De tanto tiempo sin escribir, no sé qué parte de mi
está más oxidada. Podría ser la mente, el corazón, el espíritu, o podrían ser
sólo los nudillos que se han negado a teclear por varios meses como una forma
de rebelarse ante decisiones que nunca tomaron por si solos.
Traje mi cuerpo a Reynosa, y después de casi dos meses,
me sigo preguntando por qué, pues a veces siento que mi corazón se quedó en
otro lado. Pero no sólo yo me lo pregunto a cada rato (cada vez menos, por
fortuna): también la gente que día a día voy conociendo me restriega en la cara
cada que se puede, la pregunta sobre qué tenía en la cabeza cuando decidí dejar
un lugar tan bello como Manzanillo, con sus playas, con su ir y venir, con las
luces del puerto en la noche, con su vida alegre y tranquila, con sus bares a
la orilla de la playa, con un trabajo que amaba y que, en su momento, me
apasionaba, con mis amigos entrañables, mis hermanas, mis sobrinos… por qué cambiar
todo eso, todo lo bueno, todo lo bello, por vivir en un lugar como Reynosa, que
no tiene nada de lo que allá dejé…
Pero la verdad es que si quieren una respuesta que los
satisfaga, no la tengo. Sólo sé que el lunes 9 de junio de 2014 cuando aterricé
en el Aeropuerto de Reynosa, traía 35 kilos de equipaje en mis maletas, y un
corazón cargado de ilusiones, de sueños, de proyectos y de amor.
La realidad me despertó de algunos de esos sueños,
alguna que otra ilusión se fue, los proyectos siguen y han venido creciendo
conforme el paso del tiempo… y del amor hablamos después, porque siempre ese
tema merecerá mención aparte.
El día a día me ha hecho quitarme los lentes rositas y
entender que toda mi buena fama en lo profesional creada con arduo esfuerzo
durante mis años de trabajo en Manzanillo, todo mi corazón cargado de la energía
de la gente que dejé en el camino, toda la ilusión que tenía por llegar, no
serían suficientes sin un poco de acción y mucha fe.
También he recordado que pude haber tenido muchas
razones para mudarme, algunas buenas y otras malas, quizá comprensibles o no
para los demás, pero que en su momento creí en ellas, aposté por ellas, me la
jugué y estoy aquí: en el lugar correcto, en el momento correcto y donde Dios
quiso que llegara, a aprender lo que tenga que aprender, a dar lo que tenga que
dar y a regresar a algún lugar, al que quizá pertenezco verdaderamente, o probablemente
a descubrir algún sitio nuevo. La sorpresa sería que después de todo, mi sitio
final estuviese aquí, donde tantas lágrimas me ha costado estar…
En el libro “Comer, rezar, amar”, de Elizabeth
Gilbert, la autora decía que cada ciudad tenía una palabra. Después de casi dos
meses, puedo asegurar con firmeza que ya encontré la palabra de Reynosa, por lo
menos, la que para mi funciona. Es sencilla: la palabra de Reynosa es CONFIAR. Los
días transcurridos me han recordado la importancia de confiar...
Primero: confiar en que Dios, como quiera que lo
entienda y lo perciba, me trajo aquí por un propósito que conoce mejor que yo,
y que todo lo que he visto como “sufrimiento” han sido lecciones disfrazadas. A
veces, simplemente hay que “pagar el precio” por decidir, por atreverse, por
salir de la comodidad y de la rutina, por estar vivos…
Segundo: a confiar en mí, en mis conocimientos, en mis
capacidades, en mi fuerza interior, en mi espíritu, en mi entereza de carácter,
en mis recursos. Con todo eso, con lo vivido, con lo aprendido a través de
tantas experiencias y tropiezos, y a pesar de que siga tropezando y a veces
caiga, convencerme y reaprender que en cualquier situación YO PUEDO…
Tercero: confiar en los demás, en la gente a mi
alrededor, a pesar de que el ambiente pueda ser tenso u hostil en una ciudad
tan lastimada por los embates del crimen organizado, confiar en que no toda la
gente que se acerque a mi tendrá intención de hacerme daño. Confiar en que la
mayor parte de las personas son buenas y se preocupan porque yo esté bien…
Hoy ya no quiero preguntarme “por qué”, si no “para
qué”…
Seguir cuestionando la decisión que en un principio en
mi mente y en mi corazón consideré correcta, no hará más que generar
frustración por un tema que difícilmente podré cambiar. Es desacreditar mi
juicio, es derrumbarme ante las adversidades, es dar pasos hacia atrás.
La nueva pregunta es “para qué”…
Pero la respuesta no la tengo, por eso es que estoy
aquí. Me encuentro aquí y ahora en Reynosa, confiando en que el destino, la
vida, Dios y el amor y la confianza en mi interior, me ayuden a descubrir el
verdadero motivo que hizo que en algún momento todos los hilos se tejieran para
que yo viniera a parar aquí.
Así que por si se lo preguntaban, aquí sigo, tratando
de reaprender a dejar ir mi pasado quedándome con lo mejor y permitiendo que
las cosas sucedan simplemente porque tienen que suceder. No sé cómo me irá,
pero como dice mi casi siempre sabia madre: “que por lucha no quede”.
Con el enorme agradecimiento por leerme y el placer de
haber regresado con ustedes, les prometo leernos pronto…
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Karma? Si! Si existe!
ResponderEliminarNo se quien eres y de antemano gracias por leer! Intentaré darle el mejor sentido a tu comentario! DTB!
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