Hace
días estoy tratando de hablarte. En realidad, te hablo todos los días (algunas
veces, a gritos)…
Pero,
como ya es tu costumbre, no me escuchas. Te resulta muy difícil quedarte quieta
y jamás permites que mis palabras lleguen a ti.
Hoy
necesito que dejes de moverte. Necesito que silencies tu ego y tus pensamientos
más abrumadores para que puedas escucharme, porque hay cosas muy importantes
que te tengo que recordar:
Comenzaste
el año con el firme propósito de cambiar ciertos aspectos de tu vida que no te
habían funcionado correctamente en años anteriores. No necesito recordarte
cuáles, puesto que sé que los tienes presentes.
Aún
no hemos tenido el suficiente tiempo de avanzar. Incluso, no ha terminado ni
siquiera Enero, pero algunas cosas de las que estabas segura y de las que creías
permanentes en tu vida, simplemente ya no están allí.
¿Alguien
se las llevó? Probablemente. Aunque yo creo que si hubieran estado firmemente
ancladas en tus raíces, continuarían allí. También creo que si se fueron
definitivamente, es porque están dejando un espacio permanente para que pueda
ser habitado por algo nuevo y mejor.
En
estos días has vivido emociones y sentimientos muy diversos, puedo entenderlo
porque he vivido contigo todas las sensaciones que te ha provocado el que tu
mundo se hubiera puesto de cabeza tan rápido.
De
pronto te ha parecido tocar el cielo y descubrir otra vez a la mujer que ama,
que lucha, que llora, que se conmueve y que se alegra por la simplicidad y al
mismo tiempo, la perfección del mundo que tiene alrededor.
Pero
también has tenido miedo, envidia, coraje, celos y ganas de no ser tú. Incluso,
te ha parecido, mirándote al espejo, que la mujer que ves allí es una muy
distinta a la que tenías frente a ti hace apenas unos días. Hasta le encuentras
arrugas, canas y defectos en la piel y en el cuerpo, que hace unos días no
habías percibido. Sin embargo, sabes que no es tu cuerpo el que está
envejeciendo, si no tu alma la que, al no estar en paz, refleja el cansancio de
pelear todos los días contra ella misma, en lo que tú llamas “muestras de
envejecimiento físico”.
Y
te cuestionas si lo que siempre creíste verdad, sigue teniendo sentido. Te
cuestionas si las personas que has puesto en tu vida en los últimos años,
verdaderamente quieres que permanezcan allí. Te cuestionas si todas aquellas
cosas que quieres alcanzar y que has perseguido tan fervientemente durante los
últimos tiempos, están más lejos o más cerca de ti con tus actuaciones más
recientes. O, dicho más claro, te la pasas preguntándote si lo que estás
haciendo te acerca a lo que quieres conseguir.
No.
La mayor parte del tiempo no estás tranquila. Te sigues peleando contigo y no
sabes cómo parar…
¿Sabes
por qué? Porque pretendes nadar contra la corriente. Pretendes que sea el
camino quien se adapte a tus deseos y no tus deseos al camino que ya tienes
predeterminado.
¿Sabes
por qué? Porque de pronto decides anteponer los deseos y la felicidad de otros,
sobre la tuya; sin darte cuenta del daño que le haces a tu esencia, al admitir
condiciones impuestas por otros, en lugar de seguir tus propias reglas.
¿Sabes
por qué? Porque se te perdió Dios y no sabes muy bien dónde encontrarlo…
La
buena noticia es que no tienes que ir muy lejos, porque Dios está dentro de ti.
Para ser precisos, está junto a mí. En muchas ocasiones, somos uno solo…
Como
yo, Dios siempre está contigo y sostiene tus pasos cada que tú le permites.
Pero, como buena niña rebelde que siempre has sido, de pronto quieres
aventurarte a descubrir el mundo por ti misma, es entonces cuando Dios te deja
caminar sola… y también te deja caer. Sin embargo, eso no significa que haya
dejado, en algún momento, de acompañar tus pasos.
Hoy
sólo te pido que te quedes callada y que me escuches. Aunque lo dudes, muchas
veces sé mejor que tú lo que te conviene. Por favor, cédeme el volante de vez
en cuando.
Porque
cuando tu cabeza no pueda decidir, por más que escribas listas completas de “pros”
y “contras”, por más que busques “razones” para continuar o parar, recuerda que
yo siempre sabré qué hacer.
Si
me dejas hablar, será todo mucho más sencillo…
Si
me dejas hablar, entenderás que lo único que tienes que hacer es aceptar lo que
la vida te pone en frente, sin cuestionar si está bien o está mal, porque el
bien y el mal siempre han sido relativos. Todo lo que tienes que hacer es
dejarte llevar, disfrutar el momento y dejarlo ir, cuando haya terminado…
Si
me dejas hablar, entenderás que no está mal llorar, ni gritar, ni desesperarse,
siempre y cuando la desesperación no se apodere de tu ser, porque entonces
correrías el riesgo de perder el equilibrio y caer irremediablemente.
Si
me dejas hablar, te recordaré que todo lo que necesitas para ser feliz lo
tienes dentro de ti y que lo único que tienes que hacer es usar lo que Dios y
la vida te dieron a manos llenas, para que actúe en tu favor. Tú tienes todo lo
que necesitas. El resto (personas, cosas, lugares y situaciones) son aspectos
que Dios puso en tu camino para que tu vida tuviera sentido, pero tú decides su
permanencia dentro de tu historia.
Te
recordaré que cuando algo o alguien forma parte de tu leyenda personal, no
necesitas forzar las circunstancias para que, en determinado momento, vuelva a
ti, si es que se ha ido; o se quede a tu lado el tiempo que sea necesario para
que aprendas todo lo que tienes que aprender de eso.
Te
recordaré que ya antes has tomado decisiones basadas en miedo: miedo a perder,
miedo a sufrir, miedo a caer… Y normalmente has perdido, has sufrido y has
caído.
Te
invitaré a tomar decisiones por amor… Por amor a la vida, a ti misma y a los
que te rodean.
Te
recordaré cuáles son tus prioridades y que al final del día, la única medida de
tu avance será qué tan cerca te encuentres de ellas.
También
te diré que lo bueno se obtiene cuando esperas, porque cuando presionas,
normalmente lo arruinas (¿te suena conocido?).
Y
quizá, sólo quizá, lo que en este momento la vida te esté poniendo, sea una
prueba de paciencia y fe…
Si
decides aceptarla, yo estaré allí y no te dejaré claudicar.
Pero
si decides rendirte ahora (haciendo caso a tu deseo de las últimas mañanas),
también estaré allí. Porque vayas a donde vayas, siempre contarás conmigo…
Con
amor…
Tu
Corazón.
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