sábado, 26 de noviembre de 2011

Cuando hable sólo el Corazón... Por Elena Savalza

¡Vaya, vaya!

Aquí estoy, otra vez, tratando de encontrar la pieza que falta para volver a funcionar de una forma medianamente normal o, por lo menos, conforme a la rutina que aún llevaba hasta hace unas semanas.

Por segundo viernes consecutivo mi noche, que pintaba como “buena”, terminó hecha un desastre. Lo último que quisiera  recordar de ayer, fue la forma en que azoté dos puertas negras en menos de 5 minutos: primero, la de su coche; después, la de mi casa.

Y es que tengo que admitir que el principal enemigo y temible Monstruo del Egocentrismo, abordado en varias entradas hace algunos meses, no se ha ido: sigue aquí, sigue presente y parece que, cada día, mejor instalado dentro de mí, donde encontró un hotel de lujo con todo incluido, que le brinda todas las comodidades como para que no quiera abandonarme.

Después del “azotón” de puertas, unas palabras aclaratorias escritas en su bandeja de entrada, lo más serenamente posible, para mi estado de ánimo, así como unas lágrimas que no supe de dónde venían y que hacía mucho que no derramaba, pero que me ayudaron a cansarme y a dormir, despierto hoy y mi estómago se siente extraño. No había mariposas ni murciélagos dentro de él, pero definitivamente algo, que las lágrimas de hacía algunas horas no consiguieron erradicar, le estorbaba y había que sacarlo de allí.

Mientras, la computadora y el montón de papeles sobre la mesa me recordaban que tengo trabajo pendiente para hacer en casa; entre ellos, un artículo qué escribir, un informe qué presentar el lunes a primera hora, varios documentos por terminar, el plan de acción para una auditoría, la preparación de otra… y todo para el bendito lunes, que será un día bastante intenso.

Existiendo esta presión, lo normal es que cualquier malestar se solidarice con mi cerebro y se haga a un lado para que yo me pueda concentrar en mi trabajo. Pero hoy, simplemente es imposible… (¿Dije “imposible”?).

Así que ante esta imposibilidad que ni Alicia en el País de las Maravillas, con todo y su espada, hubiese podido enfrentar, decido que tengo que escribir sobre ello, como terapia gratuita (o exorcismo de demonios, como diría Richard).
Sin embargo, al abrir la hoja de Word, mis dedos, el teclado y mi cerebro no logran llevar a cabo un buen trabajo en equipo: estaba igual que como empecé, pero con una especie de nudo paseándose libremente desde mi garganta hasta mi estómago…

Distraída, enojada, con los ojos un poquito rojos, malestar estomacal y con ganas de no ser yo en este momento, me preparo un café y enciendo la televisión, sin encontrar nada que me interesara. Entonces viene, otra vez, la computadora: correos, chat, Twitter y Facebook.

Pongo música y, de pronto, se me aparece en la lista de reproducción una canción que hacía mucho tiempo que no escuchaba: “¿Por qué hablamos?” (Ricardo Arjona y Ednita Nazario). http://www.youtube.com/watch?v=MTI6S9cm_10


“… Y te quiero y me quieres, pero somos más idiotas que sensatos. Y aparece otro día y nos van quedando llagas incurables de esta maldita enfermedad de hablar de más…”

Pienso, al escuchar esa parte, en lo irónica que puede ser la vida cuando se trata de relaciones (así se llamen “nada”) y de cómo las cosas que decimos, las que actuamos e incluso las que callamos, pueden darle en la torre a algo que debiera ser mucho más sencillo si tan solo aprendieramos a comunicarnos desde el corazón.

En eso, como bajado del cielo, un angelote que un día me dijo que, de aparecer en este blog, lo llamara Vampiro “nomeacuerdoqué”, pero que en realidad se llama Rubén y es uno de los chicos más inteligentes, sensibles, divertidos, respetuosos y caballerosos que conozco (y con sonrisa linda, por si fuera poco), comienza a hablarme y empezamos una interesante charla.

Y, como siempre, hablar con Rubén me ayuda a ponerme un espejo emocional enfrente, por lo que, después de una agradable charla con él, escribir resulta mucho más fácil (De hecho, varias de mis entradas favoritas las he escrito después de hablar con él).

Hablábamos de lo que el EGO hace en las personas y de cómo dificulta mostrar tu verdadera cara, solamente por el afán de evidenciar tener siempre la razón y de salirte con la tuya.

Siempre he tenido ese defecto de carácter. Le puedo echar la culpa a la astrología eternamente y renegar porque nací LEO (se supone que los nacidos bajo mi signo somos así: vanidosos, caprichosos, que nos encanta llamar la atención, que siempre queremos tener la razón, de carácter fuerte, obstinados y otras cuantas linduras que me tardaría en describir). Pero la verdad es que, en los últimos días, esta parte de mí, tan arraigada, me ha dado varios dolores de cabeza: desde lastimar, sin querer, a gente que quiero, al grado de que casi pierdo a dos de mis mejores amigas por ello, hasta la incapacidad total de comunicar lo que realmente necesito y romper acuerdos previos por callar mis verdaderos deseos.

… Porque definitivamente cuando el ego grita, el corazón tiene que callar…

Y entonces encuentro a mi lado frívolo, cínico y ególatra peleando con mi lado humano, sensible y capaz de sentir, de querer y de creer…

Recuerdo que tengo más virtudes que vicios, pero que a veces mis vicios se empeñan tanto en sobresalir, que opacan a  mis virtudes más evidentes.

Recuerdo que hay mucho más allá de la piel, de los músculos y de los huesos; algo que las radiografías, resonancias o tomografías no me permitirían descubrir ni aunque las pudiera interpretar.

Recuerdo que el corazón habla más bajito que el ego, por lo que necesito callar a uno para escuchar al otro.

Pienso que, quienes de verdad me quieren, me aceptarán a pesar de eso. Que mi familia y mis verdaderos amigos (mis hermanitos por elección), estarán aquí… incluso cuando los demás, los que lleguen y se vayan sin penas ni gloria, se hayan retirado ya.

Y me imagino que, sólo por un momento, las apariencias no importarán. Que no siempre tendré la razón y que podré reconocer mis errores y seguir siendo persona.

Y equivocarse no será tan malo y llorar no me hará cobarde ni débil…

Me imagino también, que en el momento que deje de escudarme en comentarios sarcásticos y despectivos y me permita ser simplemente yo: sin maquillaje, con arrugas, cicatrices y el pelo desordenado, dejaré de ser presa de mis propios miedos.

Y enamorarme e ilusionarme no será como aventarme de un avión sin el paracaídas puesto, porque siempre habrá tierra firme donde pueda caer de pie…

Me imagino que mientras menos me empeñe en ser perfecta, más podré disfrutar del proceso, porque quizá la felicidad sea inversamente proporcional a la perfección.

Pienso en la probabilidad de que, de verdad, esa sea mi naturaleza y que quizá, cuando deje de pelearme con ella y simplemente fluya con la vida, dejaré de azotar puertas negras, perseguir imposibles y enojarme por tonterías…

Entonces podré hablar de corazón a corazón y no de ego a corazón, o peor aún, de ego a ego…

O a lo mejor, mi corazón aprenderá a doblar otros egos o a no dejarlos entrar, porque no caerá en sus propias trampas...

Y podré permitirle a mi corazón ciertas atribuciones que recientemente no le he dado…

Y podré confiar en que la magia existe y la volveré a sentir dentro de mí…

Quizá en ese momento, cuando no me importen tanto las apariencias, cuando equivocarse no sea una tragedia y cuando perder no sea un desastre, podré lograr cosas que hasta el momento se me han negado…
Quizá entonces y sólo entonces... podré hacer que las piedras sangren...

Believing to live!
Ahora más  cerca de ti:

En Facebook, busca la página Mujeres Adictas a los Monstruos y da click en "Me gusta"
En Twitter, sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza

domingo, 20 de noviembre de 2011

De los "Amigos con Derecho" y otros Monstruos... Por Elena Savalza

La verdad es que ya extrañaba esa adrenalina. Hacía meses que no les contaba alguna aventura loca, simplemente porque no la había tenido.  Lo único que pasó fue que me clavé tanto en mi trabajo que no tuve ninguna noche digna de resumirse en 4 páginas tamaño carta… hasta este viernes.

Resulta que estaba viviendo una feliz y tranquila historia con un chico que recién se me cruzó en el camino. La forma en que lo conocí fue un tanto peculiar: un día recibí una solicitud de amistad de un desconocido que tenía varios amigos en común conmigo, entre ellos, Ámbar. Al ver su perfil, antes de admitirlo, le pregunté a ella quién era, a lo cual me respondió que era un amigo de su novio, que era “buena onda” y que lo admitiera.

Habiéndolo admitido, un día, él entabla comunicación conmigo dejándome un mensaje para invitarme a salir con otro grupo de amigos. Yo respondí diciendo que no podía (lo cual era verdad, porque cuando lo leí, no me encontraba en Manzanillo) y que sería en otra ocasión. Debo confesar que me intrigó ese chico que, de una forma tan desfachatada, para mi gusto, me invitó a salir sin siquiera una presentación previa.

Así seguimos teniendo comunicación esporádica por el chat, mientras yo hacía gala de mis malos modales y de todo lo nefasta que puedo ser para tratar a las personas cuando me pongo mi coraza de autodefensa y de sarcasmo.

En uno de tantos días, en los que al iniciar una conversación conmigo yo estaba de buen humor (cosa que no es tan difícil, sólo que él, en particular, no había tenido mucha suerte con eso) me invitó a salir para conocernos y yo acepté.

En cuanto lo vi, supe que me gustaba. Realmente me sentí muy cómoda con él y me la pasé increíble desde las primeras horas que pasamos juntos. Puedo decir que, a pesar del extraño comienzo, estos últimos días fueron de los más felices que recuerdo en mi historia reciente.  

Todo marchaba sobre ruedas porque, desde un inicio, dejamos en claro que lo nuestro sería “sin compromisos”, es decir, seriamos “amigos con derechos”, con todo lo que eso implica. Realmente, nunca supe si quería de verdad una relación así, pero en ese instante me pareció divertido y simplemente decidí relajarme y aceptar lo que la vida me estaba poniendo enfrente.

Así que, estando claras las reglas del juego, la relación (o como fuera que se llamara lo que tuvimos) caminó de lo más relajada. Era como estar con un amigo que sabía que, dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera, me aceptaría con todo y mis defectos. Fuera presiones, fuera miedos, fuera máscaras. No había que quedar bien, ni había que esforzarse demasiado por esconder mi lado oscuro, porque realmente no importaba mucho que él tuviera una buena o mala opinión sobre mí. Finalmente, sabía que había una fecha de caducidad muy próxima y lo que importaba era vivir el momento, porque quizá mañana no lo volvería a ver.

En los pocos días que convivimos, pude darme cuenta de algunas cosas de él que me gustaron: por ejemplo, su USB estaba repleta de buena música (que no me alcanzó a compartir); hablaba muchísimo más que yo (¡y miren que eso no es tan fácil!), pero también era bueno escuchando, por lo cual siempre había algo divertido e interesante qué platicar; le encantaban las películas rositas (como a mí) y, además,  nunca había conocido a nadie tan puntual, que me avisara con suficiente anticipación si se retrasaría en llegar por mí, aunque solamente fueran 10 minutos. Obvio, hubo muchas más, pero no podría mencionarlas todas aquí...

Pero… (¿Por qué, cuando empiezas a pasarla bien, siempre hay un “pero”?) desde la primera semana, las “piedras en el camino” comenzaron a aparecer. A los pocos días de salir con él me entero de que, antes de conocerme, también conoció a una de mis mejores amigas y, de alguna forma, se tejió entre ellos una historia previa que no pasó a mayores, pero que originó cierta fricción en mi grupo. Como personas adultas y sensatas que solemos ser (la mayoría de las veces), pudimos arreglar nuestras diferencias y, digamos, que recibí “banderazo” por parte de mi amiga para continuar con esta naciente historia de... (¿Nada?) Bueno, dejémoslo en “historia”.

Sin embargo, unos días después, dos de mis peores defectos (aunque bien podrían resumirse en uno solo) afloraron en la misma noche: el egocentrismo y el tremendo disgusto que me provoca el sentirme rechazada. Y ustedes son testigos de lo mucho que he luchado contra ese defecto, por todas las broncas que me ha causado en mis relaciones con las personas, en general, pero esta vez, tampoco pude evitarlo.

El viernes, desde muy temprano, le envié un mensaje para invitarlo YO a salir por la noche. Me contestó diciendo que no sabía si se quedaría en Manzanillo y que después me confirmaba, a lo que respondí con un tajante “si no puedes, lo dejamos para después”. Él trató de minimizar la situación y terminé riéndome de mi respuesta, argumentando que tenía SPM (Síndrome Pre-Menstrual).

Transcurrió el día y, por la tarde, me llamó para preguntarme qué haría por la noche. Realmente, no tenía ningún plan concreto porque, en el fondo, esperaba verlo a él, pero sí había algunas actividades alternativas, así que le hablé del plan A, B y C.

Entonces me contesta: “Me voy a dormir un rato, así que si quieres, continúa con tus planes y si sale algo te llamo más tarde para ver en donde estás.  Yo voy a salir con mi amigo…”. O sea, él era plan A para mí, pero definitivamente, yo  no tenía el mismo orden alfabético en su lista de prioridades. Por algo dicen que “no debes tratar como prioridad a quien te trata como opción”.

Colgué la llamada, molesta, porque me enfurecen las medias tintas. Es SI o es NO, pero no es un “a ver si se me antoja”. Además, me cuesta un tremendo trabajo decirle a alguien “quiero verte”, por lo que, si ese alguien me rechaza, corrobora mi percepción personal de que es un tremendo error mostrarse vulnerable. Y lo que es peor, estando “claras” las reglas, sabía que no me podía enojar por eso, porque teóricamente yo no podía exigir nada… lo cual me molestaba aún más.

Estaba digiriendo mi molestia cuando, unos minutos más, hace su flamante aparición un tipo que hacía varias semanas había dejado de ver, pero a quien se me “olvidó” avisarle que ya no quería verlo. Me llama y me pregunta que “por qué lo tenía tan abandonado” y que si no quería verlo esa noche.

Pregunta: ¿Qué harías tú sí, de pronto, el chico con el que verdaderamente querías estar te manda a volar (o te deja en stand by, para que no se escuche tan feo) y, de inmediato, se te aparece en la pantalla de tu teléfono la “opción” de sacar a un clavo con otro?

Pues sí, lo admito. Mi primera respuesta fue decirle que lo veía esa misma noche, un poco más tarde. Sin embargo, reflexiono y me doy cuenta de que lo único que me movía a estar con “el otro”, era que el primero me había rechazado, lo cual no era una buena razón para pasar la noche con nadie. Sabía que, de haberlo tomado, la mañana del sábado mi resaca hubiera sido mucho peor de la que tuve.

Entonces llamo a mis amigos y me pongo en sus manos. Estando con ellos, en especial con Chuy, con Ricardo y con Arali, no cometería tremenda estupidez.

Lo primero que me encuentro al llegar es que, el amigo con el que supuestamente él saldría, estaba allí, con mis otros amigos, por lo cual asumí que me había mentido y mi coraje creció. Pero, bastaron solamente unas cuantas palabrotas dichas en el hombro de Chuy para que me sintiera mejor (esa es una de las mejores cualidades de mi hermanito Chuy: sabe cómo ponerme en mi lugar y “bajarme los humos” de inmediato).

Después de un rato, mi chico en cuestión se aparece, mientras yo me aferraba al abrazo de Chuy. Me saluda como a cualquier desconocida y, mientras Chuy intenta soltarme para “cederle el espacio”, yo lo abrazo más fuerte y le digo “No me sueltes, él no está aquí por mí. Si hubiera querido verme, me habría llamado y no lo hizo”.

Transcurre la noche, nos vamos a un bar y yo, en la misma actitud de “no viene conmigo” y “es uno más de la bola”, seguía divirtiéndome, tratando de ignorar su presencia en la mesa, mientras “el otro” seguía mandándome mensajes pidiéndome vernos.

Llega un momento en que se va del bar. La verdad es que, en mi interior, esperaba que me dijera “vente conmigo”, pero no sucedió… Así que lo vi irse, mientras ponía la misma cara de idiota de la cual ya les he platicado en otras ocasiones, tratando de entender qué estaba pasando.

Supongo que Ricardo adivinó mi siguiente pasó, porque me quitó mi celular… pero fue completamente inútil, ya que me empeñé en recuperarlo de inmediato (cuando me pongo necia, no hay quien pueda conmigo).

En cuanto se va, me meto al baño y le marco, reclamándole que se hubiera ido (un cerebro alcoholizado no sabe de lógica, lo siento). Realmente, no entendí muy bien qué fue lo que me contestó porque la música no me dejó escuchar, pero sé, por su tono de voz, que no fue algo muy dulce que digamos.

Enojada, le marco “al otro”, quien seguía “calientito y en la banca”, completamente disponible para ingresar a la cancha y, por si fuera poco, muy cerca del bar donde yo estaba por lo que, antes de que yo terminara de tronar los dedos, ya tenía la tarjeta de cambio lista, solamente esperando que el árbitro diera la instrucción para realizar el movimiento (Ni se nota cuánto me gusta el futbol ¿verdad?).

Salí, lo saludé y le dije que en un momento nos iríamos juntos. Pero de nuevo, Ricardo me detuvo y me tardé más de lo esperado en volver a salir. Cuando salgo, a pesar de los esfuerzos de Richie por convencerme de que me quedara, “el otro” aún seguía esperándome…

Sin embargo, llegado el momento clave, no me pude ir con él. Fue como si toda la cordura que me faltó durante la noche, me hubiera llegado de golpe en ese instante y algo dentro de mi dijera “esto no está bien, realmente tú no quieres irte con él, no seas idiota”.  Me alejé lo más rápido que pude, enojada conmigo, por mi estúpida reacción de sentimentalismo y sensatez que me invadieron en el último minuto, no sin que antes me alcanzara otro de mis amigos (SU amigo) insistiendo en llevarme a casa y en que YO era quien la había regado.

Llegando a casa, decido que eso de los “amigos con derecho” y las relaciones sin compromiso, simplemente no era mi fuerte, por lo menos, no con él: realmente me gustaba y comenzaba a desear cosas que sabía que no podía tener, entre otras, que se quedara conmigo. Así que le envié un mensaje disculpándome por la escena de la llamada y diciéndole que lo mejor era que dejáramos las cosas como estaban, porque había entendido que no sabía cómo manejarlo. Me respondió deseándome una “linda vida”… Y se terminó tan rápido como inició...

Mientras tanto “el otro”, me llama súper enojado (con sobrada razón) porque lo dejé esperando en la entrada del bar. Me dijo que estaba cansado de que lo llamara nada más cuando a mí se me antojara y que el mundo no giraba a mi alrededor (estoy segura de que no es la primera vez que escucho eso), pero que, lo de haberlo dejado esperándome como idiota fuera del bar, era mucho más de lo que él le podía permitir a ninguna mujer.

Me disculpé (también con él) y le dije que no tenía la menor intención de pasar ni esa, ni ninguna otra noche más con él y que no estaba en condiciones de explicar mi conducta, pero que consideraba que, lo mejor, era ya no vernos. A juzgar por su mensaje del sábado por la noche, donde volvía a pedir verme, creo que no quedó del todo convencido, pero de la misma forma, ya no daré marcha atrás.

Mientras escribía esto, pensé en que un buen título para esta entrada bien pudo haber sido “Cómo perder a dos hombres en la misma noche”, pero entiendo que, para haber perdido algo, primero debería haberlo tenido. La realidad, es que nunca tuve NADA.

Pero, como dice el sabio refrán “Cuando pierdas, nunca pierdas la lección”, así que aquí va el resumen de lo aprendido esa noche:

1.        Nunca, bajo ninguna circunstancia, mezcles vodka con cerveza, sobre todo si estás molesta y tienes cólicos menstruales.

2.       Cuando un verdadero amigo te quita el celular y se lo guarda en la bolsa derecha de su pantalón, déjalo allí… está mejor que en tus manos.

3.       Jamás, jamás, pero JAMÁS llames a un chico porque estés enojada con otro. No es justo para ninguno de ellos… y mucho menos, para ti.

4.       Nunca comiences “nada” sin concluir historias anteriores. Así sea solamente una relación de “amigos con derecho”, cada etapa de la vida por corta que sea, merece tener bien marcado su inicio y su final (“Enfoque a Procesos”, Elena ¡Por Dios!).

5.       Decide lo que necesites y no aceptes menos. A veces es bueno detenerse a esperar, porque si nunca dejamos de movernos, las cosas más valiosas de la vida, las que llegan solas, quizá no puedan alcanzarnos.

6.       En cualquier caso, el orgullo y el egocentrismo son pésimos consejeros… pero cuando les das un poco de alcohol, pueden ser tus peores enemigos.

7.       Tener un “amigo con derecho” requiere inmunizar a tu corazón para no sentir. Si sabes que el tuyo no tiene sus vacunas al día, mejor no juegues con fuego, porque resultarás quemada.

8.       También se puede aprender de las historias cortas y Dios siempre te manda a la gente por algo. Disfruta y déjate llevar. Al final, aunque sea por poco tiempo, habrá valido la pena.

9.       Si tienes excelentes amigos que hacen lo posible por evitarte un frentazo, no arruines sus esfuerzos haciendo siempre lo que te viene en gana y, de vez en cuando, acepta que te puedes equivocar.

10.    Recuerda que “Dios no hace huevos al gusto, no endereza jorobados y no sirve desayunos en la cama”. Si tienes ganas de un café, muévete y ve por él: así funciona la vida.

¡Nos escribimos pronto y gracias por seguirnos leyendo!

Ahora más cerca de ti:

En Facebook busca nuestra Fan Page Mujeres Adictas a los Monstruos y da click en "Me gusta"
En Twitter sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza

Regresando a Casa... Por Elena Savalza



Conocer a una persona es como irte de viaje… Y viajar, es solamente una de las muchas maneras de descubrir el mundo.

Cada persona que llega a tu vida te muestra un lugar nuevo del mundo por el que, quizá, ya pasaste en algún momento, pero que al recorrerlo junto a alguien distinto te invita a vislumbrarlo de otra manera, porque ese mundo conocido también lo vives a través de sus ojos y su experiencia, percibiendo aspectos que, a lo mejor, antes omitiste.

Esa sensación tan increíble de hacer maletas, elegir tu ropa cuidadosamente, prepararse por si hay frío, calor o lluvia, tomar tu cámara y preparar a tu mente y a tu corazón para dejarse sorprender; por simple que parezca, es una de las emociones favoritas de mi vida.

Acabo de regresar de un viaje corto. Fueron solamente algunos días y hubo turbulencias, pero también mucha aventura y diversión. De hecho, no consigo distinguir en qué momento comenzó el trayecto, cuándo fue que llegué a destino y tampoco sé cuándo emprendí el retorno, pero hoy, estoy de nuevo en casa, después de unos días muy buenos… los mejores en todo el año y en mucho tiempo, sin duda alguna.

Regresé a lugares que ni siquiera recordaba que existían y volví a sentir emociones que hacía tiempo había olvidado. Sólo por eso, el costo del pasaje valió la pena.

Hoy sé que tengo que reanudar la normalidad de mi vida y que eso se traduce en regresar a la rutina (trabajar, escribir, ir al cine, amigas, ejercicio, preocuparme por frivolidades…). Pero también sé que después de un viaje como este, no regresa a casa la misma mujer.

Antes pensaba que para viajar acompañada era indispensable hacer una depurada y excelente selección del compañero. En estos días, sin embargo, aprendí que a veces es el mismo viaje quien elige a quienes formarán parte de él.

Y entonces, como viajera experta, sé que ahora lo único que me resta por hacer es desempacar mis maletas y disfrutar de mi regreso a casa, con la consigna de que el siguiente viaje sea tanto o más placentero que el que acaba de terminar…

Ahora más cerca de ti:

En Facebook, busca la página Mujeres Adictas a los Monstruos y da click en "Me gusta"
En Twitter, sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza

martes, 8 de noviembre de 2011

"Imposible"... Por Elena Savalza


Imagina que despiertas en tu cama, un poco más tarde de lo habitual para un día hábil. Sabes que casi no has dormido y, por un momento, piensas en cerrar de nuevo los ojos para seguir un poco más. De pronto, al extender tu mano hacia la derecha, te encuentras su espalda desnuda: pasó la noche allí.


Lo primero que te dice al despertar es un “me tengo que ir”. Se levanta, se lava la cara y se viste. Tú sales de la cama y lo despides en la puerta de tu habitación con un abrazo que no quieres que se termine y con un “cuídate mucho y que tengas buen día”, seguido de un beso en los labios. Lo ves abrir y cerrar la puerta de tu casa y, antes de salir, se vuelve a asomar para desearte buen día también.


Escuchas el ruido del motor de su auto al arrancar. Decides entrar a la ducha, con agua fría, porque esa cura todos los males. Sabes que cualquier rastro de la noche anterior, debiera irse junto con el agua por el resumidero.


Pero sales de bañar, e incluso después de secar tu cuerpo, él no se fue: se quedó contigo y no sabes por qué.

Te sirves un café para despertar, te arreglas como todos los días, te preparas un sándwich (bueno, realmente dos, porque te mueres de hambre) y desayunas.


Antes de salir hacia el trabajo, te miras en el espejo y te encuentras a una desconocida devolviéndote una estúpida sonrisa de felicidad que sabes que permanecerá allí por el resto del día y que no se quitará ni con cirugía plástica: “fue una muy buena noche”, piensas.  Pero dejas de sonreír de inmediato y te cuestionas la razón.

Sigues recordando la noche anterior, mientras intentas concentrarte en el trabajo. Te parece IMPOSIBLE  explicarte a ti, que en teoría eres toda lógica y toda ciencia, lo que te está sucediendo.

“Hace una semana ni siquiera imaginaba esto, aún seguía removiendo escombros”: es IMPOSIBLE.


No puedes comprender por qué te gusta tanto y por qué disfrutas tanto estar con él. Es como si en algún otro momento de esta vida o de la otra, él ya se hubiera cruzado en tu camino.

Como si cada caricia y cada beso compartidos estuvieran escritos previamente en algún lugar y ustedes solamente estuvieran haciendo una interpretación perfecta de una obra que tenía que ser así.


Es como si todo el mundo desapareciera en ese instante y solamente quedaran ustedes dos, mientras el sexo deja de ser “sólo sexo” para convertirse en algo que tu elocuencia no consigue describir con certeza, pero que sabes que está más allá de los límites que alguna vez te imaginaste.

Y nada de lo que hace unos días tuvo importancia, ni de todo aquello que a lo largo de tu vida hiciste parte de ti al creerlo, tiene sentido ahora. Es una energía que no entiendes de donde viene y que, por lo mismo, te parece IMPOSIBLE que sea real. Pero sigue allí, dentro de ti, asomándose por tus ojos, por tu piel y por tu sonrisa.

Sin embargo, en tu cabeza, también ronda una frase: “es sólo sexo y no hay compromisos”. Cualquier otro deseo es completamente IMPOSIBLE de realizarse.


Y recuerdas sus palabras y sus gestos, mientras le suplicas a Cupido (por cierto ¿Tendrá cuenta de Facebook?) que no intervenga ahora y que no arruine el momento… y vuelves a repetirte: es IMPOSIBLE.



De pronto, a media mañana, te dan una noticia extraña en tu trabajo: “El jueves nos vamos a la Ciudad de México”.


El recuerdo del amor de tu vida regresa a tu cabeza y piensas en la remoción de escombros que iniciaste la semana anterior. Sobre todo, recuerdas aquella frase que escribiste: “te quiero mucho… pero te quiero fuera de mi vida”.

En ese momento caes en la cuenta de que, justamente ese jueves 10 de noviembre de 2011 en que viajarás a México, hará exactamente un año desde la última vez que lo viste y de aquel último beso que te hizo llorar, el día que le tuviste que dejar ir… otra vez.


Recuerdas que la última vez que hablaron, él te pidió tener una última conversación de frente, la cual sabes que quizá sea necesaria para cerrar el ciclo, de una vez por todas y para siempre. Pero… ¿verlo de nuevo, exactamente un año después, en la misma ciudad donde se despidieron? Parece broma del destino (y de muy mal gusto). Es IMPOSIBLE.

Sin embargo, te encuentras con una nueva sorpresa dentro de ti: la opción de volver a verlo ahora, ya no tiene la misma importancia que tuvo hace una semana. ¿Qué demonios pasó para que hubiera dentro de ti este cambio? ¿De verdad ya no significa nada?... Todo esto te pasó en menos de una semana: IMPOSIBLE.

Y, de tanto repetir la palabra IMPOSIBLE, viene a tu cabeza el recuerdo de aquella película cuyo final disfrutaste bastante, precisamente por el significado de las 6 imposibilidades: Alicia en el País de las Maravillas, la chica que, enfrentando al Jabberwocky, hizo una remembranza de todo aquello que creyó imposible, pero que la vida le demostró que era posible.


Y al final, descubres que en la vida, todos los días se nos presentan Monstruos con nombre propio, a los cuales debemos erradicar, con la misma espada de voluntad y osadía, que Alicia enfrentó al Jabberwocky, convencida de que podía ganar esa batalla, por IMPOSIBLE que pareciera.

Haces el propósito de enumerar tus imposibilidades y tu maravillosa amiga te ayuda con algunas a la cuenta.

1.        La magia SÍ existe


2.       Una mujer gobernando al país


3.       Se puede caminar en el aire

4.       Los tacones deforman la columna


5.       La luna es de queso


6.       TRUE LOVE DOES EXIST

Sabes que el siguiente año hay elecciones y que uno de los candidatos más fuertes del partido que actualmente gobierna, es una MUJER, a la que siempre has admirado como escritora y funcionario público…

Sabes que se puede caminar en el aire y que se puede volar caminando. Hay muchos a tu alrededor que te han demostrado tener alas y prestártelas, incluso, cuando por alguna razón las tuyas se han averiado…


Sabes que tienes una lesión entre la sexta y la séptima cervical y que jamás te bajas de tus tacones, a menos que verdaderamente peligre tu integridad física…


Imaginas que la luna, aunque no la hayas probado jamás, debe tener un sabor exquisito, porque anoche, en la playa, se reflejaba en todo su esplendor en el agua del mar mientras las olas rompían…

But, if the true love does exist, you really want to believe that…


Y sabes también que la magia verdaderamente existe, porque si no, justo ahora no estarías sintiéndola dentro de ti.

Y de todo corazón, agradeces a aquel ángel de la guardia en el que se ha convertido tu amiga, el que se haya tomado el tiempo para recordártelo…


Ámbar, Wendy, Lily… gracias por estar siempre allí…

Ahora más cerca de ti:

En Facebook busca "Mujeres Adictas a los Monstruos" y da click en "Me gusta"

En Twitter sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza





jueves, 3 de noviembre de 2011

Remodelación.- Paso #1: Removiendo escombros... Por Elena Savalza


¡Hola a todos!

Les saludo con mucho gusto desde la calurosa y siempre hermosa (¡Wow! ¡Ya hasta hago rimas!) Ciudad de Manzanillo, que, como dato cultural, es el Puerto Comercial más importante de nuestro querido México, pero también es un lugar lleno de paisajes hermosos. Si no me creen, dense una vuelta por la Bahía de La Audiencia y recorran las calles empedradas y empinadas de Las Hadas contemplando un atardecer y los buques arribando al puerto: comprenderán por qué se los digo. Sin embargo, de eso les contaré después…

Recordarán que hace casi un mes declaré públicamente tener mi corazón “Cerrado por Remodelación”. Pues bien, ese mismo día les prometí que, aunque en ese momento aún no tenía un plan específico, debía comenzar cuanto antes el proceso de remodelación porque no quería que, de ninguna manera, mi corazón fuera a terminar completamente en ruinas como finca abandonada... por mucho que el “abandonador” haya sido el amor de mi vida.

Les confieso que llevo casi dos semanas intentando escribir esta entrada y no ha sido una tarea fácil. Cuando imaginé la palabra “proceso”, lo primero que vino a mi cabeza fue un aire de autosuficiencia y una voz interior (que se parecía mucho a la mía, pero algo más prepotente… ¡y miren que no tengo la voz dulce!) que me decía:

-          “Elena: pero… ¿qué te pueden platicar a ti de procesos? ¡De eso vives! ¡Te pagan por diseñar y rediseñar procesos de trabajo del giro que se te presente!

Así que, mi primer intento de escritura, fue algo como esto:

Proceso de Remodelación

Objetivo: Estandarizar los criterios de trabajo, lineamientos y políticas para restaurar un corazoncito roto, con la finalidad de volverlo a poner en circulación.

Alcance: La secuencia de actividades marcadas en este proceso inicia desde la toma de conciencia de que existe un problema qué arreglar con el corazón hasta que  éste queda listo para la reapertura.

Responsabilidades: Solamente yo y nadie más que yo…

Este primer borrador me arrojó un profundo fracaso. Tuve que admitir que mis conocimientos teóricos y técnicos en la materia, no me servían absolutamente de nada cuando se trataba de comenzar una remodelación que, como “producto final”, suponía la enorme responsabilidad de “sacar al mercado” un corazón completamente listo para ser habitado nuevamente.

Es curioso, pero me cuesta mucho menos trabajo entender cómo funciona una importación, una exportación, un sistema de procuración de justicia, un trámite ante alguna dependencia de gobierno o hasta la infraestructura del sistema de agua potable. Sin embargo, entender cómo es que funciona mi corazón actualmente o cómo ha funcionado desde que tengo uso de razón, me altera los nervios de una manera que ni siquiera pueden imaginarlo.

Así que, ante la demostración más pura de la incapacidad de mi mente para procesar esta información y lograr una secuencia de pasos medianamente adecuada para iniciar, le pido (otra vez) a mi corazoncito loco que me diga por dónde iniciar.

Y el corazón habló (bueno, creo que gritó un poquito)... y me dijo: “Elena… ¡Por el principio! ¡No puedes pensar en una remodelación si primero no retiras los escombros!”.

“Retirar escombros”… ¡Muy bien, Corazón! Pero… define “escombros”.

Imaginando a mi corazón como a un edificio, empezaré por decir que en algún momento fue una moderna y reluciente construcción, diseñada por el mejor de los Arquitectos del Universo: Dios. Estoy segura de que, en su momento, contempló una construcción perfecta y lista para ser habitada. Es decir, mi corazón fue creado para ser un Hotel Gran Turismo o una Residencia en “La Punta”, “Puerta de Hierro” o “Bosques de las Lomas” (Dato cultural 2: hago mención de zonas residenciales muy exclusivas en Manzanillo, Guadalajara y México, D.F., respectivamente).

Sin embargo, el paso del tiempo ha hecho que este “edificio”, llamado Corazón de Elena, haya alojado en su interior algunos inquilinos que, probablemente, no han tenido el cuidado suficiente con él. O quizá es solamente el desgaste ocasionado por el paso del tiempo o algún fenómeno natural inclemente o todo y nada a la vez…

El caso es que, ahora, existen restos tirados por allí de un amor que alguna vez habitó con todas las comodidades dentro de mi corazón, pero del cual se fue desgastando el material poco a poco, casi de forma imperceptible, hasta que la estructura no pudo soportarlo y colapsó, haciendo un sonido estruendoso al caer (lágrimas, dolor y gritos) y dejando restos tirados por todos lados, entre polvo y basura, que hicieron imposible transitar por sus pasillos de nuevo.

En algunos intentos por reanudar la normalidad, he invitado a entrar a otros “inquilinos”. Sin embargo, no solamente no es agradable habitar un corazón con escombros tirados por todas partes, sino que es por demás inseguro, puesto que un nuevo accidente podría llegar a ocurrir, poniendo en riesgo la integridad de todos.

Así que, ni duda queda: antes de pensar en un nuevo habitante para mí corazón… ¡fuera escombros! Honestamente, considero que esta es la parte más complicada de este proceso. De entrada, porque la gran mayoría de las veces, me cuesta trabajo distinguir el momento preciso de “dejar ir”. Esto pudiera sonar un tanto contradictorio, si tomo en cuenta que hace mucho que vivo sola y que mi familia más cercana es mi hermana Marina, aquí en Manzanillo, pero el resto se encuentran a muchos kilómetros de distancia. Me he mudado muchas veces y tengo amigos en muchas ciudades distintas y en los últimos años he tenido pérdidas muy importantes de gente que he querido mucho; pero aun así, reconozco que tengo dificultades para “dejar ir”.

Si me preguntas que cómo lo sé, te daré unos tips: si en tu haber reconoces como “familiares” ciertas señales como migraña, indigestión, sobrepeso o retención de líquidos, cuestiónate si tu cuerpo no está tratando de decirte algo sobre el fino arte de aprender a “dejar ir”.

Sin embargo, en este caso, sé que no es negociable, así que les compartiré mis pequeños primeros pasos, para efectos prácticos, en el tema del retiro de escombros:


1.        Llorar por mí: Sí. Ya sé que tengo una cuenta enorme de lágrimas a mi favor. Lágrimas que lloré por él y que, definitivamente, él no se merece más lágrimas de mi parte. Pero ¿qué creen? Yo si me merezco más lágrimas, tantas como considere necesarias, porque sencillamente, no conozco una forma más sana de sacar el dolor que no sea llorando. Es un acto completamente normal y disminuirá, en un futuro, el riesgo de afecciones cardiacas y de adquirir algún tipo de cáncer. Soy fiel creyente de que lo que tus ojos no lloran tu cuerpo lo expresa en forma de enfermedad, así que prefiero no quedarme con nada y “sacar” todo lo que tenga que sacar.

2.       Decir adiós: Reconozco que le he dicho adiós varias veces y de muchas formas. Pero no ha sido un adiós desde el fondo de mi corazón. Siempre ha sido un adiós pensado en que la respuesta de su parte sea: “Dame otra oportunidad, te prometo que estaré contigo… ¡No te vayas!”. Este duro nuevo adiós implica algo más: representa la firme convicción de decir desde adentro: “te quiero mucho, pero te quiero fuera de mi vida”. Esta nueva forma de decir adiós supone dejar ir con amor y, sobre todo, con profundo agradecimiento por todas las cosas vividas y compartidas. (Recomiendo leer: “Te amo… no me llames” de Joan Brady)

3.       Escribir: El otro día, mientras ponía en práctica este pequeño paso, de pronto mis manos teclearon lo siguiente: “Escribo solamente porque sentí la necesidad de sacar, de la única forma que lo sé hacer, los escombros que quedan en mi corazón en ruinas” seguido de un “Gracias por ayudarme a descubrir partes de mi corazón y de mi cuerpo que ni siquiera yo misma sabía que existían”. Debo confesar que yo sola me di miedo cuando leí lo que había escrito. Tanta lucidez, tanta belleza e intensidad juntas, me aterraron. Sin embargo, esas líneas resumen exactamente el sentido de mi escritura. Ante la imposibilidad de decirle cara a cara todo lo que he sentido, le escribí hace unos meses un correo horrible. No me arrepiento de ello, puesto que me quité un gran peso de encima. Pero reconozco que no todo fue malo, así que esta última vez escribí algo con mucho mayor sentido y claridad, sin necesidad de enviarlo, porque finalmente desde el fondo de mi corazón ya estaba diciendo adiós, así que no tiene razón de ser el dar continuidad a la comunicación que no nos llevará a nada.

4.       Hacer espacio físico: Este acto fue meramente simbólico. Aprovechando que, con el Huracán Jova, hubo por todas partes campañas que nos invitaban a donar ropa, me puse a limpiar mi clóset y mis cajones. Era impresionante la cantidad de cosas que tenía que no utilizaba. Aún con todo lo que saqué, volteo a ver mis cajones y siguen llenos ¡No entiendo cómo es que cabía con todo eso! Después, continué con mis papeles, revistas (¡mis libros nunca, eso sí!) y todo lo demás, dejando bastante espacio para volver a llenar. La lección que me dejó esto, es que en los espacios sobre saturados, difícilmente entrará algo nuevo.

Y bien. Esto es lo que yo estoy haciendo, pero no con esto quiero decir que esto sea lo que se deba hacer. No sé si ya terminé con este primer paso de retirar los escombros o no,  pero sí sé que la respuesta solamente la tiene mi corazón y que, aunque sea difícil, debo buscarla dentro de mí, antes que pretender que venga de cualquier fuente externa.

Lo que en este caso estoy aprendiendo es que, no importa cuánto te tardes en la remoción de escombros, es sumamente importante que lo pongas en práctica ya, antes de que tu corazón sea consumido por la basura y el polvo y, entonces sí, nunca más pueda acceder a él… ni siquiera tú mismo.

Este proceso, apenas comienza… ¿cuál es el siguiente paso? No lo sé con claridad, pero espero que pronto se los pueda compartir…

¡Gracias por seguirnos leyendo y hasta la próxima!

Ahora más cerca de ti:

En Facebook, busca la página "Mujeres Adictas a los Monstruos" y da click en Me gusta

En Twitter, sigue a @princesas_ind y a mi cuenta personal @elenasavalza