál es el título de esta noche? Son respuestas que no
tengo todavía. Sólo sé que ahora estoy aquí, otra vez frente a la pantalla con
una hoja en blanco que me invita a llenarla con desesperación, mientras el tiempo pasa sin que me inmute siquiera.
La
hoja me invita a decirte que en esa noche que aún no tiene nombre, supe más de ti
y de mí que en las muchas noches que estuvimos juntos. Confirmé que me amaste y
que seré siempre importante en tu vida, aunque ahora estés con ella, y yo
con él. Te dije otra vez que te amé a pesar de tu incredulidad y de tus dudas,
que te amé a pesar de tu cobardía y del desastroso final.
No
sé si te dije cuánto te odié algunas veces, pero sé que sabes que era el odio
que seguía después de tanto amor y que ahora ya no está más aquí. Quizá tenía
que odiarte no porque quisiera hacerlo, sino porque, simplemente, en esa
absurda guerra que emprendimos ambos, el no odiarte significaba que ganabas tú.
No sé si te dije cuánto he cuestionado mi momento de soberbia en el que te hice
daño, pero sé que sabes que, al igual que tú, no quise lastimarte jamás. Y no,
no fue tampoco “la noche del perdón”, porque este vino mucho antes de que
siquiera imaginara que iba a tener un nuevo momento para decírtelo a la cara…
Veo
ahora nuestra historia tan lejana, que ni siquiera puedo imaginar cómo serían
nuestras vidas si hubiésemos tenido las agallas de defender con mayor ahínco lo
que alguna vez sentimos. Volteo hacia atrás y veo los enormes pasos que hemos
dado los dos, cada uno en su propia dirección, sabiendo que es un poco menos
que imposible reunir nuestros caminos de nuevo. Pero no por eso se llamó
tampoco “la noche de la nostalgia y del arrepentimiento”, porque lo que menos
siento ahora es eso.…
No
puedes quedarte de nuevo en mi cama, porque ahora te espera ella en tu casa. No
puedes quedarte tampoco en mi corazón, porque él me llamará en cualquier
momento reclamando el lugar que ocupa ahora, y que con todo mérito se ganó…
Estoy
feliz y estoy tranquila, por si te preocupa… y me gustó la idea de verte bien.
No sé si soy tu amiga y tú eres mi amigo, ni si podremos serlo algún día ante
la gente, pero es bueno saber que estás allí…
Brindemos
por lo que alguna vez soñamos y no cumplimos, por lo que alguna vez deseamos y
no tuvimos, por lo que quisimos ser y no fuimos. Brindemos también por el aquí
y el ahora. Brindemos juntos por esa noche: la noche en la que regresé…
En Manzanillo, mi casa...
Gracias por seguirme:
Todos los lunes, mi columna "Desde mis ojos..." en Letra Fría | Las noticias como son
En Facebook, busca las páginas El diván de Elena y da click en "Me gusta"
En Twitter, sigue a mi cuenta personal @elenasavalza
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos gustaría conocer tu opinión. ¿Por qué no nos dejas un comentario?