Hace unos días, comentaba una nota que escribió Pamela sobre la muerte de Osama Bin Laden y sobre su “conveniente” efecto en el rating de Barack Obama entre los estadounidenses.
En mi comentario, coloqué un poema de Jonh Donne, que habla de cómo todos los seres humanos estamos concatenados e inminentemente dependemos unos de otros, por lo cual, ser nuestros propios depredadores no es ni aceptable ni conveniente para la supervivencia de nuestra especie ni el futuro de nuestro planeta. El poema dice así:
“Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.”
Hoy, sin duda comprobé que todos los hechos de nuestra vida están enlazados, sin saber cómo ni por qué, con los de otras personas…
No pensaba salir hoy. De hecho, me había comprometido a ser la niñera oficial de mi sobrino Pablo. Pero de pronto, se me ocurre abrir el Facebook y vi que Ámbar me invitaba a tomarnos una “miche” tempranera (para los que nos leen en otros países, les describo que “miche”, es la abreviatura de michelada; que es una forma de preparar la tradicional cerveza mexicana, pero con limón, sal y todo tipo de salsas condimentadas, al gusto y estilo de cada consumidor).
Con el calor infernal de Manzanillo, nada como una michelada para cerrar con broche de oro esta semana que estuvo laboralmente rara. Por lo cual no pude negarme a salir “un ratito”.
Decido decirle a Ámbar que vayamos por la miche a un bar muy padre y que además preparan muy buen sushi, que se llama “El Ombligo”, dado que ella no lo conocía.
Llegamos al lugar y lo primero que vimos fue a un gringo coqueteándome descaradamente y portándose excesivamente amable con nosotras, incluso se “ofreció” cortésmente a tomarnos una fotografía.
Después, coincidió en el lugar otra amiga que tanto Ámbar como yo, conocimos gracias a un programa de radio en el que participamos juntas: su nombre es Colima. Debo decir que Colima dio la nota divertida, ya que tuvo la ocurrencia genial de regalarle a un amigo suyo con motivo de su cumpleaños, debido a que no tenía novia, una “muñeca inflable”, la cual hizo la alegría de los asistentes al lugar quienes la saludamos, e incluso hubo el que se tomó la fotografía del recuerdo con ella (Gaviota, fue el nombre que Colima le dio a su “amiga”).
Hasta ese momento, todo iba bien. Platicábamos tranquilamente de trabajo, de nuestras amigas, de nuestros próximos cambios de look entre otras trivialidades.
Habrán notado que hace bastantes días que no menciono para nada a ninguno de mis sapos o príncipes, en especial, no he mencionado recientemente a El Príncipe que no fue…
Pues bien, han pasado algunas cosas con esa historia, pero la verdad ya estaba entrando en una etapa de cansancio y hastío con el tema. De hecho, esta noche pensaba sinceramente no mencionarlo para nada.
Sin embargo… ¡otra vez! Sí, adivinaron: cuando más tranquila estaba, cuando más resignada estaba a darle carpetazo al asunto, se me apareció en el bar… ¡Sí! En ese bar que nunca visitamos los sábados y al que solamente he ido unas cuántas veces entre semana, allí llegó…
Al principio, cuando vi su camioneta, le pedí a Ámbar que volteara y me dijera por favor “que no era él”. Lo veo entrar y saludar a todos los que estaban en la barra con mucha familiaridad, sin que se percatara de mi existencia, hasta que voltea a mi mesa y me ve. Me sonríe de lejos y nos saluda con un seco apretón de manos (sin beso en la mejilla).
Después de esta frialdad, se retira y a los 5 minutos, la chica que estaba atendiendo las mesas llega con otras 2 micheladas… por supuesto, cortesía de El Príncipe que no fue…
Me sentí la idiota más idiota del planeta. Sentí como si su saludo frío y sus micheladas fueran un premio de consolación por haberme rechazado. A decir verdad, hubiera querido salirme en el mismo momento que lo vi llegar, pero Ámbar estaba demasiado divertida y yo, no quería doblegarme ante el deseo de huir, tenía que quedarme y darle a mi ego una pequeña dosis de humildad y encima de todo, pasármela lo mejor que pudiera con todo y mi cara de tonta rechazada.
Seguía la noche, entre los coqueteos del gringo y un show de exhibición de preámbulo sexual justo en la mesa de enfrente. Debían haber visto la cara de Ámbar entre divertida y sorprendida, que no dejaba de carcajearse nerviosamente mientras yo intentaba platicar con normalidad, sobre un australiano que conocí una vez en Los Cabos, haciendo alusión a nuestro ligue internacional con el “venerable anciano” que no dejaba de mirarme.
Pero ni al caso, el show era demasiado intenso, demasiado hard core, para que pasara desapercibido…
Entonces, me levanto al baño; y mientras “desfilaba” por la pasarela con mi mini vestido verde, corte halter, el gringo me seguía con la mirada hasta que me perdí…
Regreso a la mesa y entonces, uno de los acompañantes del gringo senil (¿Sapo Internacional Senil?), se acerca a mí y me dice:
- Disculpa, mi amigo (señalando al gringo), me pidió que te dijera que le encantaste, que lo tienes impactado y que si puede invitarte a irte con él ahorita al Colima Bay Café.
- ¡Qué amable! – contesté tan cortés como me fue posible – pero dile a tu amigo que aquél chico (señalando a El Príncipe que no Fue) fue mi galán hasta hace 2 semanas (mentira piadosa, porque todos sabemos que jamás fue realmente mi galán) y no quiero tener problemas. De hecho, estas micheladas que me estoy tomando, las está pagando él. Si no me crees, pregúntale a la chica que nos está atendiendo.
El chico se retira de nuestra mesa para llevarle el mensaje al gringo. Creo que aún no hablaban lo suficiente cuando El Príncipe que no Fue, empujado por no sé que vientos, se acerca a nuestra mesa y se sienta con nosotras… pero del lado de Ámbar y no mío.
Transcurrió así otro momento, mientras platicábamos y reíamos como si nunca hubiera habido ningún mal entendido entre nosotros, lo que realmente no sabía si me alegraba o acrecentaba mi malestar.
De pronto, como por arte de magia, corta de tajo la conversación y se despide… de mano otra vez.
La verdad, aunque traté de divertirme y de no pasármela mal (sin mencionar que Ámbar estaba muerta de risa); hay en este momento varias cosas que me tienen desconcertada:
· Antes, cuando no había salido nunca con él... jamás me lo encontraba en ninguna parte. En todo un año, solamente me lo encontré una sola vez. Pero ahora, que desearía ya no encontrármelo, parece que aparece como si lo llamara…
· Jamás voy a ese lugar en sábado, de hecho, Ámbar nunca había ido. Quise variar la rutina y aún así, con mi firme propósito de no hablar de él y no pensar en él… pareciera que hay cierto complot del universo para que coincidamos en cualquier lugar.
· Me saluda como si saludara a un político en sesión del congreso, con esa formalidad… pero de inmediato nos envía un par de bebidas.
· No me hace el mínimo caso en todo un momento mientras estuvo en la barra… y de pronto, sin usar ningún pretexto se aparece en mi mesa y se sienta… pero con Ámbar.
· Todos me vieron, sí. Creo que me quedaba bastante bien el modelito de vestido verde… pero el único que me habría encantado que notara lo bien que me veía, ni se enteró…
Sí, sé que estoy librando una batalla contra el ego y que seguramente esto es parte de mi lección. Pero… ¿no es más fácil si Dios lo aleja de mi camino? ¿Es necesario que aprenda a ese costo? ¿Cuántas “caras de idiota” más debo poner para que Dios decida que me quedó claro?
Definitivamente, hay cosas en la vida que no son hechos aislados. De alguna forma, todos formamos parte de un todo y, al ser una ley natural, debemos aprender a respetar y vivir con eso.
Y además… me queda claro que soy una experta en patanes, pero de nueva cuenta, compruebo que para soportar el rechazo de alguien que sé que no lo es… ¡¡me falta mucho!!
En fin, es la 1:58 am y mi sobrino ya se durmió, así que supongo que haré lo mismo para que mi loca cabeza, asimile los hechos del día de hoy….
¡Gracias por leernos y buenas noches!
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