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viernes, 25 de febrero de 2011

Y tú... ¿Qué estás educando? ¿"Sapos" o "Príncipes"?... Por Elena S.

Hace unos días, escribí una entrada llamada Educando Princesas… (Para mayor referencia, ver entradas anteriores). Mencionaba entonces ciertos conceptos que desde mi muy particular punto de vista influyen en las inseguridades con las que a veces las Princesas crecemos y por las cuales, en determinado momento podríamos ser “víctimas” (pongo entre comillas lo de víctimas porque también sobre eso tengo mis reservas, pero se las platicaré después) de un Sapo.
Ese relato fue inspirado, como ya se los comenté, por mi sobrina Azul. Sin embargo, cuando Marina comentaba la nota en Facebook, me hizo prometerle que también escribiría sobre la educación de los Príncipes, ya que estaba especialmente preocupada por Pablito, mi sobrino, quien no quiera que se convierta en un futuro Sapo.
De entrada, comencemos con un poco de teoría: Todos nacemos con nuestro cerebro “limpio y puro”, como una hoja de papel en blanco. Por lo tanto, los niños nacen siendo unos Príncipes. Lo que determina su nefasta evolución hasta convertirse en un desagradable Sapo, es el entorno donde se desenvuelven, el lugar donde crecen (que puede ser un “pantano” o un “palacio”), la educación que reciben y algo sumamente importante: el comportamiento de sus padres hacia con ellos. Traducido a términos “saperos” podemos afirmar entonces que el “Sapo no nace, se hace”.
Entonces ¿Quién hace al Sapo?... Pues, lamento mucho decírselos mis queridas Princesas, pero al Sapo lo formamos… ¡nosotras mismas!...
Como mujeres, recae gran parte de la responsabilidad de educar a los hijos. No pretendo quitarle importancia al papel del padre en la educación de los hijos, pero sin duda, mucho de lo que ahora son los Príncipes o los Sapos de la actualidad, se lo deben a la primera mujer de su vida… ¡su mamá!
Debo ser completamente honesta con ustedes y reconocer que, al no tener hijos, no soy precisamente experta en cómo educar a un Príncipe. Sin embargo, sí les puedo decir algunos puntos, que a mi juicio, podrían ser parte de un manual de Cómo NO educar a un Príncipe.
  1. Fomentar la violencia: Seamos completamente sinceras ¿cuántas veces no hemos instado a un niño, a que responda a una agresión con otra agresión? Argumentamos para esto todo tipo de cosas: “el niño tiene que demostrar su hombría”, “ni modo que se deje, dirán que es un mariquita”, “es parte de reafirmar que es muy machito”, “ese es mi hijo, no se le dejó al otro… ¡y estaba más grande que él!” Frases como estas, las hemos escuchado y dicho miles de veces para aplaudir a un niño que responde en forma violenta a un ataque.
Sin embargo, lo que estamos fomentando al resolver estas actitudes es incapacitar al niño para que arregle sus problemas a través del diálogo y no con los puños. En un futuro, este Principito será un Sapo violento, incapaz de hablar ni con su Princesa, ni con nadie a su alrededor cuando se vea envuelto en algún conflicto. No es por alarmarlas, pero… ¿han visto las estadísticas de violencia contra las mujeres?
  1. Sentirse culpable: Es muy común, sobre todo en el caso de las madres que trabajan o las que son madres solteras o divorciadas (o ambas cosas), que tengan sentimientos de culpa por no “dar todo” a sus hijos. Es decir, creen que por el hecho de que no tengan un papá a su lado o no puedan estar con ellos todo el tiempo por estar trabajando, les están fallando a sus hijos. Este sentimiento, en muchas ocasiones las lleva a consentir en los hijos actitudes y comportamientos inaceptables, por no ser capaces de reprenderlos, puesto que ya nos sentimos lo suficientemente culpables por lo que consideramos sus “carencias”, como para encima darles un regaño a tiempo.
Si esta es tu situación, debes estar segura de que no le estás haciendo un favor a tu hijo y de que cualquier “carencia” que tenga, no la vas a suplir con exceso de permisividad. Siéntete completamente orgullosa de ti como mujer y como mamá, porque estoy segura que estás haciendo el máximo esfuerzo.
  1. Fomentar la irresponsabilidad: Permitir que falte a la escuela o deje de hacer su tarea con cualquier pretexto, que tire basura en la calle y no la recoja, entre otras cosas, solamente va a generar que el niño sepa que siempre podrá contar con una excusa. Dime algo: ¿cuántas excusas les has escuchado decir a tus Sapo?
  2. Fomentar la mentira: Nos llenamos la boca diciendo “todos los hombres son iguales”, “todos son unos mentirosos”, pero ¿cuántas veces has puesto a mentir a tu hijo por librarte de una carga tediosa? Puede ser desde la llegada de un cobrador hasta la llamada de una amiga a quien no quieres contestarle, pero si pones a tu hijo a mentir, el mensaje que estás enviándole es que con una mentirita blanca, siempre podrá salir bien librado de cualquier situación.
  3. Darle todo lo que te pide: Es un hecho que mientras más les des, más te pedirán. Debes enseñarlos a poner límites, poniéndolos primero tú. Está bien premiarlos cuando han hecho un esfuerzo sobresaliente, pero si ellos saben que pueden tener todo fácil, no valorarán nada. En un futuro, tampoco valorarán a la Princesa que les toque tener a su lado.
  4. No Asignarle labores en casa: Como son “hombrecitos”, no los enseñas a lavar trastes, lavar su ropa, barrer, trapear o cocinar, porque según la tradición, esas son labores propias de la “mujer”. Sin embargo, los hombres crecen dando por hecho que, como es nuestra obligación, tenemos que hacer todo por ellos, incluso cuando también trabajamos y contribuimos al gasto familiar. En un futuro, lo que estás creando es un Sapo atenido que no puede levantar ni el plato donde comió “porque para eso están las mujeres”. Rompe con ese estigma con tu hijo pequeño, para que en un futuro, respete y valore las labores domésticas y a la Princesa que las haga en su hogar.
  5. Resolverle por completo la vida: De vez en cuando, es bueno dejarlos conocer el precio de su irresponsabilidad. Por ejemplo: quizá tu hijo no apuntó la tarea o tomó algo sin pedirlo en otra casa. Dejarlo que se enfrente al regaño sin justificarlo ante los demás, lo hará ser más responsable de sus actos.
  6. Regañarlo cuando llora o cuando juega con muñecas: No hay peor muestra de machismo que decirle a un niño “los hombres no lloran” o “las muñecas son para las niñas”.  De entrada, el llanto es una expresión tan natural como comer o sudar, por lo tanto, no tiene porque estar prohibido. Además, si le enseñas a un niño a no expresar sus emociones, en un futuro tendrá muchos problemas para comunicarse y sobre todo, para comunicar amor a su Princesa y a sus hijos, puesto que el mensaje que le estás mandando es que expresar sus sentimientos es mal visto.
Y el tema de las muñecas… Diversos estudios han afirmado que los niños que de pequeños abrazan a las muñecas, les da menos miedo abrazar a los bebés recién nacidos y por lo tanto, al tener contacto cercano con sus hijos desde el primer momento, son también mejores padres y más comprensivos con sus esposas y solidarios en el cuidado de los hijos.
Y bien… Espero que estos puntos te hayan hecho reflexionar sobre tu papel como mamá de un Príncipe y comiences a ponerlos en práctica. Puedes estar segura de que muchas Princesas de mañana te lo agradecerán…
¡Nos leemos pronto!
Dedicado con mucho cariño a mis 3 hermanas: Marina, Silvia e Isabel, que de manera valiente han educado solas a sus hijos; y también, a mis Príncipes Diego, Daniel, “Ñoño”, Pablito, Isaac y “Cosi”.

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