Les confieso que tenía varios
días intentando escribir sin poder conseguirlo. Tristemente, me percaté de
cuánta práctica he perdido en la escritura de cosas “no-tan-serias” desde que
tuve la oportunidad (gracias a este espacio) de escribir de manera profesional.
Creo que en el momento que alguien me dijo que podía escribir columnas para un
medio o artículos para una revista, olvidé mi antigua pasión por la escritura y
ésta se convirtió en una obligación. Otros intereses han venido a ocupar lo que
por más de un año había hecho por simple placer y se me olvidó que alguna vez,
en mi perfil, me anunciaba como simple “escritora de clóset”. Caí en la cuenta
de lo importante que resulta, de vez en cuando, volver a las bases y empezar de
cero.
Y en ese
proceso de “volver a empezar” y de contar los daños que dejó la tormenta y que
ahora verifico otra vez en la calma, de pronto doy un vistazo a mi alrededor y observo
cómo mi vida continuó, que los antiguos dolores ya no duelen, que las heridas
cicatrizaron y que hasta las costras del sarcasmo que evitaban que las heridas (abiertas
pero escondidas) sangraran, comienzan a caerse. Me doy cuenta de que la gente que
me rodea también siguió sus caminos y que aquello que alguna vez me inquietó
ahora es un simple recuerdo. Parece que pasó más tiempo, pero no; hace apenas
unos días o unos meses del caos. Incluso puedo darme el lujo de reírme un poco
y de agradecer a Dios que las cosas no hubiesen salido como yo quería. Ahora
entiendo que de verdad Dios no te da siempre lo que quieres pero siempre está al
pendiente de lo que necesitas y que cuando borra algo del libreto de tu vida es
porque está a punto de sustituirlo por una trama mucho mejor. Vienen cosas
nuevas, retos nuevos y personas nuevas también. La gente que estuvo ya no se
extraña como antes y, en cambio, la gente que continúa conmigo es más valorada
ahora que mi vida vuelve a retomar su curso.
Permanezco
en silencio y me concentro sólo en escribir, sin más ruido que el de las teclas
de la computadora y el de mis pensamientos. Entonces volteo y vuelvo a ver las
mentiras de las que formé parte y trato de recordar el dolor y la confusión de
aquellos momentos. Me doy cuenta que siguen allí, en el mismo lugar y que,
aunque ya no soy partícipe de las mismas, sé que me marcarán por el resto de mi
vida y que no habrá poder humano capaz de borrar los efectos secundarios.
Pero,
habiéndome alejado emocionalmente de la escena, puedo ver las cosas con mayor
claridad y entender que detrás de cada historia siempre existen dos versiones y
que, definitivamente, a mí me tocó vivir la mejor.
Alguien me preguntó hace unos días, a raíz de un sueño suyo, que si
tuve un accidente. Sí, de alguna forma lo tuve. No resulté ilesa cómo hubiera querido, pero sé
ahora que las heridas, por más profundas y dolorosas que resulten, pueden
sanar.
Entonces entendí:
… Que en
el amor, como en todos los aspectos de la vida, no puedes dar por
sentada la perfección, porque mientras alguien cree que su historia de amor es
perfecta y que no le falta nada, pudiera existir en algún otro lugar, alguna
persona que se percate de todos aquellos aspectos que tú no estás dispuesta a
ver, pero que no por negarlos dejan de ser reales. Siempre existe “tu verdad”,
“mi verdad” y “la verdad”. Escucha las señales de alarma. Cuánto dolor y
sufrimiento me pude haber ahorrado si tan sólo hubiera abierto mi mente, mi
corazón y mis oídos a todas aquellas personas que en su momento trataron de
avisarme que había peligro.
… Que mi
peor enemigo fui yo misma, cuando por negligencia o por miedo me cerré a ver
las cosas como son y elegí pintar el color rosa sobre el fondo negro. Por muy
bonito que se vea, jamás será un rosa puro. Así que la sombra salió a la
superficie, convirtiéndome en víctima de todos las promesas que admití cómo
ciertas cuando en el fondo de toda mi lógica, sabía que no eran reales. En ese
momento entendí que para vivir en un mundo color de rosa, tenía que haberme
también comprado unos lentes a tono, que evitarían que viera el color verdadero
cuando los disfraces y el maquillaje se cayeran. Estaría protegida detrás de mi
cristal rosa, aunque el mundo real fuera más bien, como gris rata.
… Que pude
haber destruido muchos cuentos de hadas maravillosos con tan solo pronunciar
unas cuantas palabras llenas de verdad, sin embargo, el sembrar infelicidad y
amargura a mi paso podría no haber sido mi ideal de vida. Lo mejor es dejar
atrás y continuar mi camino, porque aunque en algún momento lo dudé, entiendo y
compruebo que Dios se encarga y pone siempre las cosas en su sitio.
… Que a
veces las cosas malas tardan en irse, pero se van. Al final, cuando ocupas tu
tiempo y tu energía en rellenar espacios vacíos de forma constructiva,
terminarás satisfecha contigo misma, pues habrás salido airosa de una batalla
que en algún momento quizá dudaste en ganar.
… Que
muchas veces, al ganar pierdes. Lo importante es no perder la lección. En todos
los momentos, por difíciles y amargos que parezcan, siempre habrá un valioso
aprendizaje qué rescatar.
… Que
mientras más camino avances, más necesaria es la gente que te quiere, porque en
determinado momento pueden mostrarte el sendero de regreso cuando sientas que
comienzas a extraviarte.
… Que el
hacer siempre lo que crees correcto y lo que te apasiona, genera su recompensa,
mucho más allá de lo económico. No hay nada como voltear hacia atrás y recordar
de dónde vienes, pero también, cuánto has avanzado.
Después de
la tormenta la calma llega y el sol vuelve a brillar en todo su esplendor.
Mantener una actitud positiva es muy fácil cuando las cosas salen bien, pero es
vital cuando crees que todo va mal.
Es
cuestión de fe… y a esta Princesa Guerrera, lo que le sobra es fe.
Con dedicatoria especial a dos lectoras
que, aunque no tengo el honor de conocer en persona, el destino y este viaje
por las letras las colocó en mi camino cibernético: Maru, en Colima y Ana, en
Acapulco. Gracias por los mensajes inspiradores y las muestras de apoyo que he
recibido de ambas.
Gracias por seguirme…
Todos los martes, mi columna “Desde mis ojos…” en www.letrafria.com
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Adictas a los Monstruos
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