Comía con mi
amiga Edith hoy a medio día. Eso no es nada raro. Comemos juntas con relativa
frecuencia ya que su oficina y la mía se encuentran a unos cuantos minutos, así
que cada que la agenda nos permite (como buenas mujeres “ocupadísimas”), nos
damos una escapada a un restaurante cercano.
Hablábamos
de todo lo acontecido en el fin de semana, de los chismes nuevos, de algunos proyectos
en el trabajo que me tendrán un poco más tiempo fuera de Manzanillo, de las
próximas elecciones, de mi columna del martes, de mis hermanas, de su trabajo...
y sí: también de hombres. En una conversación de mujeres, es un tema
prácticamente ineludible, aunque nos resistamos a admitirlo.
Edith
hacía un curioso recorrido virtual por mis galanes presentes, pasados y
futuros. Curiosamente, llamó “ex” al más reciente y me reí como loca de lo bien
que sonaba ponerle ese prefijo que lo dejaba justo en el tiempo en el que debe
estar: el pasado.
Al ver lo limitadas y poco factibles que sonaban mis opciones, Edith me dice:
- Tendremos que conseguirte un novio para tu cumpleaños.
- ¡Aún falta mucho!- le respondo.
- ¡Ni tanto! Menos de dos meses…- Reflexiona ella.
Me llegó
una momentánea "crisis de la edad", al recordar que cumpliré 30 años el próximo
agosto. Inevitablemente, también vino a mi cabeza la palabra con la que la
sociedad más fastidia a las mujeres solteras de mi edad, por mucho que nos modernicemos:
SOLTERONA. Sí, así de despectivo y de fuerte, como si a las casadas les
llamaran “casadonas” o a las divorciadas “divorciadonas”.
Recordé la
charla que tuve con mi papá la última vez que lo vi, donde me insinuaba, a
solas y sin bromear, su “preocupación” por mi persistente soltería. También recordé
que el sábado, mientras hablaba con una amiga, ella me decía que el “conseguir
marido” no era cosa del destino, si no que funcionaba igual que cualquier otra
meta: tenía que estar en mi cabeza, diseñar mi estrategia y empeñarme en esa “empresa”
tanto como en cualquier otro proyecto personal o profesional para lograrlo. De
repente, a todo mundo comenzó a preocuparle mi estado civil.
Y entonces
me puse a pensar… ¿Cuándo fue la última vez que me enamoré? ¿Cuándo fue la
última vez que desperté acompañada? ¿Cuándo fue la última vez que me formé en
la fila de las solteras para conseguir el ramo en una boda? ¿Cuándo fue la
última vez que me imaginé con un vestido de novia? La primera y la segunda, no
hace tanto tiempo; la tercera y la cuarta, ni siquiera puedo recordarlo. Vi a mí
alrededor e hice un recuento de mis amigas casadas ¿Cuántas eran verdaderamente
felices? ¿Cuántas no tenían cara de fastidio y arrepentimiento? Pero mi
introspección no terminó allí. Cerré los ojos y vi hacia el futuro. Hubiera
querido decirles que me vi en una hermosa casa, con un esposo y uno o dos hijos…
pero ni remotamente se parece a la idea del futuro perfecto que pasó por mi
cabeza. Las tareas de mis hijos que se supone que debí haber añorado sólo eran
equiparables al número de visas que tenía mi pasaporte, así que ya se podrán
imaginar cómo viajaba mi fantasía: en un avión y hacia una ciudad, un país o un continente muy lejos de
aquí.
Sí, alguna
vez me ilusionó el “… y vivieron felices para siempre”, lo confieso. Sin
embargo, ya pasó bastante tiempo desde que el cuento de hadas se adaptó a una
realidad con la que me siento más que cómoda: el hecho de ser Princesa de Cuento depende hoy solamente de mí y no de la
existencia de un Príncipe Azul que,
dicho sea de paso y a juzgar por los últimos que conocí, han estado un poco
deslavados. Entendí que no necesito ningún rescate porque solamente he estado
presa entre mis miedos y mis decisiones cuando he querido estarlo y cuando ello
me ha significado un aprendizaje valioso en mi vida; pero, por fortuna, siempre
he podido encontrar la llave de mi torre y bajar de ella para continuar por el Camino de la Magia.
Así que,
lamento decepcionar a mi papá y a la comunidad entera, pero esta soltería es
más por decisión que por obstinación y mucho menos por resignación. Entiendo
que este corazoncito (el mío) tiene mucho más amor qué dar y sentir y que jamás lo volveré a cerrar
porque el último, el anterior, el primero o el que lo habitó hace años lo hubiesen
dejado un tanto maltratado.
Creo que mi corazón ya tuvo todas las remodelaciones pertinentes y está listo para volver a habitarse. Seguramente será maravilloso cuando suceda, pero en tanto llega ese momento hay más amigos, más cafés, más vino tinto, más películas, más bares, más ciudades, más proyectos, más pasiones y mucha pero mucha vida por vivir.
Creo que mi corazón ya tuvo todas las remodelaciones pertinentes y está listo para volver a habitarse. Seguramente será maravilloso cuando suceda, pero en tanto llega ese momento hay más amigos, más cafés, más vino tinto, más películas, más bares, más ciudades, más proyectos, más pasiones y mucha pero mucha vida por vivir.
En mis
nuevos 30 años, ya no necesito a un Príncipe
Consorte que me haga sentir completa, sencillamente porque soy una mujer completa. El
hombre que llegue a ocupar mi brazo y a formar parte de mi vida, tendrá un enorme reto a vencer en esta cabeza dura
y poco convencional, en apariencia; pero que en el fondo quiere lo que todas
quieren, sin renunciar a sus aspiraciones personales y profesionales (las
cuales tengo muy claras) y mucho menos a ser yo misma por agradar a alguien
más.
Si ese
hombre existe, lo único que falta es que nos encontremos, porque estoy segura
de que ya nació (¡eso espero!). Pero, si por cuestiones estadísticas,
recordando que en el mundo existimos más mujeres que hombres, resulta que no
existe y la etiqueta de SOLTERONA estará permanentemente pegada en mi frente,
no hay problema. Estoy segura de que a estas alturas he adquirido la sabiduría
y entereza necesaria como para saber qué
hacer con mi vida y con mi tiempo, y para trascender más allá de si dejo o no
descendencia y contribuyo a la perpetuidad de mi apellido. Y lo mejor, es que sé que seguiré aprendiendo y eso me emociona más que darme miedo.
Así que
hoy, en estos meses que me restan para disfrutar el último número de mis años
20’s, orgullosamente puedo darle Gracias a Dios por todo lo bueno que ha venido
a mi vida y decir que estoy lista para la nueva década.
Mis
queridas “Miss 30” del mundo: pronto me les uno… ¡allá les voy!
Nota: Mientras termino de escribir
y edito esta entrada, estoy viendo por enésima vez “Sex and the City”… ¿Mayor inspiración que esas 4 mujeres hermosas
para sentirme divina a mi edad?
Gracias
por seguirme:
Todos
los martes, mi columna “Desde mis ojos…” en www.letrafria.com
En
Facebook, busca la página Mujeres Adictas a los Monstruos
y dale “like”.
En
Twitter, sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza