martes, 10 de enero de 2012

El Rescate... Por Elena Savalza


Estoy a punto de cumplir 30 años.  Tengo vida, salud y una carrera universitaria. Tengo un trabajo que amo y soy económica, moral e intelectualmente independiente.

Tengo dos familias: la que me vio llegar al mundo y la que adopté con el paso de los años, mis queridos amigos, con quienes además de entrañables lazos de camaradería, también comparto la afición por la fiesta, a la cual recurro cada que quiero y, en ocasiones, indiscriminadamente.

Soltera, sin hijos y sin más compromiso que cuidar de mi misma, lo que, hasta el momento, no me ha salido tan mal. Sin mayor estrés que el que genera el propio ritmo que le quiera poner a mi (voluntariamente) estrepitosa vida.

Para colmo, hay quienes opinan que, aunado a todas las “ventajas” que anteriormente mencioné, soy físicamente atractiva. Pero eso, es cuestión de gustos…

¿De qué podría preocuparse, entonces, alguien como yo? 

Pues bien, alguien como yo podría preocuparse de la crema antiarrugas y anti flacidez para cara y cuerpo, de aumentar la ingesta de antioxidantes y la dosis de colágeno hidrolizado. O quizá de ahorrar lo suficiente como para que, en unos años, tenga aseguradas todas las aplicaciones de botox que necesite…

Podría preocuparme por seguir solamente siendo una chica linda y viviendo para la fiesta y la diversión, en tanto logro “rescatar” (léase “pescar”) a mi Príncipe Azul de entre tanto Sapo Encantado que se me ha cruzado en mi camino.

Podría preocuparme por mi reloj biológico, que en los próximos años acelerará su “tic-tac”…

Podría declarar que esta cabecita únicamente sirve para mantener mi moderno corte de cabello con el tono negro azabache y el lacio permanente que me permite el artificio de la keratina brasileña, sin olvidar resaltar mis preciosos ojos tapatíos, que deberán mantenerse constantemente bajo la protección de una buena crema para contorno de ojos y el color de unas buenas sombras.

Podría y estoy en mi derecho… ¿o no?

Pero ¿qué hay de mi obligación? ¿La tengo con algo o con alguien?

Ayer por la tarde, pude percibir que algunos de mis contactos en Facebook, postearon un video. Su título es fuerte: “México, vergüenza internacional”.

Al principio, mi nacionalismo me impidió prestar atención a un video cuyo título ofendía, según mi concepto, a mi país. ¿Cómo se atrevían a ir por allí, difundiendo un México digno de vergüenza?

Sin embargo, cuando vi que algunos de mis contactos más asertivos lo habían posteado, decidí no quedarme con la curiosidad y explorar dentro de su contenido.

Mi sorpresa no pudo ser mayor, al descubrir dentro del video las millones de frases que siempre he tenido en mi cabeza y que nunca habría podido expresar mejor.

El autor, cuyo nombre desconozco, describe el México que no me gusta, el México que tendría que “rescatar” si de verdad fuera la Princesa Guerrera que tantas veces he retratado en mis entradas.

El México en el que fanatizamos los colores de un partido político, sin entender que a los partidos los hacen las personas que los forman y que los representan; porque no conozco un partido que, en su esencia y en sus principios de doctrina, haya sido creado para generarle algún mal a la sociedad.

Y aun así, marcamos un color o un logotipo en la boleta electoral, sin darnos el tiempo de investigar la filiación, la experiencia y los logros del candidato que pretende ocupar el cargo que guiará nuestros destinos, manejará nuestras finanzas, gastará y cobrará nuestros impuestos, creará nuestras leyes o nos representará en el mundo globalizado del que, nos guste o no, formamos parte.

Y hacemos mofa (me incluyo) de aquél candidato que puntea las encuestas pero que no puede mencionar siquiera tres títulos de obras literarias que hayan marcado su vida y mucho menos tiene la capacidad de improvisar ante situaciones fuera de su guión perfecto, sin darnos cuenta de que él solamente refleja el nivel cultural que como país, en general, tenemos.

Y apoyamos al que cree que con bloquear avenidas, autopistas o paralizar pueblos enteros, demostrará su poderío y mejorará nuestras vidas.

Y damos “likes” indiscriminados a las fotos populacheras de aquellos que aprovechan los desastres naturales para llevar una despensa a quienes fueron menos afortunados e iniciar su pre campaña en tiempos no autorizados por nuestros organismos electorales, aprovechando el poder que dan las redes sociales y la necesidad de los que menos tienen.

Y denigramos a aquella por la que, si fuera hombre y abanderara a otro partido, seguramente votaríamos.

Y copiamos en el examen, inventamos pretextos para faltar al trabajo, dejamos nuestras multas sin pagar, evadimos impuestos y nos quedamos con la cartera que encontramos hoy por la mañana, aun sabiendo que tiene un dueño.

Y nos quejamos de la corrupción mientras sobornamos al Juez, al Magistrado, al Ministerio Público y a toda la cadena de procuración e impartición de justicia. Nos quejamos de la contaminación y de ver nuestras calles y playas sucias, pero no podemos llegar hasta el bote de basura más cercano para depositar nuestros desechos.

Vivimos en el país donde una vida humana cuesta lo mismo que un coche o un viaje. En el país donde un ascenso se puede conseguir en un turno de un motel de paso. El país donde, futbolistas o policías, se disfrazan de buenos mientras se pasan al bando de los malos.

Y así, podría continuar… toda la noche, todos los días, largos días… Buscando defectos, errores, muestras de debilidad y oportunidades para exacerbar mi crítica.

Pero… ¿realmente sólo esto es México?

Ayer, mientras corría, me planteaba todas estas preguntas. Y entonces, sin más herramienta que el poder de mis pensamientos y el sonido de mis pies sobre la pista, decidí que México es mucho más que una “vergüenza internacional”.

Es el país que me vio nacer y que me ha dado todo lo que tengo y lo que soy. Es el país que le voy a dejar a mis sobrinos y a mis hijos si los llego a tener.

Es el país donde, a pesar de nuestras diferencias, existe aún gente creativa y trabajadora, gente que se levanta todos los días con la convicción de que sólo trabajando arduamente podrán conseguir la calidad de vida, en todos los aspectos, que su familia y ellos mismos merecen.

Gente que quiere que México sea distinto y que quiere mostrar una cara diferente. La cara del país privilegiado y rico en bellezas naturales y culturales. La cara del ingenio y la creatividad enfocados de forma positiva.

La cara de las mujeres que trabajan con los hombres, como sus iguales y que ejercen su derecho a ser reconocidas.

La cara de los que, desde su trinchera, muchas veces anónima, se mueven por una causa y dejan todos los días su marca en la historia, ya sea de un pueblo o de una persona.

Ese es el México que le quiero mostrar al mundo y el México por el que hoy me levanto a trabajar.

Porque antes de pensar en rescatar un Príncipe, procrear descendencia, comprarme casa o elegir a mi próximo presidente, debo pensar en empezar hoy mismo a ser la clase de mexicana que mi gran país merece.

Porque este es el México que, como Princesa, como Guerrera, pero sobre todo como MUJER, estoy obligada a rescatar.

Porque lo que yo no haga por mi país, no lo hará nadie más…

Y tú… ¿estás dispuesto a rescatar a México?



En nuestra primera colaboración de 2012, les deseo a todos nuestros lectores, a nombre de Ámbar Sámano, Nancy Aubert, Wendy González, Fernanda Vieyra y todos nuestros colaboradores anónimos, así como de una servidora; que en este año tengan paz, armonía, amor y muchos éxitos cumplidos, además de salud para disfrutarlos todos.

Gracias por leernos en 2011 y esperamos contar con el mismo honor en el 2012.

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