sábado, 25 de febrero de 2012

La cereza del pastel... Por Elena Savalza


“Un día, cuando aún éramos amigos, me dijiste que tú te visualizabas viajando, trabajando o escribiendo, mucho más que casada y con hijos y una vida en pareja. Es por eso que no me pude decidir por ti, porque creo que jamás admitirías un compromiso…

No significa que no te quiera: te quiero mucho y quizá me arrepienta de esto, pero no me puedo arriesgar…”

Pareciera que pasó una eternidad desde que escuché esas palabras de la boca de un hombre del que me había enamorado. Hoy sé que no hace tanto tiempo, pero definitivamente, ya no duele como esa noche.

Recuerdo que eran las 2 am y no podía parar de llorar. Lo peor, fue que había muy pocas de mis amigas a quienes hubiera podido llamar para compartir la frustración que me originó escuchar lo que escuché. Así que terminé llorando sola y durmiendo poco, en una noche terrible.

El tiempo pasó y decidí intentar soltar: la situación, la persona, mis sentimientos y la confusión que me originó que todo eso me hubiese sucedido justamente a mí. Decidí esperar, dejar de actuar, dejar de hablar, ser paciente, no hacer nada más que concentrarme en perdonar; sobre todo, perdonarme a mí misma por no ser la mujer perfecta y porque con todo lo bonito que pudiera soñar para mí en cuanto a mi futuro profesional, no pudiera en ese momento y con esa persona, conjugarlo también con el hermoso cuento de hadas que, en el fondo, deseo tanto como cualquier otra mujer.

Decidí seguir adelante porque entendí que, por mucho que me hubiera gustado que las cosas fueran distintas, había una sola realidad: él estaba haciendo una elección y yo lo único que podía hacer era respetar sus razones, aunque no me parecieran justas o correctas. Finalmente, no estaba en mis manos hacerlo cambiar de opinión.

Antes de decidirlo traté de convencerlo de que, cuando le dije eso, yo no estaba enamorada y que el amor podría hacer cambiar muchas cosas, pero no fue suficiente. Parecía no haber vuelta atrás. Después de todo, el amor parecía no poder con cualquier obstáculo, como se dice en todas las novelas románticas…

Poco después, el aspecto profesional se acomodó para que pasara exactamente lo que ese día él utilizó como su argumento para no decidirse por mí. Todo lo que había querido que me sucediera, me estaba sucediendo. Nuevas oportunidades de viajes, trabajo que adoro, escribir para una publicación…

Pero por alguna razón, no podíamos dejar de vernos ni de estar en contacto el uno con el otro. Por más barreras y más negativas, había un “algo” que hacía que estuviéramos siempre conectados.

Sin embargo, él no estaba para mí al 100%.  ¿Por qué? No lo sé. Podría culparme y decir que tiene que ver con mi carácter o con mi manera de vivir. Podría justificar su decisión (o indecisión) con el miedo a que las cosas no funcionaran. Podría argumentar también falta de amor…

En fin,  justificaciones sobrarían, pero el caso es que él no estaba y no estaría por su propia decisión.

Fue allí donde entendí una de las grandes complicaciones de la vida de una mujer, al definir nuestras prioridades: el amor de un hombre como “la cereza que adorna el pastel” o el amor de un hombre como “el pastel completo”.

Yo tengo un “pastel completo”, se llama VIDA PROPIA. Este pastel está hecho de muchos ingredientes: mi familia, mis amigos, mi desarrollo profesional, mi salud, tiempo para hacer lo que a mí me gusta, mis sueños, mis deseos, mis creencias, mis propias metas y aspiraciones y la forma en que éstas se van materializando.  Mi energía se concentra en preservar y mejorar todo esto y el proceso me hace feliz.

Anhelo, sin embargo, que mi pastel tenga una cereza. Esa “cereza” es la relación de pareja con un hombre que pueda complementar el pastel, entendiendo que a estas alturas del partido, sería muy difícil arreglarme la vida, porque lo único que deseo es compartirla con él.

Un hombre que me empuje y a quien empujar. Un hombre con quien compartir nuestras metas conseguidas, nuestros sueños, aspiraciones y nuestras motivaciones diarias, sea todos los días una aventura digna de vivir.

¿Hasta dónde podemos llegar cuando nuestra necesidad de ser amadas y aceptadas se vuelve más fuerte que nuestro amor propio?

¿Confundimos a menudo la necesidad con el amor mismo?

¿Estaríamos de verdad dispuestas a borrar por completo nuestra esencia para convertirnos en la sombra de aquel con quien se supone debiéramos compartir nuestra vida, mas no entregársela?

¿De verdad el amor se trata de ver por los “ojos del otro” y borrar nuestra propia identidad por convertirnos en la mujer sumisa que, aún ahora, muchos asumen como modelo de virtud y perfección?

El amor se trata de compartir, lo sé. Pero… ¿Debo entregarlo absolutamente TODO y correr el riesgo de quedarme sin nada, e incluso, quedarme sin MI?

Se los dejo de tarea…

Gracias por continuar leyéndonos. Celebramos un año desde el inicio de este sitio y vamos por más…

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lunes, 6 de febrero de 2012

Volver a Empezar... Por Elena Savalza

Un día te despiertas y te das cuenta de que tu mundo no es ni remotamente parecido al mundo que tenías hace unos días. Pasó en realidad muy poco tiempo, pero fue suficiente como para que todo se pusiera de cabeza en tu vida.

No eres la misma. Te sientes débil, te sientes triste y dormir es la única opción viable para ti, a menos que exista alguna forma de desaparecer o, por lo menos, de volverte invisible por un tiempo.

Dormir y esperar que, cuando vuelvas a abrir los ojos, quien sea que te haya robado todo lo que perdiste lo devuelva a su lugar.

Y escribes, porque es lo único que sabes hacer para sacar de tu corazón todo aquello que te estorba para continuar tu camino. Escribes todas esas cosas que jamás dirás y todo lo que por prudencia, por respeto y por amor, hoy debes callar.

Escribes… escribes mucho. Le escribes a él, le escribes a ella, le escribes a Dios.

Hasta que por fin, después de tanto dar vueltas sobre lo mismo, descubres que tus opciones son realmente muy pocas. Probablemente, se resuman en una sola:

Volver a empezar


¿Cómo? No tienes ni idea. Sólo sabes que en el libro de tu vida ha llegado el momento de cambiar la página. Quizá te gustó la historia que se comenzaba a escribir en los últimos párrafos, pero sabes ahora que nada era verdad y que tienes que continuar leyendo, porque si no, corres el riesgo de perderte de la mejor parte del libro.

Pero antes de volver a empezar, sabes también que hay varias cosas que tienes que plantearte para seguir tu camino:

Perdonarte…

… Porque no eres perfecta…

… Porque el castigarte no hará que cambies lo sucedido…

… Porque no eliges a quien amar…

… Porque la cabeza puede darte mil razones, pero el corazón no entiende de lógica…

… Porque no puedes pasar la vida juzgándote tan duramente…

… Porque enamorarse no es un error…

… Porque tu intención jamás fue lastimar, aunque lo hayas hecho…

… Porque confiar no es tan malo, si lo vemos desde la perspectiva de que “Debemos creer para ver”…

… Porque no puedes controlarlo todo…

… Porque, sin importar cuántas veces te hayas equivocado, te mereces una mejor historia…

… Porque sabes que perdiste algo muy valioso para ti, pero también sabes que nadie te quita lo que es tuyo. Así que si eso que perdiste verdaderamente te pertenecía, regresará a ti en alguna parte del camino y podrás dar continuidad a una historia que, quizá, quedó inconclusa. Pero si no era para ti, Dios se encargará de recompensarte y de llenar el espacio vacío que quedó….

Perdonar a terceros…

… Porque no puedes pedirle a otros que actúen como tú quisieras…

… Porque no todos comparten tu perspectiva de lo correcto…

… Porque cada quien actúa conforme a las herramientas espirituales con las que cuenta…

… Porque no puedes pedirle a un gato que ladre, ni a un perro que maúlle…

… Porque no eres responsable del actuar de los demás…

… Porque quizá la conclusión no fue del todo justa y te llevaste la peor parte, pero fue tu elección el dar final así, sabiendo que era la forma de dañar menos a la gente que quieres…

… Porque el resentimiento crea ataduras más fuertes que el mismo amor…

… Porque Dios se encarga…

Aceptar

… Porque nada de lo que sucedió lo puedes cambiar ahora…

… Porque sea que te parezca duro, cruel, injusto, inconveniente o mezquino, en cualquier hora, en cualquier momento, estás donde tienes que estar y el universo marcha como debe ser…

… Porque hasta cuando estás mal, estás bien…

… Porque te espera algo mejor, a partir de que aceptes tu presente y conozcas exactamente el lugar donde te encuentras parada…

… Porque no puedes recomenzar sin hacer un recuento de tus recursos, por lo cual es necesario que te centres en tu realidad actual…

… Porque en esto, como en todo, Dios tiene una lección para ti, que descubrirás muy pronto…

Despedirte

… Porque aquello que tuviste fue útil y valioso en su momento, pero ya cumplió su ciclo en tu historia…

… Porque debes alejarte de todo aquello que te causa dolor, sean personas o situaciones…

… Porque sólo dejando ir, podrás dar espacio para que cosas nuevas y mejores vengan a tu vida…

… Porque nada en esta vida dura para siempre: ni tu angustia, ni tu tristeza, ni tu culpabilidad, ni tu rabia, ni tu dolor…

… Porque todo pasa y todo cambia, así es la vida…

Ver hacia adelante

… Porque aún te queda mucho por hacer, mucho por vivir, mucho por aprender, mucho por lo cual sonreír…

… Porque tienes familia, amigos, trabajo, salud y proyectos…

… Porque aún queda amor en tu corazón…

… Porque dentro de ti tienes todo lo necesario para vivir una vida plena, sin ataduras al pasado…

… Porque aun puedes hacer muchas cosas buenas por ti y por los demás…

… Porque nuevas metas y nuevos proyectos están esperando que decidas levantarte de la cama e ir por ellos…

… Porque el café de la mañana, sabe mejor cuando sabes que tienes mucho por lo cual despertarte…

… Porque hacia atrás ni para tomar impulso…

… Porque Dios está contigo y no necesitas nada más que eso…

… Porque si Dios te dejó caer, también te dará la valentía para levantarte…

… Porque en tu mente y en tu corazón, siempre serás esa Guerrera Fénix que resurge de las cenizas, regresando más fuerte que nunca…

Y ahora que ya lloraste, ya gritaste, ya dormiste, ya viviste el dolor y la desesperación hasta cansarte, solamente debes perdonarte, perdonar, aceptar, dejar ir y gritarte en voz alta:

¡Volvamos a empezar!

“Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza y quien a Dios tiene, nada le falta…”

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