En uno de tantos días en los que íbamos a trabajar. Nuestra querida amiga y co-creadora de este blog, Ámbar; me hacía el favor de pasar por mí en su coche, ya que somos muy pero muy vecinas…
En el trayecto, Ámbar puso el último CD de Gloria Trevi, “Una Rosa Blue”. Disfrutábamos la música cuando de pronto suenan las notas de un mariachi. Mi corazoncito tapatío, de inmediato dio un grito de esos llamados “wacos” y con el “¡¡Ajúa!!”, empezó la Trevi, con la siguiente frase, a cantar la pegajosa y adolorida canción: “¡¡¡Ay Ingrato!!!.... ¡¡¡Pero qué bueno estás!!!... y luego la melodía: “Ingrato: ¡¡¡ ¿dónde estás?, ¿dónde estás?, ¿dónde estaaaaaaás?!!!”.
Eran los tiempos en los que sufría por un personaje, al que cariñosamente nombraré el “Sapo Ingrato”, en honor a la canción.
Sin afán de sonar romántica, les contaré que el Sapo Ingrato llegó a mi vida una noche de hermosa luna llena. De inmediato, su sonrisa, su porte, su estatura y sus súper pompas captaron mi atención. Obviamente mis ojazos tapatíos no le fueron indiferentes porque de inmediato, la atención fue correspondida y cuando acordamos, ya estábamos saliendo.
Pronto descubrimos que teníamos muchas cosas en común, ¡incluso cumplimos años el mismo día! Pasábamos las horas platicando, tanto que ni el tiempo sentíamos cuando estábamos juntos y no había forma de que el Sapo Ingrato (que entonces, como todos, también era mi Príncipe) no viniera a mi memoria sin arrancarme una enorme sonrisa.
Estábamos en la mejor etapa de nuestro idilio, cuando una noche llega el Sapo Ingrato a mi casa y me pregunta con su hermosa sonrisa, su 1.90 m de estatura y su voz de “macho mexicano” de películas de Pedro Infante:
- Chaparrita hermosa- debo mencionar que mido 1.67 m, pero para él, era como “La Marujita” y el “Sargento Refugio” en Chespirito.- Quiero preguntarte algo en serio…
- Dime, mi amor…- Contesté un poco extrañada.
- ¿Hasta dónde quieres llegar conmigo?- Me pregunta mi hermoso Sapo Ingrato.
- “Pues, por lo pronto de aquí a mi cuarto, papacito”… - pensé para mí (ese día se veía especialmente guapo y no pude evitar imaginarme como se verían esos pantalones Levy’s… en el piso de mi habitación).
Después de pensarlo un poco contesté:
- Amorcito: me encantas y estoy disfrutando muchísimo esta etapa. Me gustaría seguirte conociendo…
- No respondas con evasivas, Elena – me contestó en tono serio – Yo quiero algo “en serio” contigo…
¡Auch!... Imaginen mi cara de idiota espantada, al saber que el Sapo Ingrato quería algo muy en serio. Pronto sentí como mis alitas hasta entonces libres de volar por todo lo largo y ancho de la República Mexicana (y de besar cuanto sapo se me atravesara en el trayecto), comenzaban a desplumarse… el Sapo Ingrato quería algo así como “casorio” y eso significaba que sería mi Príncipe por siempre, que ya no habría más Sapos en mi vida….
- Te estoy tomando muy en serio…- le contesté yo - pero no esperaba que me dijeras algo así, siento que es muy poco tiempo…
- Elena, yo ya tengo 37 años, no quiero jugar. Hay muchas cosas de ti que me hacen creer que eres la mujer con quien me quiero (volver a) casar, solamente hay algunas cosas que me gustaría que cambiaras…- Me dice mi Sapo Ingrato…
- ¿Cosas? ¿De qué hablas? – Mi vanidad no permitiría jamás que alguien me dijera “tienes que cambiar”.
- Sales mucho, Corazón, además trabajas y vives sola... nunca cocinas y ni siquiera sé si lo sabes hacer o no. Eres demasiado “amiguera”, no me gusta cuando salimos y te la pasas saludando a cuánto cabrón se te pone en frente. Además, tu trabajo no me gusta, porque te la pasas tratando con puro Agente Aduanal y es de todos sabido, que todos esos son unos cabrones que nada más andan viendo a ver quien cae... (¡Ups!... ¿Les dije antes que “Don Sapo” es Agente Aduanal?).
Al escuchar esto, me levanté del sillón de la sala de mi casa donde cómodamente estaba sentada y tomé un enorme vaso de agua que me ayudara a digerir lo que escuchaba. El Sapo Ingrato quería algo en serio conmigo… pero al mismo tiempo, quería cambiar gran parte de mi identidad y algo que me encantaba y que era mi razón de existir: mi trabajo como Consultor de Agencias Aduanales.
Al ver mi cara de turbación, mi Sapo Ingrato me dijo: “quiero que lo pienses, no me respondas ahora”. Se fue de mi casa con esa sentencia (y sin entrar a mi habitación) y yo me quedé allí sin poder dormir, pensando en lo que significaba la propuesta que el Sapo Ingrato me estaba haciendo…
Al consultar con mis hermanas, mamá, amigas, conocidas, almohada y demás involucradas en el “Consejo”, tomé una decisión: Aceptar en mi vida al Sapo Ingrato. Estaba totalmente convencida de que “si no lo amarraba, se me iría el tren”. Dejé de antrear, le bajé a mi fiesta y a todos los excesos que a mi Sapo Ingrato no le gustaban, hasta leí un libro que me recomendó, donde mencionaba que la pareja era lo más importante del mundo por los siglos de los siglos.
Pero Dios, que es más sabio que yo y que todas mis Consejeras, tenía una respuesta mejor: pasados algunos días, el Sapo Ingrato desapareció momentáneamente, con el pretexto de que tenía mucho trabajo (pretexto universal por cierto, seguramente es parte de algún manual masculino). Al poco tiempo hablamos y no van a creer lo que me dijo:
- Mi reina, es que yo no sé qué tan en serio te estés tomando tú esto… - Así me dijo el desgraciado, ¿pueden creerlo?
Yo no daba crédito a lo que estaba escuchando. Después de decir “Sí, acepto”, “¡Va! ¡Me la juego!", el Sapo Ingrato se atrevía a preguntar si lo estaba tomando en serio, ¿no se trataba de eso o qué?
Entonces, haciendo aplomo de dignidad dije:
- Lo tomé tan en serio como me lo sugeriste, porque después de todo fuiste tú quien mencionó la palabra “pareja” y fuiste tú quien habló de matrimonio. Si ahora padeces ya de amnesia, contágiame y tan amigos como siempre.
- No chaparrita, yo no estoy terminando contigo, sólo quiero que nos vayamos más lento, es que mira, no eres tú, soy yo… Tengo muchos problemas, no estoy seguro, es que…. – El Sapo Ingrato ya no encontraba qué más decirme…
- No necesito explicaciones, que Dios te bendiga y si un día necesitas algo, aquí estaré…
Volví a ver al Sapo Ingrato solamente una vez más, por mera casualidad. Hablamos después varias veces por teléfono y, aunque no lo crean, no le guardo rencor. El Sapo Ingrato es hasta la fecha una de las personas que más sonrisas me han arrancado recientemente.
Le doy las gracias, porque tuvo la decencia de retirarse a tiempo y, a su manera, de ser honesto y no quedarse aquí, para causar más dolor.
Pero estuve a punto de sacrificar lo que era yo, por tratar de cumplir sus estándares. Estuve a nada de volverme “su princesa ideal”, porque se supone que así debía ser “a mi edad”, a mis entonces 27 años (cumplo 29 este año).
Muchas veces la familia nos presiona, cuando ya pasamos de los 25, para casarnos porque “se nos está yendo el tren”, aunque eso implique tomar cualquier carcacha que quizá nos deje tiradas porque se descarriló en cualquier parte del camino.
Jamás permitan que algún Sapo Ingrato las trate de cambiar. Si el Príncipe no sabe reconocer a la Princesa que son, es porque no es un verdadero Príncipe… ¡y no voy a cansarme de repetirles eso!
Jamás permitan que la familia las presione “para que no se queden solas”. Las Princesas ya somos princesas, y como tales, tenemos más opciones que casarnos con un Sapo, porque ya no sabíamos qué más hacer con nuestra vida.
Las Princesas podemos realizar un trabajo que nos enriquezca profesional, espiritual y económicamente; que nos de la satisfacción de ser útiles y trascender.
La mayor satisfacción que podemos tener como mujeres independientes es demostrarle al mundo que podemos cuidar de nosotras mismas y que si elegimos el matrimonio es porque a través de él, contribuiremos a una mejor sociedad. Hay más mujeres que hombres en este mundo, por lo tanto, alguna se quedará soltera y eso es estadísticamente inevitable. No te preguntes “¿Por qué yo?”, mejor pregunta “¿Para qué yo?”...
Les deseo un muy buen fin de semana y nos leemos pronto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos gustaría conocer tu opinión. ¿Por qué no nos dejas un comentario?