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lunes, 25 de junio de 2012

"Miss 30"... Por Elena Savalza


Comía con mi amiga Edith hoy a medio día. Eso no es nada raro. Comemos juntas con relativa frecuencia ya que su oficina y la mía se encuentran a unos cuantos minutos, así que cada que la agenda nos permite (como buenas mujeres “ocupadísimas”), nos damos una escapada a un restaurante cercano.

Hablábamos de todo lo acontecido en el fin de semana, de los chismes nuevos, de algunos proyectos en el trabajo que me tendrán un poco más tiempo fuera de Manzanillo, de las próximas elecciones, de mi columna del martes, de mis hermanas, de su trabajo... y sí: también de hombres. En una conversación de mujeres, es un tema prácticamente ineludible, aunque nos resistamos a admitirlo.

Edith hacía un curioso recorrido virtual por mis galanes presentes, pasados y futuros. Curiosamente, llamó “ex” al más reciente y me reí como loca de lo bien que sonaba ponerle ese prefijo que lo dejaba justo en el tiempo en el que debe estar: el pasado.

Al ver lo limitadas y poco factibles que sonaban mis opciones, Edith me dice:

-         Tendremos que conseguirte un novio para tu cumpleaños.
-         ¡Aún falta mucho!- le respondo.
-         ¡Ni tanto! Menos de dos meses…- Reflexiona ella.




Me llegó una momentánea "crisis de la edad", al recordar que cumpliré 30 años el próximo agosto. Inevitablemente, también vino a mi cabeza la palabra con la que la sociedad más fastidia a las mujeres solteras de mi edad, por mucho que nos modernicemos: SOLTERONA. Sí, así de despectivo y de fuerte, como si a las casadas les llamaran “casadonas” o a las divorciadas “divorciadonas”.

Recordé la charla que tuve con mi papá la última vez que lo vi, donde me insinuaba, a solas y sin bromear, su “preocupación” por mi persistente soltería. También recordé que el sábado, mientras hablaba con una amiga, ella me decía que el “conseguir marido” no era cosa del destino, si no que funcionaba igual que cualquier otra meta: tenía que estar en mi cabeza, diseñar mi estrategia y empeñarme en esa “empresa” tanto como en cualquier otro proyecto personal o profesional para lograrlo. De repente, a todo mundo comenzó a preocuparle mi estado civil.

Y entonces me puse a pensar… ¿Cuándo fue la última vez que me enamoré? ¿Cuándo fue la última vez que desperté acompañada? ¿Cuándo fue la última vez que me formé en la fila de las solteras para conseguir el ramo en una boda? ¿Cuándo fue la última vez que me imaginé con un vestido de novia? La primera y la segunda, no hace tanto tiempo; la tercera y la cuarta, ni siquiera puedo recordarlo. Vi a mí alrededor e hice un recuento de mis amigas casadas ¿Cuántas eran verdaderamente felices? ¿Cuántas no tenían cara de fastidio y arrepentimiento? Pero mi introspección no terminó allí. Cerré los ojos y vi hacia el futuro. Hubiera querido decirles que me vi en una hermosa casa, con un esposo y uno o dos hijos… pero ni remotamente se parece a la idea del futuro perfecto que pasó por mi cabeza. Las tareas de mis hijos que se supone que debí haber añorado sólo eran equiparables al número de visas que tenía mi pasaporte, así que ya se podrán imaginar cómo viajaba mi fantasía: en un avión y hacia una ciudad, un país o un continente muy lejos de aquí.


Sí, alguna vez me ilusionó el “… y vivieron felices para siempre”, lo confieso. Sin embargo, ya pasó bastante tiempo desde que el cuento de hadas se adaptó a una realidad con la que me siento más que cómoda: el  hecho de ser Princesa de Cuento depende hoy solamente de mí y no de la existencia de un Príncipe Azul que, dicho sea de paso y a juzgar por los últimos que conocí, han estado un poco deslavados. Entendí que no necesito ningún rescate porque solamente he estado presa entre mis miedos y mis decisiones cuando he querido estarlo y cuando ello me ha significado un aprendizaje valioso en mi vida; pero, por fortuna, siempre he podido encontrar la llave de mi torre y bajar de ella para continuar por el Camino de la Magia.

Así que, lamento decepcionar a mi papá y a la comunidad entera, pero esta soltería es más por decisión que por obstinación y mucho menos por resignación. Entiendo que este corazoncito (el mío) tiene mucho más amor qué dar  y sentir y que jamás lo volveré a cerrar porque el último, el anterior, el primero o el que lo habitó hace años lo hubiesen dejado un tanto maltratado. 


Creo que mi corazón ya tuvo todas las remodelaciones pertinentes y está listo para volver a habitarse. Seguramente será maravilloso cuando suceda, pero en tanto llega ese momento hay más amigos, más cafés, más vino tinto, más películas, más bares, más ciudades, más proyectos, más pasiones y mucha pero mucha vida por vivir.



En mis nuevos 30 años, ya no necesito a un Príncipe Consorte que me haga sentir completa, sencillamente porque soy una mujer completa. El hombre que llegue a ocupar mi brazo y a formar parte de mi vida, tendrá un enorme reto a vencer en esta cabeza dura y poco convencional, en apariencia; pero que en el fondo quiere lo que todas quieren, sin renunciar a sus aspiraciones personales y profesionales (las cuales tengo muy claras) y mucho menos a ser yo misma por agradar a alguien más.

Si ese hombre existe, lo único que falta es que nos encontremos, porque estoy segura de que ya nació (¡eso espero!). Pero, si por cuestiones estadísticas, recordando que en el mundo existimos más mujeres que hombres, resulta que no existe y la etiqueta de SOLTERONA estará permanentemente pegada en mi frente, no hay problema. Estoy segura de que a estas alturas he adquirido la sabiduría y entereza  necesaria como para saber qué hacer con mi vida y con mi tiempo, y para trascender más allá de si dejo o no descendencia y contribuyo a la perpetuidad de mi apellido. Y lo mejor, es que sé que seguiré aprendiendo y eso me emociona más que darme miedo.


Así que hoy, en estos meses que me restan para disfrutar el último número de mis años 20’s, orgullosamente puedo darle Gracias a Dios por todo lo bueno que ha venido a mi vida y decir que estoy lista para la nueva década.

Mis queridas “Miss 30” del mundo: pronto me les uno… ¡allá les voy!

Nota: Mientras termino de escribir y edito esta entrada, estoy viendo por enésima vez “Sex and the City”…  ¿Mayor inspiración que esas 4 mujeres hermosas para sentirme divina a mi edad?


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domingo, 17 de junio de 2012

"Mujerona"... Por Elena Savalza


Hace unos meses, una Reportera de un medio local en Manzanillo, publicó en su muro de Facebook la noticia de que una importante funcionaria de una empresa había sido cesada de un puesto que desempeñó de manera muy decorosa, responsable y con éxito incuestionable, por los últimos 10 años. Personalmente, he tenido la oportunidad de conocerla a ella como el gran ser humano que es y puedo decir de manera honesta, que es una de las mujeres que más admiro en el ámbito laboral, además de considerarla mi amiga, por lo cual la noticia de su cese me impactó doblemente.


Sobre la fotografía que acompañaba la nota publicada por la Reportera, comenté que estaba segura de que a donde quiera que fuera le iría excelente, porque ella era una mujerona.  Horas más tarde, uno de los comentarios de otra persona (que no conozco) hizo referencia directa al mío, diciendo: “Elena Savalza ¿Dónde crees que ella quiera trabajar? ¿Dónde necesitan una mujerona?”. Mi respuesta rápida, al ver el comentario, fue decir: “las mujeronas como ella son necesarias en todas partes”.

Aunque mi respuesta fue concreta, no me dejó satisfecha. Esa noche me dormí pensando en la palabra que utilicé para definir a mi amiga (mujerona), pero sobre todo, en la pregunta directa que me hicieron “¿Dónde necesitan una mujerona? La consulta  de esa noche con la almohada me hizo concluir lo siguiente, que hasta hoy me doy tiempo de reflexionar y publicar:

Una mujerona es necesaria…

… Donde se necesite voluntad para mejorar el entorno y para ir en contra de situaciones adversas, porque es allí donde ella saca la casta y demuestra de qué está hecha, compartiendo su valiosa experiencia con los demás...

… Donde sea necesario el ejemplo de lucha, porque no se detendrá hasta conseguir sus objetivos de forma justa y con arduo trabajo.

… Donde se requiera dirigir con calor humano, porque la mujerona sabe ser líder sin dejar de ser mujer…

… Donde se necesite marcar límites e infundir respeto, sin llegar a la represión y a la intolerancia…

… Donde quiera que se necesite un oído atento, una mano franca, una palabra de consuelo y un hombro donde llorar…

… Donde quiera que se tenga que perder el miedo para romper paradigmas y crear nuestras propias reglas…


Hoy dedico esta nota a todas las mujeronas que he tenido el gusto de conocer a lo largo de mi vida, porque sé que, ausentes o presentes, la experiencia compartida con ustedes ha de marcar mi camino hasta el final. 

Porque ser mujer es fantástico... ¡Arriba corazones, Mujeronas!



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miércoles, 13 de junio de 2012

Después de la tormenta... Por Elena Savalza


Les confieso que tenía varios días intentando escribir sin poder conseguirlo. Tristemente, me percaté de cuánta práctica he perdido en la escritura de cosas “no-tan-serias” desde que tuve la oportunidad (gracias a este espacio) de escribir de manera profesional. Creo que en el momento que alguien me dijo que podía escribir columnas para un medio o artículos para una revista, olvidé mi antigua pasión por la escritura y ésta se convirtió en una obligación. Otros intereses han venido a ocupar lo que por más de un año había hecho por simple placer y se me olvidó que alguna vez, en mi perfil, me anunciaba como simple “escritora de clóset”. Caí en la cuenta de lo importante que resulta, de vez en cuando, volver a las bases y empezar de cero.


Y en ese proceso de “volver a empezar” y de contar los daños que dejó la tormenta y que ahora verifico otra vez en la calma, de pronto doy un vistazo a mi alrededor y observo cómo mi vida continuó, que los antiguos dolores ya no duelen, que las heridas cicatrizaron y que hasta las costras del sarcasmo que evitaban que las heridas (abiertas pero escondidas) sangraran, comienzan a caerse. Me doy cuenta de que la gente que me rodea también siguió sus caminos y que aquello que alguna vez me inquietó ahora es un simple recuerdo. Parece que pasó más tiempo, pero no; hace apenas unos días o unos meses del caos. Incluso puedo darme el lujo de reírme un poco y de agradecer a Dios que las cosas no hubiesen salido como yo quería. Ahora entiendo que de verdad Dios no te da siempre lo que quieres pero siempre está al pendiente de lo que necesitas y que cuando borra algo del libreto de tu vida es porque está a punto de sustituirlo por una trama mucho mejor. Vienen cosas nuevas, retos nuevos y personas nuevas también. La gente que estuvo ya no se extraña como antes y, en cambio, la gente que continúa conmigo es más valorada ahora que mi vida vuelve a retomar su curso.

Permanezco en silencio y me concentro sólo en escribir, sin más ruido que el de las teclas de la computadora y el de mis pensamientos. Entonces volteo y vuelvo a ver las mentiras de las que formé parte y trato de recordar el dolor y la confusión de aquellos momentos. Me doy cuenta que siguen allí, en el mismo lugar y que, aunque ya no soy partícipe de las mismas, sé que me marcarán por el resto de mi vida y que no habrá poder humano capaz de borrar los efectos secundarios.

Pero, habiéndome alejado emocionalmente de la escena, puedo ver las cosas con mayor claridad y entender que detrás de cada historia siempre existen dos versiones y que, definitivamente, a mí me tocó vivir la mejor. 


Alguien me preguntó hace unos días, a raíz de un sueño suyo, que si tuve un accidente. Sí, de alguna forma lo tuve. No resulté ilesa cómo hubiera querido, pero sé ahora que las heridas, por más profundas y dolorosas que resulten, pueden sanar.

Entonces entendí:

… Que en el amor, como en todos los aspectos de la vida, no puedes dar por sentada la perfección, porque mientras alguien cree que su historia de amor es perfecta y que no le falta nada, pudiera existir en algún otro lugar, alguna persona que se percate de todos aquellos aspectos que tú no estás dispuesta a ver, pero que no por negarlos dejan de ser reales. Siempre existe “tu verdad”, “mi verdad” y “la verdad”. Escucha las señales de alarma. Cuánto dolor y sufrimiento me pude haber ahorrado si tan sólo hubiera abierto mi mente, mi corazón y mis oídos a todas aquellas personas que en su momento trataron de avisarme que había peligro.

… Que mi peor enemigo fui yo misma, cuando por negligencia o por miedo me cerré a ver las cosas como son y elegí pintar el color rosa sobre el fondo negro. Por muy bonito que se vea, jamás será un rosa puro. Así que la sombra salió a la superficie, convirtiéndome en víctima de todos las promesas que admití cómo ciertas cuando en el fondo de toda mi lógica, sabía que no eran reales. En ese momento entendí que para vivir en un mundo color de rosa, tenía que haberme también comprado unos lentes a tono, que evitarían que viera el color verdadero cuando los disfraces y el maquillaje se cayeran. Estaría protegida detrás de mi cristal rosa, aunque el mundo real fuera más bien, como gris rata.

… Que pude haber destruido muchos cuentos de hadas maravillosos con tan solo pronunciar unas cuantas palabras llenas de verdad, sin embargo, el sembrar infelicidad y amargura a mi paso podría no haber sido mi ideal de vida. Lo mejor es dejar atrás y continuar mi camino, porque aunque en algún momento lo dudé, entiendo y compruebo que Dios se encarga y pone siempre las cosas en su sitio.

… Que a veces las cosas malas tardan en irse, pero se van. Al final, cuando ocupas tu tiempo y tu energía en rellenar espacios vacíos de forma constructiva, terminarás satisfecha contigo misma, pues habrás salido airosa de una batalla que en algún momento quizá dudaste en ganar.

… Que muchas veces, al ganar pierdes. Lo importante es no perder la lección. En todos los momentos, por difíciles y amargos que parezcan, siempre habrá un valioso aprendizaje qué rescatar.

… Que mientras más camino avances, más necesaria es la gente que te quiere, porque en determinado momento pueden mostrarte el sendero de regreso cuando sientas que comienzas a extraviarte.

… Que el hacer siempre lo que crees correcto y lo que te apasiona, genera su recompensa, mucho más allá de lo económico. No hay nada como voltear hacia atrás y recordar de dónde vienes, pero también, cuánto has avanzado.



Después de la tormenta la calma llega y el sol vuelve a brillar en todo su esplendor. Mantener una actitud positiva es muy fácil cuando las cosas salen bien, pero es vital cuando crees que todo va mal.

Es cuestión de fe… y a esta Princesa Guerrera, lo que le sobra es fe.

Con dedicatoria especial a dos lectoras que, aunque no tengo el honor de conocer en persona, el destino y este viaje por las letras las colocó en mi camino cibernético: Maru, en Colima y Ana, en Acapulco. Gracias por los mensajes inspiradores y las muestras de apoyo que he recibido de ambas.

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